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La agonía de tres astronautas que no iban a regresar vivos

La más grande tragedia de la carrera espacial de la antigua EXURSS. Los cosmonautas de la Salyut 11 regresaron muertos
Hace medio siglo, la nave espacial Soyuz 11 viajó el espacio para consumar una hazaña. Tripulada por los cosmonautas Vladislav Vólkov, Gueorgui Dobrovolski y Viktor Patsáyev, tenía como misión acoplar la nave a la primera estación espacial de la historia, la Salyut 1, entrar en ella, habitarla, reparar lo que hiciese falta, reorientar sus instrumentos, vivir la primera experiencia de vida humana prolongada en el espacio y volver para contarlo.
Soyuz 11 partió a la aventura el 6 de junio de 1971. Logró la hazaña que, dadas las circunstancias, tuvo características de milagro, y regresó a Tierra un 29 de junio de hace hoy cincuenta años
El fracaso de la Soyuz 11 retrasó en dos años el programa espacial de la URSS, obligó a rediseñar el proyecto y las naves Soyuz y condenó a muerte a la estación espacial Salyut 1, que fue desviada de su órbita, reorientada y obligada a caer en el mar.
Muy mal desde antes.
La Soyuz 10 había fracasado en su misión de entrar a la Salyut 1. Se había acoplado, en abril de aquel fatídico 1971, pero su tripulación no pudo ingresar a la estación espacial. El sistema de acoplamiento se dañaba con una presión equivalente a 130 kilos, mientras que durante la maniobra de unión debía soportar entre 160 y 200 kilos. La pieza que se deformaba con el peso fue reforzada para la Soyuz 11. Esta vez, todo iba a salir bien.
Pero es que todo había empezado mal. Ni Vólkov, ni Dobrovolski, ni Patsáyev debieron haber tripulado la Soyuz 11. El equipo original estaba formada por otros astronautas: Aleksei Leónov, Valeri Kubásov y Piotr Kolodin. Pero el 3 de junio, días antes del viaje espacial, una radiografía de Kubásov mostró una mancha en uno de sus pulmones.
Los médicos temieron tuberculosis y le prohibieron volar. Según las reglas del programa espacial soviético, si se descartaba a un cosmonauta, cualquiera fuese la razón, se descartaba a la tripulación entera. Así llegaron a la Soyuz 11 Vólkov, Dobrovolski y Patsáyev. Y así salvaron la vida sus tres camaradas.
El acoplamiento
Los tripulantes de Soyuz 11 se acoplaron a Salyut 1 el 7 de junio y de modo automático. La pieza rebelde que antes se deformaba, resistió y la primera parte de la hazaña estuvo cumplida. Los tres entraron a Salyut 1, encendieron el sistema de regeneración de aire y cambiaron un par de ventiladores que funcionaban a regañadientes.
Sin embargo, a bordo de Salyut las cosas no iban bien. Vólkov, Dobrovolski y Patsáyev no siguieron el programa de entrenamiento imprescindible para paliar los efectos de la falta de gravedad. De modo que el 9 de junio, por el sistema de televisión que enlazaba la estación con el centro de control, se les “recordó” la necesidad de realizar esos ejercicios, con el abanico de matices que el régimen soviético adjudicaba a la palabra “recordar”. Pero el reto sirvió de poco. Lo que en el control de la misión sabían es que las relaciones entre los cosmonautas eran pésimas.
Fricciones
El comandante, Dobrovolski, de 43 años con una enorme responsabilidad a cargo, entraba en fricciones constantes con Vólkov, un ingeniero de vuelos de 35 años que ya había participado de otra misión espacial, sentía que debía comandar esta y que, en cambio, había sido desplazado por un astronauta mayor, pero novato si se hubiese tenido en cuenta su propia experiencia.
A las discusiones constantes entre los dos pilotos se sumaron algunos hechos extraños: el 16 de junio, un misterioso incendio en la estación Salyut 1 casi provoca una evacuación de emergencia. Y luego hubo algunas discusiones fuertes entre Dobrovolski y Vólkov por la avería del telescopio principal, con una tapa que funcionaba, como todo en aquella experiencia espacial, a tropezones.
La misión se acortó. Para frenar ese clima de trinchera, las autoridades ordenaron el regreso de la Soyuz 11 el 30 de junio, cuando la fecha inicial del retorno estaba prevista para el 7 de julio, un mes después del lanzamiento. Mientras, se adelantaba la partida de la Soyuz 12 para el 20 de julio.
Operación retorno
El 29 de junio los tres cosmonautas dejaron la estación espacial Salyut 1 y se metieron en la nave Soyuz 11 para regresar a Tierra. Al cerrar la escotilla un sensor dictaminó que el cierre no era hermético. Desde el control de la misión aconsejaron repetir la operación, pero recién después de varios intentos el sensor dejó de lanzar su bip de advertencia.
La Soyuz se separó de Salyut e inició su descenso. Hubo tiempo incluso para una broma. El control en tierra advirtió a los pilotos que, dada su condición física y la pérdida de masa muscular por la ingravidez, no intentarían ponerse de pie al llegar a la Tierra: tendrían que ser cargados en brazos, como bebés. El comandante Dobrovolsky soltó: “Nos vamos a sentar y a dejar que ustedes hagan todo el trabajo”.
Hasta entonces, todo marchaba normal dada la misión, a los tumbos y con buena suerte. En el momento de la separación de la nave con la estación espacial, los tres se dieron cuenta de inmediato de la fuga de aire gracias al sonido que producía el escape, y sus pulsaciones se dispararon.
Llegaron muertos
Apagaron el sistema de radio para localizar la fuente del sonido y el sitio de la pérdida. La encontraron en la válvula ubicada sobre el asiento de Patsáyev. Las medidas de emergencia decían que, en veinte segundos, la pérdida debía estar controlada, pero en los entrenamientos los cosmonautas tardaban entre treinta y cuarenta segundos. La demora habría sido nada, si los cosmonautas hubiesen vestido un traje espacial que les proveyera el oxígeno faltante. Pero no, no lo tenían.
Las posteriores investigaciones calcularon que veinte segundos después de iniciada la pérdida, la presión en el interior de la nave había caído tanto que los astronautas debían estar ya inconscientes. A los cincuenta segundos, las pulsaciones de Pátsayev habían caído a 42 por minuto. A los ciento diez segundos, los corazones de los tres tripulantes se habían detenido.
Dobrovolski, Patsáyev y Vólkov fueron declarados héroes nacionales de la URSS. Después de un funeral de Estado, fueron enterrados en el Kremlin.
INFOBAE.COM
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Un Estado moderno se define por su capacidad de convertir gasto en bienestar

