La quiebra del Silicon Valley Bank y el Signature Bank ha causado desconcierto e incertidumbre en el sistema financiero en Estados Unidos, por lo que el presidente de este país, Joe Biden, intentó dar tranquilidad a la población.
“El sistema bancario es seguro, vuestros depósitos están seguros”, expresó el mandatario de EE.UU. tras la última bancarrota, la del Silicon Valley Bank, una entidad que servía a miles de empresas del sector tecnológico.
Esta última quiebra provocó un hundimiento fuerte en los mercados y el temor de que el problema produjera “contagio” en el sector bancario, algo que se concretó durante el fin de semana con una nueva quiebra.
La Reserva Federal y la Corporación Federal para la Garantía de Depósitos (FDIC, en sus siglas en inglés) anunciaron un plan para asegurar el acceso a sus depósitos a los clientes de ambos bancos, más allá de la cantidad máxima garantizada por ley, 250,000 dólares.
El plan de los reguladores, que incluye la creación de una entidad pública de préstamo para apuntalar la capacidad de los bancos para responder a la situación, busca cortar la “sangría” en el sector y evitar un colapso “sistémico” en la arquitectura financiera de la primera potencia mundial.
Por su parte, el Departamento del Tesoro y los reguladores federales insistieron en que no existía ningún riesgo para el sistema bancario en su conjunto que pudiera provocar una repetición del cataclismo de 2008, mientras se apresuraban a adoptar medidas contra la apertura de los mercados asiáticos para evitar una avalancha de bancos estadounidenses pequeños o regionales.
El Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos logró una alianza con el estado de Nebraska para ampliar el espacio de detención para “extranjeros criminales” detenidos por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).
Esta es la tercera alianza estatal que ICE logra luego de las prisiones de “Alligator Alcatraz” en Miami y “Speedway Slammer” en Indiana y la nueva instalación será apodada como “Cornhusker”.
En la mayor ofensiva aérea desde el inicio de la guerra, en febrero del 2022, las fuerzas de Rusia lanzaron más de 500 misiles y drones contra Kiev, la capital de Ucrania, dejando al menos 23 heridos y causando gran destrucción e incendios en zonas urbanas.
El alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, informó que las explosiones provocaron incendios, daños materiales y la caída de fragmentos de proyectiles en múltiples zonas residenciales. Agregó que 15 de los heridos fueron hospitalizados y otros cinco reciben atención ambulatoria.
Según Timur Tkachenko, jefe de la Administración Militar de la Ciudad de Kiev (KMVA), al menos 13 puntos de los distritos de Solomyanskyi, Svyatoshynskyi, Darnytskyi, Dniprovskyi y Shevchenkivskyi resultaron afectados. Agregó que entre los heridos se encuentran hombres y mujeres de entre 25 y 57 años, con lesiones como politraumatismos, quemaduras y heridas cortantes.
El ataque comenzó hacia las 21:30 horas (local) del jueves, e incluyó el uso de drones Shahed y misiles balísticos. Las defensas aéreas ucranianas fueron activadas repetidamente durante la noche.
En el distrito de Solomyanskyi, se registraron incendios en techos de edificios y vehículos incendiados en patios residenciales. En Darnytskyi cayeron fragmentos de drones. Algunos restos fueron hallados cerca de instituciones educativas y viviendas.
Estos ataques se producen luego de informarse de una charla que sostuvieron los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, de Rusia, Vladimir Putin. Ayer, el mandatario de Ucrania, Vladímir Zelensky, dijo haber acordado con Trump fortalecer la defensa aérea ucraniana.