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«Más allá de la cortesía», por José Antonio Torres Iriarte

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El Pleno del Congreso admite la moción de interpelación a la Ministra de Educación por 79 votos a favor, 12 en contra y 6 abstenciones.

La democracia necesita de un sistema y de organismos electorales autónomos que garanticen el respeto irrestricto a la voluntad popular. En las Elecciones Generales del 2021 se puso de manifiesto en el Perú el sesgo con el que actúo el Pleno del Jurado Nacional de Elecciones y la falta de disposición de la ONPE para garantizar un proceso electoral transparente; más aún cuando los resultados en la segunda vuelta electoral se expresaron en apenas una diferencia de algo más de 44 mil votos, sobre un universo de más de 25 millones de electores y más de 20 millones de sufragios emitidos.

No se puede dar estabilidad política a un país, si existen dudas fundadas sobre los resultados electorales. El presidente del Jurado Nacional de Elecciones tuvo la facultad de emitir un voto dirimente (doble) ante la ausencia (no fue elegido) del representante del Colegio de Abogados de Lima y más aún cuando no se conocían los resultados de las Elecciones Generales, el magistrado Rodríguez Monteza renunció, señalando la parcialidad y falta de transparencia, con la que venía actuando el Pleno del Jurado Nacional de Elecciones.

El jefe de la ONPE, Piero Corvetto se negó a entregar los padrones electorales para que se realizará el cotejo entre actas y padrones electorales. Fue evidente que el «fraude en mesa» de esa manera se consumó, al no poderse cotejar fehacientemente cuantos ciudadanos firmaron (luego de haber sufragado) el padrón electoral de la mesa en la que votaron, con los resultados electorales consignados en el acta electoral que fue validada y computada por la ONPE.

En mi concepto sólo fue necesario que alrededor de 400 actas (sobre un universo de más de 80 mil actas) fueran alteradas en todo el país para consumar un fraude electoral a favor de Pedro Castillo.

Fue claro que en el interior del país, centenares de actas electorales consignaron para una de las candidatas CERO votos y para el candidato de Perú Libre el 100 % de los votos válidos; lo que estadísticamente es muy poco probable, más aún cuando en la primera vuelta electoral la candidata afectada tuvo votos propios. La burda manera como se consumó el fraude, pudo comprobarse cotejándose de manera muestral las actas electorales con los padrones.

Luego de la primera vuelta electoral consideré que era necesario realizar una Auditoria Electoral por parte de la Organización de Estados Americanos, que hiciera posible auditar el software y los más de cien centros de cómputo de la ONPE a nivel nacional.

Realizada la segunda vuelta electoral, con mayor razón era un imperativo que se llevara a cabo una Auditoria por parte de la O.E.A. que incluyera necesariamente de manera muestral (un 10 %) el cotejo de las actas con los padrones electorales; más aún era necesario revisar las Mesas de Sufragio que habían sido impugnadas por los personeros de Fuerza Popular.

El gobierno de Francisco Sagasti no solicitó la Auditoria Internacional, el cuestionado Salas Arenas se opuso y por cierto que el jefe de la ONPE nunca estuvo dispuesto a facilitar una auditoria. En la etapa final del proceso en una Audiencia del J.N.E. el magistrado Salas Arenas señaló que por falta de tiempo era imposible cotejar las actas con los padrones.

Con las declaraciones del colaborador eficaz Zamir Villaverde, que explícitamente ha señalado la conexión entre Perú Libre y el Jurado Nacional de Elecciones, es inaceptable pretender considerar que el caso del supuesto «fraude electoral» está cerrado.
Más allá del archivamiento del Informe en mayoría elaborado por la Comisión presidida por el congresista Montoya, el Ministerio Público debe continuar con las investigaciones.

Por otro lado, la reciente reunión de los señores Salas Arenas y Piero Corvetto no puede ser interpretada como una visita protocolar o de cortesía, por el contrario en mi concepto pone de manifiesto que el Departamento de Estado de los EEUU recomendó la realización de la reunión, para expresar su tácito reconocimiento político a la gestión de los organismos electorales en el Perú. Seamos claros, no es casualidad que luego de la presencia del presidente Castillo en la «Cumbre de las Américas» se haya realizado una inusitada reunión entre los cuestionados funcionarios de organismos electorales y la embajadora de los EEUU en nuestro país.

