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«El Perú no puede olvidar». Por: José Antonio Torres Iriarte.

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El gobierno de Martín Vizcarra será recordado como una etapa sombría de la vida nacional, sin olvidar que de una manera obsecuente los grupos «El Comercio» y «La República» apoyaron las iniciativas y el cierre inconstitucional del Congreso un 30 de Septiembre del 2019.

Martín Vizcarra impulsó reformas políticas que sólo han consumado la vigencia de partidos políticos convertidos en «vientres de alquiler» sin militancia, ni lealtad partidaria; más aún invocó un concepto constitucional inexistente, como la llamada «denegación fáctica» de la confianza para disolver el congreso de la República.

Martín Vizcarra fue vacado por 105 votos un 9 de noviembre del 2020, generándose una reacción política de todos sus aliados, temerosos de perder su cuota de poder y las generosas transferencias del erario nacional, bajo las formas de contratos de publicidad estatal.

El Perú no puede olvidar que líderes de la catadura moral de Julio Guzmán, Ollanta Humala, Verónica Mendoza entre otros, se sumaron a la protesta callejera, apenas unas horas después de haber asumido Manuel Merino la presidencia de la República.

No debemos olvidar como virtualmente en cadena nacional y sin interrupciones, las movilizaciones fueron transmitidas durante largas horas. Si comparamos (en número) las movilizaciones de los días 13 y 14 de noviembre del 2020 con las protestas del pasado sábado 5 de noviembre en Lima, no cabe duda que la marcha contra Pedro Castillo fue varias veces mayor. Los comunistas de ayer y los caviares de hoy, estuvieron unidos en el 2020, con el claro propósito de poner fin a un gobierno de transición, que debió conducir al país hacía un proceso electoral y posterior transferencia de gobierno.

La vacancia presidencial de Martín Vizcarra se enmarcó dentro de los procediminentos parlamentarios y el orden constitucional, siendo apenas 19 los parlamentarios que votaron en contra. En momentos aciagos para la vida nacional, se puso fin a un gobierno signado por la corrupción y la mala gestión ante los embates de la pandemia derivados del covid 19; que se expresaron en la muerte de decena de miles de peruanos; ubicándose el Perú en el primer lugar a nivel global (en función de la densidad poblacional).

El Perú no debe olvidar como el partido Morado se pronunció a través de un sendo Pronunciamiento planteando la reposición de Martín Vizcarra en el cargo de presidente de la República; tampoco debemos olvidar que Mario Vargas Llosa se sumó a la iniciativa de la abogada Rosa María Palacios, planteando que ante la renuncia de Manuel Merino, el presidente del Congreso fuera elegido por la representación nacional entre uno de los diecinueve (19) congresistas que no respaldaron la moción de vacancia presidencial.

Contra toda norma o procedimiento constiticional, los partidos políticos que habían votado por la vacancia; cedieron ante la presión mediática, consumando la elección de Francisco Sagasti. El partido Morado, con apenas nueve congresistas, en un contexto de crisis política tomó el poder sin marcar distancia con el nefasto gobierno de Martín Vizcarra. En mi concepto el gobierno de Sagasti, se convirtió en la segunda fase del vizcarrismo, ocultando los graves actos de corrupción y no denunciando cómo el gobierno de Martín Vizcarra se negó a comprar «pruebas moleculares» y decidió tratar exclusivamente con el gobierno de la República Popular China, la compra de vacunas, desdeñando otras opciones disponibles en el mercado internacional.

El Perú no puede olvidar que Francisco Sagasti se negó a solicitar la realización de una Auditoría Internacional por parte de la Organización de Estados Américanos, lo que hubiera convalidado o puesto en evidencia la comisión de irregularidades o ilícitos penales en los comicios generales del 2021. Martín Vizcarra sin militancia partidaria sería acogido como candidato al congreso por Somos Perú, siendo habilitada su candidatura de manera irregular por un Jurado Nacional de Elecciones carente de independencia.

Hoy Martín Vizcarra, pretende ser un líder político y potencial candidato presidencial, sin importarle que el Congreso lo haya inhabilitado por diez años. El Perú no puede olvidar que las investigaciones y procesos penales en curso, contra Martín Vizcarra están vigentes y deben ser impulsados con celeridad.

