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«Hacia una transición democrática» Por: José Antonio Torres Iriarte

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El Perú afronta una severa crisis política en un contexto de incertidumbre internacional derivada de la crisis sanitaria y un escenario de guerra localizado en Europa, pero con consecuencias en los mercados internacionales de hidrocarburos y presiones inflacionarias en las economías europeas y en los Estados Unidos.

El gobierno de Pedro Castillo carece de iniciativa y de liderazgo; en algo menos de 9 meses se ha puesto al descubierto que existe una red de corrupción en el entorno presidencial más cercano, que ha generado que el Poder Judicial haya dictado mandato de detención preventiva por 36 meses contra el ex Secretario General de la Presidencia de la República (Bruno Pacheco) y los sobrinos del presidente.

El fracaso del gobierno se expresa en el aumento del desempleo y la pobreza; la caída de la inversión privada, la salida de capitales, la virtual parálisis de la inversión pública en todo el país; todo ello en un contexto de inflación, que impacta en los hogares de menores ingresos. La designación de sucesivos gabinetes y de funcionarios sin solvencia moral e incapacidad para la gestión pública, son una constante en un gobierno que dinamita la economía nacional y que carece de visión política para emprender un Programa de Emergencia frente a la crisis.

El Perú debe recuperar la senda del crecimiento, promover la inversión nacional y extranjera, alentar la producción minera, más aún en un contexto de alza de precios de los minerales en los mercados internacionales; dejando atrás las acciones antimineras en contra de proyectos estratégicos como Cuajone, las Bambas, Antamina y otros. El gobierno por un lado alienta la violencia contra actividades productivas esenciales y a la par no es capaz de dialogar con transportistas, agricultores y la población en general que se moviliza en defensa de la libertad y el derecho al bienestar.

La protesta ciudadana en Huancayo e Ica en particular ha sido contundente y la multitudinaria protesta en las calles de Lima (el 5 de abril) como consecuencia de la arbitraria imposición de un «toque de queda» durante 24 horas; en mi concepto representan hitos en la lucha de un pueblo por defender sus derechos frente a la amenaza totalitaria que se cierne sobre el Perú.

El Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla respaldan al gobierno de Pedro Castillo, del mismo modo Perú Libre y los extremistas de izquierda que forman parte del Movadef (brazo político de Sendero Luminoso). Es el momento de confrontar política e ideológicamente con todos aquellos que desde el marxismo ortodoxo, el neomarxismo, el maoísmo y el castrochavismo pretenden imponer un proyecto político autoritario financiado por el narcotráfico internacional con presencia en las tiranías de Cuba, Nicaragua y Venezuela en especial.

La asamblea constituyente es el arma política y el pretexto para imponer una tiranía en nuestro país; más aún cuando se atribuye falsamente la mala gestión y corrupción del actual gobierno a la vigencia del texto constitucional de 1993.

La renuncia o vacancia de Pedro Castillo por un lado y la renuncia de la Vice Presidenta Dina Boluarte (forma parte de la organización criminal «Los Dinámicos del Centro») abrirá el camino a la instalación de un gobierno de transición que convoque a elecciones generales, las mismas que deben ser organizadas por nuevas autoridades electorales en el plazo más breve. Dejemos atrás todo atisbo de dictadura.

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Mi opinión de la semana en FINDE NIUS (año 3 – finde 103)

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Mi opinión sobre las noticias de la semana FINDENIUS (Año 3, Finde 103 – 7/4/2024) – Hablo de: Marlon Brando, la venta de segunda mano, la Calima y mi recomendación videoclip de «Mala ft. Virginia Guantanamera» de TABAIBA

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«Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas», por José Antonio Torres Iriarte

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El comunismo internacional, adscrito a la Tercera Internacional, fue derrotado políticamente cuando cayó el «Muro de Berlín», se disolvió la URSS, se consumó la reunificación alemana y los países de Europa del Este abandonaron la planificación centralizada, optando por la democracia y la economía de mercado. Para un sector de los historiadores del siglo XX, la centuria anterior concluye en 1991, cuando tuvo su punto final la llamada «guerra fría».

Hoy el mundo comprueba cómo un líder autoritario como Vladimir Putin, enarbolando las banderas nacionalistas, decide invadir Ucrania bajo pretexto de defender la seguridad nacional ante el avance de la OTAN y una influencia cada vez mayor de Occidente en los territorios que fueron parte de la URSS o que pertenecieron a la zona de influencia soviética. Lo cierto es que ni la internacionalización de la economía ni la revolución tecnológica en curso han significado el fin de los nacionalismos en el mundo.

La Rusia de los Zares a inicios del siglo XX, posteriormente la Unión Soviética liderando la llamada «revolución bolchevique» en todo el mundo, ni el Ejército Rojo tomando Berlín en 1945, pueden ser negados como hechos relevantes en la historia del último siglo. La Federación Rusa ocupa el asiento que antes tuvo la Unión Soviética en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Si bien es cierto que la economía rusa ha quedado rezagada respecto a las principales economías globales, no puede olvidarse que Rusia sigue siendo una potencia nuclear.