No nos confundamos, la estrechez de los resultados electorales (apenas unas décimas de diferencia) en la segunda vuelta electoral en el Perú, exigía la realización de una auditoría internacional. Si comparamos el caso peruano con las elecciones celebradas en Colombia recientemente, los resultados han arrojado una diferencia de más del 3 % y más de 700 mil votos a favor del candidato Gustavo Petro; por el contrario en el Perú la diferencia fue de un poco más de 40 mil votos con una brecha porcentual casi infinitesimal.

Más aún estoy seguro que ninguna «mesa de sufragio» en las elecciones de Colombia ha tenido como resultado que uno de los candidatos (Petro o Hernández) no haya tenido un solo voto (como si ocurrió en el Perú).

Sin organismos electorales autónomos y autoridades electorales incuestionables, es imposible preservar la democracia.

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Mi opinión de la semana en FINDE NIUS (año 3 – finde 103)

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Mi opinión sobre las noticias de la semana FINDENIUS (Año 3, Finde 103 – 7/4/2024) – Hablo de: Marlon Brando, la venta de segunda mano, la Calima y mi recomendación videoclip de «Mala ft. Virginia Guantanamera» de TABAIBA

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«Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas», por José Antonio Torres Iriarte

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El comunismo internacional, adscrito a la Tercera Internacional, fue derrotado políticamente cuando cayó el «Muro de Berlín», se disolvió la URSS, se consumó la reunificación alemana y los países de Europa del Este abandonaron la planificación centralizada, optando por la democracia y la economía de mercado. Para un sector de los historiadores del siglo XX, la centuria anterior concluye en 1991, cuando tuvo su punto final la llamada «guerra fría».

Hoy el mundo comprueba cómo un líder autoritario como Vladimir Putin, enarbolando las banderas nacionalistas, decide invadir Ucrania bajo pretexto de defender la seguridad nacional ante el avance de la OTAN y una influencia cada vez mayor de Occidente en los territorios que fueron parte de la URSS o que pertenecieron a la zona de influencia soviética. Lo cierto es que ni la internacionalización de la economía ni la revolución tecnológica en curso han significado el fin de los nacionalismos en el mundo.

La Rusia de los Zares a inicios del siglo XX, posteriormente la Unión Soviética liderando la llamada «revolución bolchevique» en todo el mundo, ni el Ejército Rojo tomando Berlín en 1945, pueden ser negados como hechos relevantes en la historia del último siglo. La Federación Rusa ocupa el asiento que antes tuvo la Unión Soviética en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Si bien es cierto que la economía rusa ha quedado rezagada respecto a las principales economías globales, no puede olvidarse que Rusia sigue siendo una potencia nuclear.

En un escenario internacional cambiante, ha surgido la República Popular China con su enorme fuerza productiva y su cada vez mayor presencia en América Latina y África; así como también la India, con una población ligeramente mayor que China. Rusia no pretende ser actualmente un promotor del comunismo internacional en el mundo; sin embargo, no ha abandonado la cooperación y el asesoramiento militar en América Latina.

Por otro lado, los Estados Unidos desde los años del presidente Clinton pretendieron liderar la expansión de la libertad en el mundo; sin embargo, la Iniciativa de las Américas y el ALCA fracasaron ante el surgimiento en América Latina de gobiernos adscritos al llamado «socialismo del siglo XXI», representados en el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla. El marxismo-leninismo, inspirador del castrismo y dogma para los movimientos guerrilleros de la década de los sesenta, fueron replegándose militarmente o devinieron con el tiempo en brazo armado del narcotráfico, como ocurrió en Colombia.

Fidel Castro hábilmente, en los años noventa, ante el colapso de la economía cubana, apostó por abrir la economía cubana a la inversión hotelera y el sector turismo; pero sobre todo optó por desarrollar otras estrategias políticas, alentando el posicionamiento de líderes sindicales como Lula en Brasil o caudillos militares como Hugo Chávez en Venezuela. Fidel Castro no tuvo reparo en recibir a Juan Pablo II en 1998, como muestra de apertura política y religiosa.

