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«La lucha contra Sendero Luminoso no tiene fin.» Por: José Antonio Torres Iriarte.

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Sendero Luminoso le declaró la guerra al Perú en mayo de 1980, con el claro propósito de tomar el poder desarrollando acciones terroristas en el campo en una primera etapa, con la certeza de que los campesinos se sumarían al Partido Comunista de orientación maoísta que era liderado por el cabecilla Abimael Guzmán.

El comunismo internacional se había escindido, surgiendo movimientos y partidos que reinvidicaban la Revolución China y que en particular estaban decididos a impulsar movimientos de masas, apoyados en el vasto campesinado, que posteriormente contaría con el respaldo de los obreros en las principales ciudades.

De las aulas universitarias en los años años sesenta y setenta, en un contexto de masificación de la educación universitaria gratuita de nuestro país, surgen los cuadros políticos del partido liderado por Guzmán; que cuando en el Perú se debatía y aprobaba una nueva Constitución, por cierto no respaldaban a los partidos de izquierda marxista que participaban en la Constituyente que presidió el fundador del aprismo, Víctor Raúl Haya de la Torre.

Sendero Luminoso desdeñaba la democracia, la libertad y la vida; llamando revisionistas a los que optaban por participar en los comicios generales de 1980. El terrorismo era el arma política de Sendero Luminoso, nunca buscó convencer a las masas; por el contrario estaban decididos a imponer un nuevo orden.

En el Perú Sendero Luminoso se veía influenciado por el debate político e ideológico, que luego de la muerte de Mao Tse Tung se desarrollaba al interior del Partido Comunista Chino. La línea ideológica reformista y de apertura económica prevaleció en una China que dió pasos hacía el desarrollo de las fuerzas del capitalismo, con la presencia de inversión extranjera, sin dejar de controlar política e ideológicamente a un país con más de mil millones de habitantes.

Sendero Luminoso decidió tomar las armas, bajo la complacencia y falta de decisión política del gobierno de Fernando Belaunde. La izquierda marxista con representación parlamentaria en los años ochenta, no deslindó abiertamente con Sendero Luminoso; por el contrario con frases, como «compañeros equivocados», trataron de explicar las razones y motivaciones de un partido que no respetaba ni la vida, ni la libertad.

Sendero Luminoso tenía claros sus objetivos políticos, en un contexto de guerra fría, en la que aún América Latina enfrentaba las acciones promovidas por partidos y movimientos inspirados en la Revolución Cubana. El papel del campesinado fue decisivo, como lo fue la labor extraordinaria desarrollada por el GEIN formado en el primer gobierno del presidente Alan García. El Perú enfrentaba a un enemigo que asesinaba a mansalva a los líderes sociales, políticos y sindicales. El APRA se enfrentó política e ideológicamente a Sendero Luminoso en las universidades, sindicatos y las organizaciones populares; por ello Abimael Guzmán ordenó la muerte de Rodrigo Franco y centenares de militantes apristas. El país llegó al proceso electoral de 1990 con un movimiento subversivo desafiante; que llegó a perpetrar atentados como el de Canal 2 y el de la calle Tarata, unas semanas después del autogolpe del 5 de Abril de 1992.

Sin el trabajo de inteligencia desarrollado por los integrantes del GEIN, bajo el liderazgo de Benedicto Jiménez, la lucha contra Sendero Luminoso no hubiera tenido la contundencia que tuvo, cuando un sábado 12 de septiembre de 1992 fuera capturado el cabecilla de una horda maoísta y asesina. Hoy el Perú no debe abandonar el debate ideológico; Sendero Luminoso tiene otras formas de expresión y de organización. El gobierno de Pedro Castillo expresa de muchas maneras, la forma de hacer política de un partido extremista que sobrevive en alianza con el narcotráfico. La lucha contra Sendero Luminoso no tiene fin.

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Mi opinión de la semana en FINDE NIUS (año 3 – finde 103)

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Mi opinión sobre las noticias de la semana FINDENIUS (Año 3, Finde 103 – 7/4/2024) – Hablo de: Marlon Brando, la venta de segunda mano, la Calima y mi recomendación videoclip de «Mala ft. Virginia Guantanamera» de TABAIBA

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«Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas», por José Antonio Torres Iriarte

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El comunismo internacional, adscrito a la Tercera Internacional, fue derrotado políticamente cuando cayó el «Muro de Berlín», se disolvió la URSS, se consumó la reunificación alemana y los países de Europa del Este abandonaron la planificación centralizada, optando por la democracia y la economía de mercado. Para un sector de los historiadores del siglo XX, la centuria anterior concluye en 1991, cuando tuvo su punto final la llamada «guerra fría».

Hoy el mundo comprueba cómo un líder autoritario como Vladimir Putin, enarbolando las banderas nacionalistas, decide invadir Ucrania bajo pretexto de defender la seguridad nacional ante el avance de la OTAN y una influencia cada vez mayor de Occidente en los territorios que fueron parte de la URSS o que pertenecieron a la zona de influencia soviética. Lo cierto es que ni la internacionalización de la economía ni la revolución tecnológica en curso han significado el fin de los nacionalismos en el mundo.

La Rusia de los Zares a inicios del siglo XX, posteriormente la Unión Soviética liderando la llamada «revolución bolchevique» en todo el mundo, ni el Ejército Rojo tomando Berlín en 1945, pueden ser negados como hechos relevantes en la historia del último siglo. La Federación Rusa ocupa el asiento que antes tuvo la Unión Soviética en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Si bien es cierto que la economía rusa ha quedado rezagada respecto a las principales economías globales, no puede olvidarse que Rusia sigue siendo una potencia nuclear.

