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«La democracia debe ser defendida.» Por: José Antonio Torres Iriarte.

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El gobierno de Pedro Castillo, signado por la corrupción y la mala gestión; no ha cedido en su objetivo político de convocar a una Asamblea Constituyente y establecer las bases de un sistema político que emule otras experiencias latinoamericanas. Pedro Castillo ha hecho de la victimización un arma política, para compensar sus serias limitaciones y pretende ser reconocido en la comunidad internacional, como el «maestro rural de origen andino» que es desdeñado por los sectores plutocráticos de una manera sistemática.

América Latina durante el siglo XX fue marcada por movimientos sociales y políticos de frente único, que se propusieron impulsar programas antimperialistas y sociales; sin imponer dictaduras de largo plazo. Por otro lado los totalitarismos de corte fascista o comunista fueron parte de un proceso político latinoamericano marcado por golpes de Estado, largas dictaduras militares, procesos democráticos breves, reformas inconclusas, etapas de expansión económica, de recesión o ajustes económicos.

Más allá de las políticas de sustitución de importaciónes alentadas por la CEPAL o de las reformas de mercado emprendidas bajo el llamado «Consenso de Washington»; lo cierto es que hoy nuestra región aún no logra comprender que la verdadera revolución social debe apoyarse en el crecimiento sostenido de la economía y la focalización del gasto social. El Perú no ha logrado recuperar en la última década, la senda del crecimiento que lo convirtió en un referente de éxito, en los años del segundo gobierno del presidente Alan García.

No es posible gobernar desdeñando la buena gestión pública y dejando de lado el debate ideológico y político; para ello hace falta liderazgo, respuestas políticas y confrontación abierta con los extremismos de izquierda que en el Perú se expresan bajo diversas denominaciones. Las denominaciones o membresías políticas son lo menos importante, bajo la sombra del neomarxismo, del globalismo o de los conceptos más retrógados del marxismo ortodoxo se asocian militantes de viejo cuño, sindicalistas ávidos de poder y todos aquellos que sistemáticamente apoyaron la muerte, los fusilamientos y los campos de concentración de la otrora URSS, en la China de Mao o en la Cuba de los Castro.

Más allá de la aparente falta de disciplina y unidad partidaria hoy hacen política en el Perú, los que fueron parte del maoísmo senderista en los años ochenta, que pretendió replicar la llamada «revolución cultural» de la dictadura de Mao Tse Tung. La izquierda marxista o neomarxista latinoamericana tiene claro hacerse del poder en alianza con los representantes del globalismo, que tienen presencia hegemónica en organismos internacionales adscritos al Sistema de Naciones Unidas.

La complacencia con la que respaldan la dictadura de Díaz Canel en Cuba, la dictadura de Ortega en Nicaragua, el apoyo al tirano Nicolás Maduro, como a la vez la distancia con la que se observa la lucha del pueblo de Santa Cruz en Bolivia; ponen en evidencia los despropósitos que animan a quienes han encontrado un alto «rentismo político» desarrollando un discurso demagógico, supuestamente redentor de los pobres.

Hoy el Perú es gobernado por un político, sin propósito de escuchar, aprender o enseñar; Pedro Castillo es la más cabal expresión de la mediocridad y una ofensa para el magisterio nacional. Los pueblos deben ser educados, bajo los principios rectores de la libertad y el derecho a lograr el bienestar.

Las tiranías en América Latina han fracasado y los totalitarismos han causado estragos en la humanidad. El Perú recibe la visita de una delegación de alto nivel de la O.E.A, como respuesta a una petición expresa del gobierno peruano, que se ha propuesto distraer, ganar tiempo y legitimarse ante los gobiernos del hemisferio. Pedro Castillo desde los primeros días de gestión, trató de prescindir de todo control y fiscalización, por ello de una manera sospechosa gobernaba desde la «casa de Sarratea», inmueble convertido en sede de un gobierno que a través de la informalidad, pretendía dar muestras de austeridad y desinterés por el boato del Palacio de Gobierno.

