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América Latina debe afirmar su libertad. Por: José Antonio Torres Iriarte

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La libertad como principio fundamental y los derechos humanos, como aspiración universal deben marcar el derrotero de las nuevas generaciones latinoamericanas; que deben ser capaces de reconocer el esfuerzo y entrega de todos aquellos que a lo largo del tiempo abrazaron la noble causa de poner fin a todo tipo de dictaduras y opresión en nuestra región.

La Revolución Cubana en los años sesenta, terminó traicionando los ideales de José Martí y de un pueblo que aspiraba a construir la democracia apoyada en el sufragio; el castrismo se sometió al dominio soviético, pretendiendo ser un referente político para las nuevas generaciones. La economía cubana fue subsidiada durante décadas por la URSS, bajo su liderazgo impulsó el movimiento guerrillero, que no pretendía liberar a nuestros pueblos de las «garras del imperialismo yanqui»; sino simplemente convertir a América Latina en una zona de influencia soviética en el contexto de la Guerra Fría y bipolaridad. La caída del Muro de Berlín, la disolución de la URSS y el fin del comunismo en Europa del Este; en los años noventa puso al descubierto las falencias de las economías centralmente planificadas, con sistemas políticos de partido único y sin libertades.

América Latina a lo largo de los últimos 20 años, aparentemente había encontrado el camino de la libertad y parecía ser capaz de insertarse mejor en los mercados internacionales de Norteamérica, Europa y el Asia Pacífico. Cuba bajo el liderazgo del tirano de la Habana, fue capaz de sobrevivir al llamado «período especial» y encontrar en Hugo Chávez el aliado adecuado para poder financiar su economía e impulsar bajo un discurso neomarxista, proyectos políticos autoritarios en la región.

Si la influencia cubana, en el proceso político de la Unidad Popular en Chile en los años setenta fue nefasto para el gobierno de Salvador Allende; la injerencia cubana en el gobierno de Caracas ha facilitado el control de los servicios de inteligencia y el dominio sobre las instituciones militares, la destrucción de la economía venezolana y ocasionado la migración de más de 5 millones de ciudadanos, configurándose una crisis humanitaria.

La dictadura cubana, ha construido una economía dependiente, incapaz de subsistir y sentar las bases del bienestar en un marco de libertad. Las movilizaciones del 11 de Julio y la anunciada protesta nacional del 15 de Noviembre; representan un hito en la lucha por la libertad de un pueblo, harto de que la dictadura de partido único prevalezca, imponiendo la represión y postrando en la pobreza a vastos sectores sociales. La cúpula del Partido Comunista, liderada por Diaz Canel pretende imponer el miedo, impidiendo el libre acceso a las redes sociales, prohibiendo las movilizaciones, restringiendo el acceso de la prensa internacional y por cierto acusando de contra revolucionarios y pro imperialistas a los opositores.

Por otro lado, en Nicaragua por cuarta vez en elecciones fraudulentas, fue elegido Daniel Ortega, como a la par la dictadura de Nicolás Maduro se mantiene en el poder, en momentos que la Corte Penal Internacional ha iniciado múltiples investigaciones derivadas de la muerte de cientos de manifestantes durante las protestas ocurridas en el 2017. Los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela son parte de un mismo eje político, que tiene en el gobierno de Luis Arce en Bolivia un aliado estratégico. El llamado «socialismo del siglo XXI», se ha propuesto lograr la toma del poder en Colombia (en las elecciones del próximo año) y ganar las Elecciones en Chile en las próximas semanas, como a la par impulsan un proceso constituyente en el país sureño. El neomarxismo avanza con una agenda globalista, con propuestas ambientalistas, con el apoyo de fundaciones y organismos no gubernamentales cimentados en los países desarrollados; con un falso discurso de igualdad, no tienen otro propósito que la destrucción del aparato productivo de economías de medianos ingresos, el debilitamiento y control de las fuerzas armadas.

La amenaza totalitaria se cierne sobre América Latina y el Perú no es la excepción; el gobierno de Pedro Castillo no cede en sus objetivos políticos, tiene claro que debe disolver el Congreso e imponer una Asamblea Constituyente, que apruebe una Constitución que facilite el copamiento de las instituciones tutelares. El senderismo que fue derrotado sólo militarmente en los años noventa; hoy se expresa políticamente y forma parte del actual gobierno; por ello es impostergable confrontar política e ideológicamente para poder defender la institucionalidad democrática.

