Mi relato
EL POTAJITO DE VERDURAS
ha sido publicado en la Revista Literaria Aguaviva.
Aquí se pueden descargar el PDF de la revista
REVISTA LITERARIA AGUAVIVA
Y, próximamente, será editado en formato fanzine.
La economía internacional aún no se recupera de los embates de la crisis sanitaria derivada del covid 19, que exigió a los gobiernos gastar los fondos de contingencia ahorrados durante los años de expansión económica o incluso a emitir inorgánicamente circulante a la economía, generando desequilibrios presupuestales y presiones inflacionarias.
Estados Unidos hoy tiene los índices más altos de inflación en los últimos cuarenta años, mientras que los países europeos en especial son afectados económicamente por la invasión de Rusia a Ucrania, que ha puesto al descubierto la dependencia energética y militar de la zona euro.
La economía china crece a tasas menores en un contexto de protesta social por la imposición de medidas extremas de control sanitario, mientras que el mundo constata las limitaciones de una globalización impulsada por la gran revolución tecnológica de las últimas décadas.
América Latina está marcada por la presiones inflacionarias, el aumento de la pobreza, la migración, el narcotráfico y la corrupción. Como región América Latina debe buscar un camino que afirme la institucionalidad democrática, que no desdeñe el crecimiento económico como instrumento esencial para reducir la pobreza y las desigualdades.
En ese contexto, Brasil a pocos días del inicio del tercer gobierno del presidente Lula y en un contexto de polarización política, merece ser analizado con atención. El P.T. sin contar con mayoría en el Congreso deberá buscar forjar una gran coalición política para dar estabilidad a un gobierno que no dispondrá con ingentes recursos fiscales propios de etapas de expansión económica y alza en los precios internacionales de las materias primas.
El presidente Lula no tiene el respaldo, ni goza de la aureola de popularidad que tuvo hace 20 años, cuando ganó las elecciones generales por primera vez, presentándose como el líder obrero que enfrentó abiertamente a la dictadura militar. El líder del PT, hoy con 77 años no puede negar que desde el gobierno de Brasil y luego de ser presidente, se convirtió en un gestor de negocios de las empresas constructoras brasileñas que se convirtieron en protagonistas de una red de corrupción en América Latina y otras partes del mundo. El presidente Lula no fue declarado inocente por la justicia de su país; sin embargo más allá de todo ha asumido la presidencia de un país gravitante en nuestra región.
Brasil con más de 215 millones de habitantes, con una clase media numerosa establecida en grandes ciudades, pero a la par con grandes desigualdades y altos níveles de pobreza sobre todo en el norte del país; debe acometer un proceso político que tenga como prioridad el logro de consensos y acuerdos entre las diversas fuerzas políticas.
En el plano internacional, la condición de país amazónico posesiona a Brasil como un actor importante en un escenario en el que la comunidad internacional impulsa políticas y destina mayores recursos en pro de paliar los efectos del cambio climático.
Nos preguntamos si en un contexto de dificultades, el presidente Lula declinará en asumir un liderazgo continental, o por el contrario reimpulsará el Foro de Sao Paulo con el claro propósito de confrontar con el liderazgo asumido por el Grupo de Puebla y Andrés Manuel López Obrador.
En el plano ideológico y político; las fuerzas del castrochavismo afirman su influencia en Cuba, Venezuela y Nicaragua especialmente; mientras que el MAS y Evo Morales tratan de influir en la política peruana y chilena, levantando las banderas de los pueblos originarios.
Por todo ello es válido preguntarse si el Partido de los Trabajadores de Brasil y Lula en particular declinarán, o por el contrario pretenderán asumir un rol rector en la política latinoamericana en los próximos años.
Por Ángel Delgado Silva
Sólo una tozudez monumental, estúpida y autodestructiva ha impedido acabar con la guerra en Ucrania. Tres años y medio después, los resultados son tan obvios e incontestables como un axioma. Rusia ha resistido las brutales sanciones económicas que pretendían ahogarla. Y, con éxito, ha bregado en lo militar. ¡Sí! Contra USA y la OTAN, parapetados tras el régimen de Kiev; ni más ni menos. No fue derrotada y, más bien, hoy ya nadie duda que vencerá.
Donald TRUMP lo reconoció con su estilo de tosca crudeza, apenas asumió la Presidencia de USA. Por cierto, no era el pacifismo idealista su motivación. A su juicio, el plan Make American Great Again será posible únicamente si amengua la tensión mundial. Concluir el conflicto ucraniano –dado el fracaso en sus objetivos y el inmenso volumen de recursos dilapidados– es un objetivo inmediato. La conditio sine qua non para alcanzar un nuevo orden internacional tripartito: China, EE. UU. y Rusia. Más seguro y viable para la humanidad.
Hoy es imposible negar que la hegemonía unipolar de USA –producto de la desintegración de la URSS y el ocaso comunista– no ha generado crecimiento sostenible ni ha pacificado el orbe. Al contrario, el belicismo incrementado toca las puertas del holocausto nuclear. Así mismo, en la escena cultural reverberan antagonismos ideológicos absolutos, que polarizan las sociedades como nunca, desde la Guerra Fría.
Sin embargo, los intereses responsables se niegan a un futuro diferente. Instalados en el complejo militar industrial de venta de armas, unos o en empeñados en la cruzada globalista woke por todo el planeta, otros, no quieren pacificación alguna. Por esa razón, sin escrúpulos no dudan en sacrificar a Ucrania, prolongar la masacre de su pueblo y convertir la guerra en una escalada mundial. Los dirigentes de la UE y el “estado profundo” de USA se oponen con descaro a los planes de TRUMP. Con todo presionan para comprometerlo en la conflagración. El presidente resiste hasta ahora. Pero tampoco tiene fuerza para imponer un alto al fuego. Toda la caterva de provocaciones guerreristas tiende a romper este impasse.
Mientras tanto, el frente militar ucraniano se derrumba por doquier. Rusia ha consolidado su presencia en el sudeste del país –Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia– con población rusófona, mayoritariamente. También ha destruido las instalaciones militares y energéticas de Ucrania. Pero lo novedoso e importante son las movilizaciones ciudadanas contra el gobierno de ZELENSKI, la corrupción generalizada, la incompetencia del Alto Mando, el reclutamiento forzado de la juventud. El pueblo está harto de esta guerra sin sentido ni fin, alentada por los neonazis del oeste ucraniano y las potencias europeas, empeñadas en confrontar con Rusia. Este frente interno, la retaguardia, se agrieta aceleradamente y será decisivo.
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