El vizcarrismo en su momento logró controlar virtualmente el Ministerio Público, el Poder Judicial, los grandes medios de comunicación, decidiendo cerrar arbitrariamente el Congreso nacional. En ese período crucial, la participación del Instituto de Defensa Legal y Gustavo Gorriti fue significativa, convirtiéndose el señor Gorriti en el «censor de la vida nacional». El poder del Instituto de Defensa Legal no tenía límites, gozaban de cierta credibilidad apoyados por los grandes medios, teniendo en los fiscales Vela Barba y José Domingo Pérez, figuras que alcanzaron notoriedad nacional. Hoy el Perú no debe olvidar cómo estos falsos valores, fueron capaces de suscribir un «acuerdo de colaboración eficaz» con la empresa Odebrecht en términos tan lesivos para el interés nacional.

Hoy es necesario que el Perú se movilice frente a la amenaza totalitaria que se cierne sobre nuestro país. La lucha por la libertad no tiene fin.

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Mi opinión de la semana en FINDE NIUS (año 3 – finde 103)

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Mi opinión sobre las noticias de la semana FINDENIUS (Año 3, Finde 103 – 7/4/2024) – Hablo de: Marlon Brando, la venta de segunda mano, la Calima y mi recomendación videoclip de «Mala ft. Virginia Guantanamera» de TABAIBA

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«Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas», por José Antonio Torres Iriarte

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El comunismo internacional, adscrito a la Tercera Internacional, fue derrotado políticamente cuando cayó el «Muro de Berlín», se disolvió la URSS, se consumó la reunificación alemana y los países de Europa del Este abandonaron la planificación centralizada, optando por la democracia y la economía de mercado. Para un sector de los historiadores del siglo XX, la centuria anterior concluye en 1991, cuando tuvo su punto final la llamada «guerra fría».

Hoy el mundo comprueba cómo un líder autoritario como Vladimir Putin, enarbolando las banderas nacionalistas, decide invadir Ucrania bajo pretexto de defender la seguridad nacional ante el avance de la OTAN y una influencia cada vez mayor de Occidente en los territorios que fueron parte de la URSS o que pertenecieron a la zona de influencia soviética. Lo cierto es que ni la internacionalización de la economía ni la revolución tecnológica en curso han significado el fin de los nacionalismos en el mundo.

La Rusia de los Zares a inicios del siglo XX, posteriormente la Unión Soviética liderando la llamada «revolución bolchevique» en todo el mundo, ni el Ejército Rojo tomando Berlín en 1945, pueden ser negados como hechos relevantes en la historia del último siglo. La Federación Rusa ocupa el asiento que antes tuvo la Unión Soviética en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Si bien es cierto que la economía rusa ha quedado rezagada respecto a las principales economías globales, no puede olvidarse que Rusia sigue siendo una potencia nuclear.

En un escenario internacional cambiante, ha surgido la República Popular China con su enorme fuerza productiva y su cada vez mayor presencia en América Latina y África; así como también la India, con una población ligeramente mayor que China. Rusia no pretende ser actualmente un promotor del comunismo internacional en el mundo; sin embargo, no ha abandonado la cooperación y el asesoramiento militar en América Latina.

Por otro lado, los Estados Unidos desde los años del presidente Clinton pretendieron liderar la expansión de la libertad en el mundo; sin embargo, la Iniciativa de las Américas y el ALCA fracasaron ante el surgimiento en América Latina de gobiernos adscritos al llamado «socialismo del siglo XXI», representados en el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla. El marxismo-leninismo, inspirador del castrismo y dogma para los movimientos guerrilleros de la década de los sesenta, fueron replegándose militarmente o devinieron con el tiempo en brazo armado del narcotráfico, como ocurrió en Colombia.

