“Este será un año nuevo distinto. ¡Ya no tenemos miedo!» exclamaban los habitantes de Wuhan, la ciudad china de cerca de 12 millones de habitantes donde en diciembre del 2019 se presentó el primer caso de COVID-19, que llevó a un largo confinamiento en todo el mundo.
No pudo haber mejor ocasión que el Año Nuevo chino para que la población exprese su alegría por la virtual derrota del coronavirus, que llegó a causar la muerte de más de 7.4 millones de personas y dejó 669 millones de contagiados.
Como se recuerda, las autoridades de Wuhan decidieron el 23 de enero de 2020 confinar la ciudad, un mes y medio antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considerara el virus como una pandemia mundial que provocó millones de muertos en el mundo.
Sin embargo, tres años después, la vida volvió a la normalidad en la mayoría de los países, incluido China, que anunció a principios de diciembre el final de la mayoría de sus restricciones sanitarias. Este lunes prácticamente no había ningún signo de la ciudad fantasma en que se convirtió Wuhan en enero de 2020. A pesar de un viento glacial, sus habitantes aprovechaban las vacaciones del Año Nuevo chino para ir de compras en los mercados o para pasearse por la orilla del río Yangtsé.
Algunas personas mayores hacían estiramientos, mientras que otros ciudadanos de Wuhan hacían volar cometas, tradición muy arraigada en China.
Otros visitaban el templo de Guiyuan, uno de los edificios más conocidos de la ciudad y abierto, por primera vez en los últimos tres años, para las vacaciones del Año Nuevo chino.
El Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos logró una alianza con el estado de Nebraska para ampliar el espacio de detención para “extranjeros criminales” detenidos por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).
Esta es la tercera alianza estatal que ICE logra luego de las prisiones de “Alligator Alcatraz” en Miami y “Speedway Slammer” en Indiana y la nueva instalación será apodada como “Cornhusker”.
En la mayor ofensiva aérea desde el inicio de la guerra, en febrero del 2022, las fuerzas de Rusia lanzaron más de 500 misiles y drones contra Kiev, la capital de Ucrania, dejando al menos 23 heridos y causando gran destrucción e incendios en zonas urbanas.
El alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, informó que las explosiones provocaron incendios, daños materiales y la caída de fragmentos de proyectiles en múltiples zonas residenciales. Agregó que 15 de los heridos fueron hospitalizados y otros cinco reciben atención ambulatoria.
Según Timur Tkachenko, jefe de la Administración Militar de la Ciudad de Kiev (KMVA), al menos 13 puntos de los distritos de Solomyanskyi, Svyatoshynskyi, Darnytskyi, Dniprovskyi y Shevchenkivskyi resultaron afectados. Agregó que entre los heridos se encuentran hombres y mujeres de entre 25 y 57 años, con lesiones como politraumatismos, quemaduras y heridas cortantes.
El ataque comenzó hacia las 21:30 horas (local) del jueves, e incluyó el uso de drones Shahed y misiles balísticos. Las defensas aéreas ucranianas fueron activadas repetidamente durante la noche.
En el distrito de Solomyanskyi, se registraron incendios en techos de edificios y vehículos incendiados en patios residenciales. En Darnytskyi cayeron fragmentos de drones. Algunos restos fueron hallados cerca de instituciones educativas y viviendas.
Estos ataques se producen luego de informarse de una charla que sostuvieron los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, de Rusia, Vladimir Putin. Ayer, el mandatario de Ucrania, Vladímir Zelensky, dijo haber acordado con Trump fortalecer la defensa aérea ucraniana.