Mientras se desarrollaban reformas económicas en Rusia, en Europa se daban pasos seguros hacia la Unión Europea y el establecimiento del euro como moneda única. La Unión Europea incorporó a países de Europa del Este y amplió el radio de influencia de la OTAN, dejándose atrás el Pacto de Varsovia. La globalización de la economía se impuso en un contexto de conflictos nacionalistas o «guerras de baja intensidad», como la ocurrida en los Balcanes. El terrorismo internacional sorprendió al mundo en el 2001, así como la invasión de Irak marcó una época.

En el plano ideológico, los otrora partidos comunistas dejaron de lado las tesis de la dictadura del proletariado y la lucha de clases. El neomarxismo desde la academia y los organismos no gubernamentales desde la llamada «sociedad civil» ganan espacio político y desarrollan un nuevo discurso que se sintetiza en el derecho al aborto, la ideología de género, el matrimonio igualitario, la eutanasia, el cambio climático, la protección del medio ambiente, los Derechos Humanos y muchos campos más.

En un mundo marcado por el internet y las redes sociales, los multimillonarios o magnates de la globalización han decidido financiar los proyectos de cooperación internacional con una mirada supuestamente progresista. Fundaciones, ONG, gobiernos de Occidente y los organismos internacionales adscritos a la Unión Europea y al Sistema de Naciones Unidas cada vez están más alineados con conceptos ideológicos convertidos en fundamento de las novedosas políticas públicas diseñadas.

Si en el pasado el Fondo Monetario Internacional imponía Ajustes Estructurales en las economías de América Latina, hoy la cooperación internacional pretende virtualmente imponer políticas sesgadas que incluso pueden colisionar con las libertades fundamentales. Lo cierto es que todos aquellos que militaron en partidos y movimientos de izquierda marxista hace unas décadas; hoy son los gestores de organismos no gubernamentales presentes de modo hegemónico en el plano internacional y en la vida nacional de nuestros países.

En el Perú, los otrora integrantes de la Izquierda Unida que en 1985 postuló con poco éxito a Alfonso Barrantes Lingán a la presidencia de la República (frente a Alan García) son actualmente los líderes de la «costra caviar» que deciden la suerte de la política nacional. Diego García Sayán, desde una posición discreta, y Gustavo Gorriti, desde el Instituto de Defensa Legal, junto con decenas de ex militantes de la Izquierda Unida de los años ochenta y cuadros políticos y activistas más jóvenes, son los voceros de un sin número de ONG que pretenden erigirse en autoridad moral y censores de la política nacional.

Si Occidente equivocadamente creyó que los nacionalismos serían superados por el crecimiento económico, la reducción de la pobreza, la revolución tecnológica y el avance de la libertad en el mundo; ocurre lo mismo en el plano ideológico ante el avance de un globalismo avasallador financiado irresponsablemente, sobre todo «por los nuevos ricos» en tiempos de crecimiento del comercio internacional. La agenda de Naciones Unidas esconde una ideología que pretende imponerse por encima de valores fundamentales como la libertad humana y la familia.

El presidente Joe Biden está lejos de ser un líder que defiende la libertad, por ello su gobierno no tuvo reparo en acercarse y llegar a acuerdos con el dictador Nicolás Maduro, levantando parte importante de las sanciones económicas impuestas. Biden confió en que el gobierno venezolano convocaría a elecciones libres y transparentes. Hoy la tiranía de Caracas se mantiene fuerte, impidiendo la postulación de María Corina Machado a la presidencia; del mismo modo, Díaz Canel reprime al pueblo cubano, así como lo hace la pareja Ortega-Murillo en Nicaragua. Las tiranías deben ser depuestas en el mundo. Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas deben prevalecer. Es el momento de defendernos de las tiranías, del globalismo avasallador y de las nuevas formas de imperialismo.

José Antonio Torres Iriarte
Abogado y analista político

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