El Congreso de la República, el 9 de Noviembre del 2020 decidió vacar a Martín Vizcarra, sin embargo sólo unos días después ante la presión mediática renunciaría el presidente Manuel Merino, en un contexto de protesta promovida por los medios de comunicación temerosos de perder la generosa ayuda del Estado expresada en las transferencias millonarias por concepto de publicidad estatal. El gobierno de Sagasti, fue la segunda etapa de la gestión de Martín Vizcarra y demostró como una minoría parlamentaria fue capaz de imponerse frente a la voluntad de 105 congresistas, que sólo unos días antes habían decidido poner fin al nefasto gobierno vizcarrista. No olvidemos que personajes siniestros como Rosa María Palacios en especial señalaron que luego de la renuncia de Manuel Merino, el próximo presidente del Congreso debía ser elegido entre el “selecto” grupo de congresistas que se opusieron a la vacancia presidencial del corrupto Martin Vizcarra.

Hoy más que nunca, las fuerzas democráticas con o sin representación parlamentaria deben actuar con un solo objetivo político, defender la libertad frente a la amenaza totalitaria que se cierne sobre el Perú. 

Por: José Antonio Torres Iriarte

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Mi opinión de la semana en FINDE NIUS (año 3 – finde 103)

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Mi opinión sobre las noticias de la semana FINDENIUS (Año 3, Finde 103 – 7/4/2024) – Hablo de: Marlon Brando, la venta de segunda mano, la Calima y mi recomendación videoclip de «Mala ft. Virginia Guantanamera» de TABAIBA

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«Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas», por José Antonio Torres Iriarte

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El comunismo internacional, adscrito a la Tercera Internacional, fue derrotado políticamente cuando cayó el «Muro de Berlín», se disolvió la URSS, se consumó la reunificación alemana y los países de Europa del Este abandonaron la planificación centralizada, optando por la democracia y la economía de mercado. Para un sector de los historiadores del siglo XX, la centuria anterior concluye en 1991, cuando tuvo su punto final la llamada «guerra fría».

Hoy el mundo comprueba cómo un líder autoritario como Vladimir Putin, enarbolando las banderas nacionalistas, decide invadir Ucrania bajo pretexto de defender la seguridad nacional ante el avance de la OTAN y una influencia cada vez mayor de Occidente en los territorios que fueron parte de la URSS o que pertenecieron a la zona de influencia soviética. Lo cierto es que ni la internacionalización de la economía ni la revolución tecnológica en curso han significado el fin de los nacionalismos en el mundo.

La Rusia de los Zares a inicios del siglo XX, posteriormente la Unión Soviética liderando la llamada «revolución bolchevique» en todo el mundo, ni el Ejército Rojo tomando Berlín en 1945, pueden ser negados como hechos relevantes en la historia del último siglo. La Federación Rusa ocupa el asiento que antes tuvo la Unión Soviética en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Si bien es cierto que la economía rusa ha quedado rezagada respecto a las principales economías globales, no puede olvidarse que Rusia sigue siendo una potencia nuclear.

En un escenario internacional cambiante, ha surgido la República Popular China con su enorme fuerza productiva y su cada vez mayor presencia en América Latina y África; así como también la India, con una población ligeramente mayor que China. Rusia no pretende ser actualmente un promotor del comunismo internacional en el mundo; sin embargo, no ha abandonado la cooperación y el asesoramiento militar en América Latina.

Por otro lado, los Estados Unidos desde los años del presidente Clinton pretendieron liderar la expansión de la libertad en el mundo; sin embargo, la Iniciativa de las Américas y el ALCA fracasaron ante el surgimiento en América Latina de gobiernos adscritos al llamado «socialismo del siglo XXI», representados en el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla. El marxismo-leninismo, inspirador del castrismo y dogma para los movimientos guerrilleros de la década de los sesenta, fueron replegándose militarmente o devinieron con el tiempo en brazo armado del narcotráfico, como ocurrió en Colombia.