En un escenario internacional cambiante, ha surgido la República Popular China con su enorme fuerza productiva y su cada vez mayor presencia en América Latina y África; así como también la India, con una población ligeramente mayor que China. Rusia no pretende ser actualmente un promotor del comunismo internacional en el mundo; sin embargo, no ha abandonado la cooperación y el asesoramiento militar en América Latina.

Por otro lado, los Estados Unidos desde los años del presidente Clinton pretendieron liderar la expansión de la libertad en el mundo; sin embargo, la Iniciativa de las Américas y el ALCA fracasaron ante el surgimiento en América Latina de gobiernos adscritos al llamado «socialismo del siglo XXI», representados en el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla. El marxismo-leninismo, inspirador del castrismo y dogma para los movimientos guerrilleros de la década de los sesenta, fueron replegándose militarmente o devinieron con el tiempo en brazo armado del narcotráfico, como ocurrió en Colombia.

Fidel Castro hábilmente, en los años noventa, ante el colapso de la economía cubana, apostó por abrir la economía cubana a la inversión hotelera y el sector turismo; pero sobre todo optó por desarrollar otras estrategias políticas, alentando el posicionamiento de líderes sindicales como Lula en Brasil o caudillos militares como Hugo Chávez en Venezuela. Fidel Castro no tuvo reparo en recibir a Juan Pablo II en 1998, como muestra de apertura política y religiosa.

Mientras se desarrollaban reformas económicas en Rusia, en Europa se daban pasos seguros hacia la Unión Europea y el establecimiento del euro como moneda única. La Unión Europea incorporó a países de Europa del Este y amplió el radio de influencia de la OTAN, dejándose atrás el Pacto de Varsovia. La globalización de la economía se impuso en un contexto de conflictos nacionalistas o «guerras de baja intensidad», como la ocurrida en los Balcanes. El terrorismo internacional sorprendió al mundo en el 2001, así como la invasión de Irak marcó una época.

En el plano ideológico, los otrora partidos comunistas dejaron de lado las tesis de la dictadura del proletariado y la lucha de clases. El neomarxismo desde la academia y los organismos no gubernamentales desde la llamada «sociedad civil» ganan espacio político y desarrollan un nuevo discurso que se sintetiza en el derecho al aborto, la ideología de género, el matrimonio igualitario, la eutanasia, el cambio climático, la protección del medio ambiente, los Derechos Humanos y muchos campos más.

En un mundo marcado por el internet y las redes sociales, los multimillonarios o magnates de la globalización han decidido financiar los proyectos de cooperación internacional con una mirada supuestamente progresista. Fundaciones, ONG, gobiernos de Occidente y los organismos internacionales adscritos a la Unión Europea y al Sistema de Naciones Unidas cada vez están más alineados con conceptos ideológicos convertidos en fundamento de las novedosas políticas públicas diseñadas.

Si en el pasado el Fondo Monetario Internacional imponía Ajustes Estructurales en las economías de América Latina, hoy la cooperación internacional pretende virtualmente imponer políticas sesgadas que incluso pueden colisionar con las libertades fundamentales. Lo cierto es que todos aquellos que militaron en partidos y movimientos de izquierda marxista hace unas décadas; hoy son los gestores de organismos no gubernamentales presentes de modo hegemónico en el plano internacional y en la vida nacional de nuestros países.

En el Perú, los otrora integrantes de la Izquierda Unida que en 1985 postuló con poco éxito a Alfonso Barrantes Lingán a la presidencia de la República (frente a Alan García) son actualmente los líderes de la «costra caviar» que deciden la suerte de la política nacional. Diego García Sayán, desde una posición discreta, y Gustavo Gorriti, desde el Instituto de Defensa Legal, junto con decenas de ex militantes de la Izquierda Unida de los años ochenta y cuadros políticos y activistas más jóvenes, son los voceros de un sin número de ONG que pretenden erigirse en autoridad moral y censores de la política nacional.

Si Occidente equivocadamente creyó que los nacionalismos serían superados por el crecimiento económico, la reducción de la pobreza, la revolución tecnológica y el avance de la libertad en el mundo; ocurre lo mismo en el plano ideológico ante el avance de un globalismo avasallador financiado irresponsablemente, sobre todo «por los nuevos ricos» en tiempos de crecimiento del comercio internacional. La agenda de Naciones Unidas esconde una ideología que pretende imponerse por encima de valores fundamentales como la libertad humana y la familia.

El presidente Joe Biden está lejos de ser un líder que defiende la libertad, por ello su gobierno no tuvo reparo en acercarse y llegar a acuerdos con el dictador Nicolás Maduro, levantando parte importante de las sanciones económicas impuestas. Biden confió en que el gobierno venezolano convocaría a elecciones libres y transparentes. Hoy la tiranía de Caracas se mantiene fuerte, impidiendo la postulación de María Corina Machado a la presidencia; del mismo modo, Díaz Canel reprime al pueblo cubano, así como lo hace la pareja Ortega-Murillo en Nicaragua. Las tiranías deben ser depuestas en el mundo. Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas deben prevalecer. Es el momento de defendernos de las tiranías, del globalismo avasallador y de las nuevas formas de imperialismo.

José Antonio Torres Iriarte
Abogado y analista político

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