Charlie cumplió cuatro años hace algunas semanas y durante toda su vida, no solo ha probado distintas calidades de croquetas, sino también ha visitado diferentes clínicas veterinarias. Respecto a su alimentación, Charlie hoy día consume Belcando, un producto alemán que contiene carne en gran porcentaje y es de alta calidad, según diversos especialistas. Sin embargo, antes de que decidamos quedarnos con este alimento, Charlie probó otros.
Durante casi todo su primer año, Charlie consumió croquetas marca Hills. El precio era tan elevado como la comida que actualmente consume en relación a otros alimentos de calidad baja. No obstante, cuando Charlie empezó a ser cuidado por uno de nuestros inquilinos, su vida cambió radicalmente. Durante todo ese año, Charlie empezó a consumir croquetas marca Dog Chow y, en algún momento, incluso, Pedigree. Claramente, esos doce meses no fueron de los mejores. Charlie convivía, además, con las otras tres mascotas del inquilino: un perro y dos gatos.
El inquilino jamás se interesó por llevarlo al médico veterinario a sus controles o por averiguar si Charlie tenía alguna enfermedad dermatológica o algo similar. La semana pasada le detectaron un ligero problema en la piel y me comentaron que era altamente probable que ese efímero malestar lo hubiera adquirido años atrás. Charlie en este momento está sano y su piel brilla como si fuera un peluche. Pero es inevitable no recordar lo descuidado que estuvo durante ese periodo. Por mi parte, estaba dedicado a un trabajo de tiempo completo que me consumía los domingos y feriados, así que era imposible haber podido cuidarlo.
Las cosas cambiaron apenas ese trabajo que tenía culminó. Considero que fue lo mejor que sucedió. Cambiamos las croquetas comunes por la marca española Dogxtreme. Su piel tuvo un nuevo impacto, parecía que era otro cachorro. Seguíamos con su mismo veterinario, por supuesto, pero empezamos a acudir más seguido. íbamos a la entonces llamada clínica Pancho Cavero ubicada en Barranco. Después continuamos yendo a la misma clínica, mas en su sede de Lince. Todo era perfecto hasta que un día me retrasé para recogerlo de su baño y cuando llegué, me hicieron pasar a una habitación en la que tenían a todos los perros en jaulas que estaban ubicadas como cubículos. Allí me percaté que ese fue el trato que había estado teniendo Charlie en esa clínica. No me gustó Continuamos asistiendo a Pancho Cavero en sus ambas sedes para sus vacunas y controles, mas no para sus baños. No me había podido percatar antes de que esa era la razón por la que cuando dejaba a Charlie para que lo bañaran, recién me avisaban que debía recogerlo tres o cuatro horas después. Era evidente: el baño no duraba ese tiempo, sino que mientras esperaba su turno, tenían a todos los perros como materiales de escritorio en un costado.
Un año después, descubrí a un excelente médico veterinario de nombre Augusto. Tenía por aquel entonces su veterinaria en Barranco bajo el nombre Little Paws. Sus precios eran más altos que en Pancho, pero su atención era personalizada. A mí me encantaba ir a ese espacio y cada vez que pudimos, estuvimos allí. Desafortunadamente, su ubicación lejana desde nuestra vivienda impidió que continuáramos visitándolo. Hoy, su clínica lleva su nombre y estuvimos allí a inicios de año, pero transportarnos en bus o taxi por casi una hora para llegar, nos hizo desistir.
Este 2025, un día luego de comprar el pan en Belgravia, panadería histórica en el distrito de Lince, nos cruzamos con el reconocido médico veterinario Francisco Cavero Alprecht. Cavero estaba junto a su esposa saliendo de un local ubicado a escasos metros de la panadería. Él, fiel a su amor por los animales, le sonrió a Charlie y yo, inmediatamente, procedí a saludarlo. No me dejó terminar mi saludo, pues nos invitó a visitarlo en unos meses a su nuevo local. Al instante, le pregunté qué sucedería con las otras clínicas veterinarias que llevaban su nombre y me explicó que nunca fueron de él, fueron solo franquicias. Ahí entendí el por qué del trato en aquellos lugares que llevaban su nombre. No tenían ese desprendimiento natural que una persona que ama a los animales siempre va a tener.
Luego de ello, viajé y mi hermana se quedó al cuidado de Charlie. Como estábamos aún en búsqueda de una clínica veterinaria que atendiera a Charlie como en casa, ella se encargó de hacer algunos filtros y así llegamos a Woof Spaw en San Isidro. La atención en baños y cortes de pelo es excelente, de hecho, lo hacen en habitaciones que están rodeadas por lunas y los propietarios podemos acompañar a nuestros hijos perrunos en todo momento, algo muy diferente a los otros lugares, donde los hacían pasar a un espacio aparte a puertas cerradas. El único impase con Woof es el tema comunicacional. En recepción mantienen a un joven que no sabe dar las explicaciones a detalle o, por ejemplo, no realiza pequeños pedidos de los clientes como cuando deseamos cambiar un correo electrónico para recibir los comprobantes de pago. Sí, es algo menor, pero sin duda, las buenas relaciones solo se sostienen con una buena comunicación. Como diría mi madre: «Ningún lugar es perfecto».