La mentira, el cinismo, la victimización y la demagogia marcan el accionar de un político como Pedro Castillo, que exhibe como fortaleza su falta de experiencia y desconocimiento en materia económica, de gestión pública y relaciones internacionales. El Perú debe recuperar su liderazgo en la región, nuestro Servicio Diplomático debe alejarse de toda sujeción ominosa a un gobernante que deshonra al país.

La movilización de las fuerzas democráticas es necesaria, como a la par es indispensable que el Presidente del Congreso, tenga claro que preside el primer poder del Estado y no puede aceptar las imposiciones de un Primer Ministro sin credenciales democráticas. La democracia debe defenderse, más aún cuando se cierne una dictadura sobre el Perú.

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Mi opinión de la semana en FINDE NIUS (año 3 – finde 103)

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Mi opinión sobre las noticias de la semana FINDENIUS (Año 3, Finde 103 – 7/4/2024) – Hablo de: Marlon Brando, la venta de segunda mano, la Calima y mi recomendación videoclip de «Mala ft. Virginia Guantanamera» de TABAIBA

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«Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas», por José Antonio Torres Iriarte

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El comunismo internacional, adscrito a la Tercera Internacional, fue derrotado políticamente cuando cayó el «Muro de Berlín», se disolvió la URSS, se consumó la reunificación alemana y los países de Europa del Este abandonaron la planificación centralizada, optando por la democracia y la economía de mercado. Para un sector de los historiadores del siglo XX, la centuria anterior concluye en 1991, cuando tuvo su punto final la llamada «guerra fría».

Hoy el mundo comprueba cómo un líder autoritario como Vladimir Putin, enarbolando las banderas nacionalistas, decide invadir Ucrania bajo pretexto de defender la seguridad nacional ante el avance de la OTAN y una influencia cada vez mayor de Occidente en los territorios que fueron parte de la URSS o que pertenecieron a la zona de influencia soviética. Lo cierto es que ni la internacionalización de la economía ni la revolución tecnológica en curso han significado el fin de los nacionalismos en el mundo.

La Rusia de los Zares a inicios del siglo XX, posteriormente la Unión Soviética liderando la llamada «revolución bolchevique» en todo el mundo, ni el Ejército Rojo tomando Berlín en 1945, pueden ser negados como hechos relevantes en la historia del último siglo. La Federación Rusa ocupa el asiento que antes tuvo la Unión Soviética en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Si bien es cierto que la economía rusa ha quedado rezagada respecto a las principales economías globales, no puede olvidarse que Rusia sigue siendo una potencia nuclear.

En un escenario internacional cambiante, ha surgido la República Popular China con su enorme fuerza productiva y su cada vez mayor presencia en América Latina y África; así como también la India, con una población ligeramente mayor que China. Rusia no pretende ser actualmente un promotor del comunismo internacional en el mundo; sin embargo, no ha abandonado la cooperación y el asesoramiento militar en América Latina.

Por otro lado, los Estados Unidos desde los años del presidente Clinton pretendieron liderar la expansión de la libertad en el mundo; sin embargo, la Iniciativa de las Américas y el ALCA fracasaron ante el surgimiento en América Latina de gobiernos adscritos al llamado «socialismo del siglo XXI», representados en el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla. El marxismo-leninismo, inspirador del castrismo y dogma para los movimientos guerrilleros de la década de los sesenta, fueron replegándose militarmente o devinieron con el tiempo en brazo armado del narcotráfico, como ocurrió en Colombia.

Fidel Castro hábilmente, en los años noventa, ante el colapso de la economía cubana, apostó por abrir la economía cubana a la inversión hotelera y el sector turismo; pero sobre todo optó por desarrollar otras estrategias políticas, alentando el posicionamiento de líderes sindicales como Lula en Brasil o caudillos militares como Hugo Chávez en Venezuela. Fidel Castro no tuvo reparo en recibir a Juan Pablo II en 1998, como muestra de apertura política y religiosa.