En un escenario internacional cambiante, ha surgido la República Popular China con su enorme fuerza productiva y su cada vez mayor presencia en América Latina y África; así como también la India, con una población ligeramente mayor que China. Rusia no pretende ser actualmente un promotor del comunismo internacional en el mundo; sin embargo, no ha abandonado la cooperación y el asesoramiento militar en América Latina.

Por otro lado, los Estados Unidos desde los años del presidente Clinton pretendieron liderar la expansión de la libertad en el mundo; sin embargo, la Iniciativa de las Américas y el ALCA fracasaron ante el surgimiento en América Latina de gobiernos adscritos al llamado «socialismo del siglo XXI», representados en el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla. El marxismo-leninismo, inspirador del castrismo y dogma para los movimientos guerrilleros de la década de los sesenta, fueron replegándose militarmente o devinieron con el tiempo en brazo armado del narcotráfico, como ocurrió en Colombia.

Fidel Castro hábilmente, en los años noventa, ante el colapso de la economía cubana, apostó por abrir la economía cubana a la inversión hotelera y el sector turismo; pero sobre todo optó por desarrollar otras estrategias políticas, alentando el posicionamiento de líderes sindicales como Lula en Brasil o caudillos militares como Hugo Chávez en Venezuela. Fidel Castro no tuvo reparo en recibir a Juan Pablo II en 1998, como muestra de apertura política y religiosa.

Mientras se desarrollaban reformas económicas en Rusia, en Europa se daban pasos seguros hacia la Unión Europea y el establecimiento del euro como moneda única. La Unión Europea incorporó a países de Europa del Este y amplió el radio de influencia de la OTAN, dejándose atrás el Pacto de Varsovia. La globalización de la economía se impuso en un contexto de conflictos nacionalistas o «guerras de baja intensidad», como la ocurrida en los Balcanes. El terrorismo internacional sorprendió al mundo en el 2001, así como la invasión de Irak marcó una época.

En el plano ideológico, los otrora partidos comunistas dejaron de lado las tesis de la dictadura del proletariado y la lucha de clases. El neomarxismo desde la academia y los organismos no gubernamentales desde la llamada «sociedad civil» ganan espacio político y desarrollan un nuevo discurso que se sintetiza en el derecho al aborto, la ideología de género, el matrimonio igualitario, la eutanasia, el cambio climático, la protección del medio ambiente, los Derechos Humanos y muchos campos más.

En un mundo marcado por el internet y las redes sociales, los multimillonarios o magnates de la globalización han decidido financiar los proyectos de cooperación internacional con una mirada supuestamente progresista. Fundaciones, ONG, gobiernos de Occidente y los organismos internacionales adscritos a la Unión Europea y al Sistema de Naciones Unidas cada vez están más alineados con conceptos ideológicos convertidos en fundamento de las novedosas políticas públicas diseñadas.

Si en el pasado el Fondo Monetario Internacional imponía Ajustes Estructurales en las economías de América Latina, hoy la cooperación internacional pretende virtualmente imponer políticas sesgadas que incluso pueden colisionar con las libertades fundamentales. Lo cierto es que todos aquellos que militaron en partidos y movimientos de izquierda marxista hace unas décadas; hoy son los gestores de organismos no gubernamentales presentes de modo hegemónico en el plano internacional y en la vida nacional de nuestros países.

En el Perú, los otrora integrantes de la Izquierda Unida que en 1985 postuló con poco éxito a Alfonso Barrantes Lingán a la presidencia de la República (frente a Alan García) son actualmente los líderes de la «costra caviar» que deciden la suerte de la política nacional. Diego García Sayán, desde una posición discreta, y Gustavo Gorriti, desde el Instituto de Defensa Legal, junto con decenas de ex militantes de la Izquierda Unida de los años ochenta y cuadros políticos y activistas más jóvenes, son los voceros de un sin número de ONG que pretenden erigirse en autoridad moral y censores de la política nacional.

Si Occidente equivocadamente creyó que los nacionalismos serían superados por el crecimiento económico, la reducción de la pobreza, la revolución tecnológica y el avance de la libertad en el mundo; ocurre lo mismo en el plano ideológico ante el avance de un globalismo avasallador financiado irresponsablemente, sobre todo «por los nuevos ricos» en tiempos de crecimiento del comercio internacional. La agenda de Naciones Unidas esconde una ideología que pretende imponerse por encima de valores fundamentales como la libertad humana y la familia.

El presidente Joe Biden está lejos de ser un líder que defiende la libertad, por ello su gobierno no tuvo reparo en acercarse y llegar a acuerdos con el dictador Nicolás Maduro, levantando parte importante de las sanciones económicas impuestas. Biden confió en que el gobierno venezolano convocaría a elecciones libres y transparentes. Hoy la tiranía de Caracas se mantiene fuerte, impidiendo la postulación de María Corina Machado a la presidencia; del mismo modo, Díaz Canel reprime al pueblo cubano, así como lo hace la pareja Ortega-Murillo en Nicaragua. Las tiranías deben ser depuestas en el mundo. Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas deben prevalecer. Es el momento de defendernos de las tiranías, del globalismo avasallador y de las nuevas formas de imperialismo.

José Antonio Torres Iriarte
Abogado y analista político

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