Fidel Castro hábilmente, en los años noventa, ante el colapso de la economía cubana, apostó por abrir la economía cubana a la inversión hotelera y el sector turismo; pero sobre todo optó por desarrollar otras estrategias políticas, alentando el posicionamiento de líderes sindicales como Lula en Brasil o caudillos militares como Hugo Chávez en Venezuela. Fidel Castro no tuvo reparo en recibir a Juan Pablo II en 1998, como muestra de apertura política y religiosa.

Mientras se desarrollaban reformas económicas en Rusia, en Europa se daban pasos seguros hacia la Unión Europea y el establecimiento del euro como moneda única. La Unión Europea incorporó a países de Europa del Este y amplió el radio de influencia de la OTAN, dejándose atrás el Pacto de Varsovia. La globalización de la economía se impuso en un contexto de conflictos nacionalistas o «guerras de baja intensidad», como la ocurrida en los Balcanes. El terrorismo internacional sorprendió al mundo en el 2001, así como la invasión de Irak marcó una época.

En el plano ideológico, los otrora partidos comunistas dejaron de lado las tesis de la dictadura del proletariado y la lucha de clases. El neomarxismo desde la academia y los organismos no gubernamentales desde la llamada «sociedad civil» ganan espacio político y desarrollan un nuevo discurso que se sintetiza en el derecho al aborto, la ideología de género, el matrimonio igualitario, la eutanasia, el cambio climático, la protección del medio ambiente, los Derechos Humanos y muchos campos más.

En un mundo marcado por el internet y las redes sociales, los multimillonarios o magnates de la globalización han decidido financiar los proyectos de cooperación internacional con una mirada supuestamente progresista. Fundaciones, ONG, gobiernos de Occidente y los organismos internacionales adscritos a la Unión Europea y al Sistema de Naciones Unidas cada vez están más alineados con conceptos ideológicos convertidos en fundamento de las novedosas políticas públicas diseñadas.

Si en el pasado el Fondo Monetario Internacional imponía Ajustes Estructurales en las economías de América Latina, hoy la cooperación internacional pretende virtualmente imponer políticas sesgadas que incluso pueden colisionar con las libertades fundamentales. Lo cierto es que todos aquellos que militaron en partidos y movimientos de izquierda marxista hace unas décadas; hoy son los gestores de organismos no gubernamentales presentes de modo hegemónico en el plano internacional y en la vida nacional de nuestros países.

En el Perú, los otrora integrantes de la Izquierda Unida que en 1985 postuló con poco éxito a Alfonso Barrantes Lingán a la presidencia de la República (frente a Alan García) son actualmente los líderes de la «costra caviar» que deciden la suerte de la política nacional. Diego García Sayán, desde una posición discreta, y Gustavo Gorriti, desde el Instituto de Defensa Legal, junto con decenas de ex militantes de la Izquierda Unida de los años ochenta y cuadros políticos y activistas más jóvenes, son los voceros de un sin número de ONG que pretenden erigirse en autoridad moral y censores de la política nacional.

Si Occidente equivocadamente creyó que los nacionalismos serían superados por el crecimiento económico, la reducción de la pobreza, la revolución tecnológica y el avance de la libertad en el mundo; ocurre lo mismo en el plano ideológico ante el avance de un globalismo avasallador financiado irresponsablemente, sobre todo «por los nuevos ricos» en tiempos de crecimiento del comercio internacional. La agenda de Naciones Unidas esconde una ideología que pretende imponerse por encima de valores fundamentales como la libertad humana y la familia.

El presidente Joe Biden está lejos de ser un líder que defiende la libertad, por ello su gobierno no tuvo reparo en acercarse y llegar a acuerdos con el dictador Nicolás Maduro, levantando parte importante de las sanciones económicas impuestas. Biden confió en que el gobierno venezolano convocaría a elecciones libres y transparentes. Hoy la tiranía de Caracas se mantiene fuerte, impidiendo la postulación de María Corina Machado a la presidencia; del mismo modo, Díaz Canel reprime al pueblo cubano, así como lo hace la pareja Ortega-Murillo en Nicaragua. Las tiranías deben ser depuestas en el mundo. Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas deben prevalecer. Es el momento de defendernos de las tiranías, del globalismo avasallador y de las nuevas formas de imperialismo.

José Antonio Torres Iriarte
Abogado y analista político

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