Mientras se desarrollaban reformas económicas en Rusia, en Europa se daban pasos seguros hacia la Unión Europea y el establecimiento del euro como moneda única. La Unión Europea incorporó a países de Europa del Este y amplió el radio de influencia de la OTAN, dejándose atrás el Pacto de Varsovia. La globalización de la economía se impuso en un contexto de conflictos nacionalistas o «guerras de baja intensidad», como la ocurrida en los Balcanes. El terrorismo internacional sorprendió al mundo en el 2001, así como la invasión de Irak marcó una época.

En el plano ideológico, los otrora partidos comunistas dejaron de lado las tesis de la dictadura del proletariado y la lucha de clases. El neomarxismo desde la academia y los organismos no gubernamentales desde la llamada «sociedad civil» ganan espacio político y desarrollan un nuevo discurso que se sintetiza en el derecho al aborto, la ideología de género, el matrimonio igualitario, la eutanasia, el cambio climático, la protección del medio ambiente, los Derechos Humanos y muchos campos más.

En un mundo marcado por el internet y las redes sociales, los multimillonarios o magnates de la globalización han decidido financiar los proyectos de cooperación internacional con una mirada supuestamente progresista. Fundaciones, ONG, gobiernos de Occidente y los organismos internacionales adscritos a la Unión Europea y al Sistema de Naciones Unidas cada vez están más alineados con conceptos ideológicos convertidos en fundamento de las novedosas políticas públicas diseñadas.

Si en el pasado el Fondo Monetario Internacional imponía Ajustes Estructurales en las economías de América Latina, hoy la cooperación internacional pretende virtualmente imponer políticas sesgadas que incluso pueden colisionar con las libertades fundamentales. Lo cierto es que todos aquellos que militaron en partidos y movimientos de izquierda marxista hace unas décadas; hoy son los gestores de organismos no gubernamentales presentes de modo hegemónico en el plano internacional y en la vida nacional de nuestros países.

En el Perú, los otrora integrantes de la Izquierda Unida que en 1985 postuló con poco éxito a Alfonso Barrantes Lingán a la presidencia de la República (frente a Alan García) son actualmente los líderes de la «costra caviar» que deciden la suerte de la política nacional. Diego García Sayán, desde una posición discreta, y Gustavo Gorriti, desde el Instituto de Defensa Legal, junto con decenas de ex militantes de la Izquierda Unida de los años ochenta y cuadros políticos y activistas más jóvenes, son los voceros de un sin número de ONG que pretenden erigirse en autoridad moral y censores de la política nacional.

Si Occidente equivocadamente creyó que los nacionalismos serían superados por el crecimiento económico, la reducción de la pobreza, la revolución tecnológica y el avance de la libertad en el mundo; ocurre lo mismo en el plano ideológico ante el avance de un globalismo avasallador financiado irresponsablemente, sobre todo «por los nuevos ricos» en tiempos de crecimiento del comercio internacional. La agenda de Naciones Unidas esconde una ideología que pretende imponerse por encima de valores fundamentales como la libertad humana y la familia.

El presidente Joe Biden está lejos de ser un líder que defiende la libertad, por ello su gobierno no tuvo reparo en acercarse y llegar a acuerdos con el dictador Nicolás Maduro, levantando parte importante de las sanciones económicas impuestas. Biden confió en que el gobierno venezolano convocaría a elecciones libres y transparentes. Hoy la tiranía de Caracas se mantiene fuerte, impidiendo la postulación de María Corina Machado a la presidencia; del mismo modo, Díaz Canel reprime al pueblo cubano, así como lo hace la pareja Ortega-Murillo en Nicaragua. Las tiranías deben ser depuestas en el mundo. Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas deben prevalecer. Es el momento de defendernos de las tiranías, del globalismo avasallador y de las nuevas formas de imperialismo.

José Antonio Torres Iriarte
Abogado y analista político

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