El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, aprobó el envío de las polémicas bombas de racimo existentes en los arsenales del Pentágono a Ucrania, país que sostiene violentos combates con Rusia.
La decisión fue tomada, pese a la prohibición legal existente para la producción, empleo y suministro de este tipo de armas, después de que organizaciones como Human Rights Watch (HRW) hayan pedido a Washington que no las suministre.
The Washington Post informó que la medida se produce en momentos en que los ucranianos están sufriendo una disminución en sus arsenales de munición de artillería convencional suministrada por Occidente.
Según HRW, tanto las fuerzas ucranianas como las rusas vienen utilizado bombas de racimo, un tipo de munición que está prohibido por la mayor parte de los países.
El asesor de la oficina presidencial de Ucrania, Mijailo Podoliak, defendió el suministro de bombas de racimo por parte de Estados Unidos e indicó que “los ‘activistas por los derechos humanos’ lanzan una agresiva campaña de lobby… no para expulsar a Rusia de Naciones Unidas, sino para torpedear el suministro de armas a Ucrania”.
Por su parte, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, indicó que corresponde a cada estado miembro de la Alianza, de manera individual, decidir si entrega bombas de racimo a Ucrania.
Las bombas racimo, también llamadas de dispersión, pueden causar diferentes daños, como perforar vehículos blindados con su carga explosiva, matar o herir a muchas personas de manera indiscriminada con sus fragmentos de metralla o producir incendios.
El Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos logró una alianza con el estado de Nebraska para ampliar el espacio de detención para “extranjeros criminales” detenidos por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).
Esta es la tercera alianza estatal que ICE logra luego de las prisiones de “Alligator Alcatraz” en Miami y “Speedway Slammer” en Indiana y la nueva instalación será apodada como “Cornhusker”.
En la mayor ofensiva aérea desde el inicio de la guerra, en febrero del 2022, las fuerzas de Rusia lanzaron más de 500 misiles y drones contra Kiev, la capital de Ucrania, dejando al menos 23 heridos y causando gran destrucción e incendios en zonas urbanas.
El alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, informó que las explosiones provocaron incendios, daños materiales y la caída de fragmentos de proyectiles en múltiples zonas residenciales. Agregó que 15 de los heridos fueron hospitalizados y otros cinco reciben atención ambulatoria.
Según Timur Tkachenko, jefe de la Administración Militar de la Ciudad de Kiev (KMVA), al menos 13 puntos de los distritos de Solomyanskyi, Svyatoshynskyi, Darnytskyi, Dniprovskyi y Shevchenkivskyi resultaron afectados. Agregó que entre los heridos se encuentran hombres y mujeres de entre 25 y 57 años, con lesiones como politraumatismos, quemaduras y heridas cortantes.
El ataque comenzó hacia las 21:30 horas (local) del jueves, e incluyó el uso de drones Shahed y misiles balísticos. Las defensas aéreas ucranianas fueron activadas repetidamente durante la noche.
En el distrito de Solomyanskyi, se registraron incendios en techos de edificios y vehículos incendiados en patios residenciales. En Darnytskyi cayeron fragmentos de drones. Algunos restos fueron hallados cerca de instituciones educativas y viviendas.
Estos ataques se producen luego de informarse de una charla que sostuvieron los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, de Rusia, Vladimir Putin. Ayer, el mandatario de Ucrania, Vladímir Zelensky, dijo haber acordado con Trump fortalecer la defensa aérea ucraniana.