Fidel Castro hábilmente, en los años noventa, ante el colapso de la economía cubana, apostó por abrir la economía cubana a la inversión hotelera y el sector turismo; pero sobre todo optó por desarrollar otras estrategias políticas, alentando el posicionamiento de líderes sindicales como Lula en Brasil o caudillos militares como Hugo Chávez en Venezuela. Fidel Castro no tuvo reparo en recibir a Juan Pablo II en 1998, como muestra de apertura política y religiosa.

Mientras se desarrollaban reformas económicas en Rusia, en Europa se daban pasos seguros hacia la Unión Europea y el establecimiento del euro como moneda única. La Unión Europea incorporó a países de Europa del Este y amplió el radio de influencia de la OTAN, dejándose atrás el Pacto de Varsovia. La globalización de la economía se impuso en un contexto de conflictos nacionalistas o «guerras de baja intensidad», como la ocurrida en los Balcanes. El terrorismo internacional sorprendió al mundo en el 2001, así como la invasión de Irak marcó una época.

En el plano ideológico, los otrora partidos comunistas dejaron de lado las tesis de la dictadura del proletariado y la lucha de clases. El neomarxismo desde la academia y los organismos no gubernamentales desde la llamada «sociedad civil» ganan espacio político y desarrollan un nuevo discurso que se sintetiza en el derecho al aborto, la ideología de género, el matrimonio igualitario, la eutanasia, el cambio climático, la protección del medio ambiente, los Derechos Humanos y muchos campos más.

En un mundo marcado por el internet y las redes sociales, los multimillonarios o magnates de la globalización han decidido financiar los proyectos de cooperación internacional con una mirada supuestamente progresista. Fundaciones, ONG, gobiernos de Occidente y los organismos internacionales adscritos a la Unión Europea y al Sistema de Naciones Unidas cada vez están más alineados con conceptos ideológicos convertidos en fundamento de las novedosas políticas públicas diseñadas.

Si en el pasado el Fondo Monetario Internacional imponía Ajustes Estructurales en las economías de América Latina, hoy la cooperación internacional pretende virtualmente imponer políticas sesgadas que incluso pueden colisionar con las libertades fundamentales. Lo cierto es que todos aquellos que militaron en partidos y movimientos de izquierda marxista hace unas décadas; hoy son los gestores de organismos no gubernamentales presentes de modo hegemónico en el plano internacional y en la vida nacional de nuestros países.

En el Perú, los otrora integrantes de la Izquierda Unida que en 1985 postuló con poco éxito a Alfonso Barrantes Lingán a la presidencia de la República (frente a Alan García) son actualmente los líderes de la «costra caviar» que deciden la suerte de la política nacional. Diego García Sayán, desde una posición discreta, y Gustavo Gorriti, desde el Instituto de Defensa Legal, junto con decenas de ex militantes de la Izquierda Unida de los años ochenta y cuadros políticos y activistas más jóvenes, son los voceros de un sin número de ONG que pretenden erigirse en autoridad moral y censores de la política nacional.

Si Occidente equivocadamente creyó que los nacionalismos serían superados por el crecimiento económico, la reducción de la pobreza, la revolución tecnológica y el avance de la libertad en el mundo; ocurre lo mismo en el plano ideológico ante el avance de un globalismo avasallador financiado irresponsablemente, sobre todo «por los nuevos ricos» en tiempos de crecimiento del comercio internacional. La agenda de Naciones Unidas esconde una ideología que pretende imponerse por encima de valores fundamentales como la libertad humana y la familia.

El presidente Joe Biden está lejos de ser un líder que defiende la libertad, por ello su gobierno no tuvo reparo en acercarse y llegar a acuerdos con el dictador Nicolás Maduro, levantando parte importante de las sanciones económicas impuestas. Biden confió en que el gobierno venezolano convocaría a elecciones libres y transparentes. Hoy la tiranía de Caracas se mantiene fuerte, impidiendo la postulación de María Corina Machado a la presidencia; del mismo modo, Díaz Canel reprime al pueblo cubano, así como lo hace la pareja Ortega-Murillo en Nicaragua. Las tiranías deben ser depuestas en el mundo. Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas deben prevalecer. Es el momento de defendernos de las tiranías, del globalismo avasallador y de las nuevas formas de imperialismo.

José Antonio Torres Iriarte
Abogado y analista político

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