Pese a que el gasto público creció 95 % en una década, los avances en salud, educación y reducción de la pobreza son mínimos. Para Mónica Muñoz-Nájar, especialista de REDES, se requieren reformas urgentes en gestión y planificación estatal.
Mónica Muñoz-Nájar, coordinadora de Proyectos y Políticas Públicas de la Red de Estudios para el Desarrollo (REDES), señaló que el Estado peruano ha incrementado su gasto en 95 % entre 2015 y 2025, con aumentos del 120 % en educación y 125 % en salud, según datos del Ministerio de Economía y Finanzas. Sin embargo, los resultados son limitados: solo el 32,8 % de los estudiantes de cuarto grado alcanza niveles satisfactorios en lectura (ENLA 2024), y la pobreza no se reduce pese al mayor gasto en programas sociales. «El problema no es la falta de recursos, sino la falta de capacidad de gestión y visión a largo plazo», advierte.
Asimismo, destaca que el gasto en planillas creció 155 %, pero no se refleja en mejoras tangibles. Por ejemplo, el 97 % de los centros de salud carece de capacidad instalada adecuada. Además, el déficit fiscal supera los límites legales, lo que podría llevar a recortes en servicios esenciales. «Un Estado moderno no se define por cuánto gasta, sino por su capacidad de transformar ese gasto en bienestar real para la población», sostiene.
Finalmente, Muñoz-Nájar propone reformas institucionales, como profesionalizar el servicio civil y simplificar procesos, para que el mayor presupuesto se traduzca en mejores servicios. «Mientras la gestión pública siga atrapada en decisiones improvisadas y estructuras débiles, ningún presupuesto alcanzará», concluye.
Fuente: La República
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Línea 3 del Metro de Lima no llegará a Ancón en el paquete de inversiones 2025-2026

El MEF priorizó la ejecución del tramo hasta Comas, excluyendo distritos como Carabayllo, Puente Piedra y Ancón. Felipe Castillo, exalcalde de Los Olivos, exige su ampliación para mejorar la conectividad en Lima Norte.
El paquete de inversiones 2025-2026 del MEF, que incluye 40 megaproyectos por US$9,960 millones, no contempla la ampliación de la Línea 3 del Metro de Lima hasta Ancón. El proyecto, de 34.8 km y 28 estaciones, terminará en Comas, dejando fuera a distritos como Carabayllo, Puente Piedra y Santa Rosa.
Felipe Castillo, exalcalde de Los Olivos, cuestionó la decisión: «¿Dónde está el derecho de Lima Norte? Esta ampliación es urgente para el acceso a educación, salud y empleo». La obra, que beneficiará a 5 millones de personas, operará con trenes eléctricos automatizados y se conectará con las Líneas 1 y 2. El MTC mantiene el diseño original de hace una década, pese a reclamos por mayor cobertura en zonas norteñas.
Fuente: Agenda País
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