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Arte y Cultura

Ministerio de Cultura recibió 76 bienes culturales repatriados por parte del Ministerio de Relaciones Exteriores

Limaaldia.pe

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Se encuentran ceramios, textiles y otros tipos de piezas de nuestro legado arqueológico e histórico-artístico, retornaron de Argentina, Bélgica, Estados Unidos y Suiza.

El Ministerio de Cultura recibió esta mañana, un total de setenta y seis (76) bienes culturales repatriados de Argentina, Bélgica, Estados Unidos y Suiza, en ceremonia de entrega oficial realizada en el Centro Cultural Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Se trata de setenta y tres (73) piezas arqueológicas pertenecientes a los estilos prehispánicos Moche, Nasca, Wari, Chimú, Chancay, Lambayeque, Casma, Chimú-Inca, Inca y de la Costa Central, que retornaron de los cuatro países mencionados; así como de tres (3) bienes culturales histórico-artísticos de la época virreinal, traídos de Argentina.
Cabe anotar que, a todo este conjunto de piezas repatriadas, se sumó también la entrega de catorce (14) recreaciones modernas de bienes culturales, que volvieron de Estados Unidos.
Encabezaron la reunión, la viceministra de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales del Ministerio de Cultura, Haydee Rosas Chávez y el viceministro de Relaciones Exteriores, Embajador Ignacio Higueras Hare.
Al hacer uso de la palabra, la viceministra Rosas Chávez, destacó que, en esta entrega, “se trata en su mayoría, de casos de devoluciones voluntarias de instituciones y de personas naturales, las cuales sería muy alentador pensar, que constituyen evidencias de una mejor conciencia a nivel internacional, sobre el trascendental valor que tienen los bienes culturales para los pueblos que los generaron, a los que pertenecen, y de los que nunca debieron salir”.
Luego de ello, se procedió a la suscripción del acta de bienes culturales repatriados por parte de ambas autoridades ministeriales.
Debemos resaltar que las piezas de cerámica, los textiles, las orfebrerías y demás tipos de bienes que conforman este grupo, dan cuenta de la riqueza artesanal de las sociedades prehispánicas señaladas, cuyos artífices las elaboraron como expresión de su sensibilidad y su concepción de la realidad en nuestro pasado andino.
La Dirección General de Defensa del Patrimonio Cultural, realizará las gestiones ante las instancias pertinentes, para la declaratoria y posterior registro de los bienes culturales repatriados.
Debemos destacar que estas recuperaciones, son producto de un trabajo coordinado entre el Ministerio de Cultura y el Ministerio de Relaciones Exteriores, con el importante apoyo de entidades aliadas, y que, además, se producen en el marco vigente de aplicación de los acuerdos tomados por la Comisión Multisectorial, denominada “Comisión Nacional para la protección y recuperación de los bienes muebles integrantes del Patrimonio Cultural de la Nación”.
El Ministerio de Cultura expresa su plena satisfacción por el retorno de tan valiosos bienes de nuestro legado prehispánico y colonial, que da cuenta del óptimo cumplimiento de una de sus más importantes misiones institucionales, y en ese sentido, ratifica su compromiso de seguir trabajando activamente por la recuperación del Patrimonio Cultural Mueble que salió ilícitamente del país.
EL PATRIMONIO CULTURAL RECUPERADO
DE ARGENTINA
Treinta y uno (31) bienes arqueológicos (vasijas de cerámica, instrumentos de tejido, piezas de metal, sandalias de fibra vegetal, una honda y un fragmento textil), y tres (03) bienes histórico-artísticos (vasos de madera de la época virreinal), devueltos voluntariamente por los herederos de la fallecida arqueóloga Isabel Pereda.
DE BÉLGICA
Dos (02) bienes arqueológicos (vasija y escultura de cerámica), devueltos voluntariamente a través de la Embajada Peruana en España, por la ciudadana Poppy Scloum y su hermano Gilles Casterman, quienes los heredaron de su abuelo, un diplomático belga que prestó funciones en el Perú, entre los años 40 y 50.
DE SUIZA
Dieciocho (18) bienes arqueológicos (vasijas, esculturas de cerámica e instrumentos textiles), devueltos voluntariamente por un ciudadano que los poseía, a través del Grupo Especializado para la Transferencia Internacional de la Propiedad Cultural de la Oficina Federal de Cultura de Suiza.
DE ESTADOS UNIDOS
Cuatro (4) bienes arqueológicos (dos botellas, una olla y un cántaro), devueltos voluntariamente por el Instituto de Artes del Condado del Middlesex – New Jersey, que los recibió como donación por un coleccionista fallecido, que las recolectó en las afueras de Lima en la década del 60.
Trece (13) bienes arqueológicos (nueve textiles, un instrumento textil y tres restos óseos), devueltos voluntariamente por el Museo Field de Historia Natural de Chicago.
Cinco (5) bienes arqueológicos (piezas de cerámica), incautados por personal de control del Aeropuerto Internacional de Miami, según información del Homeland Security Investigations.



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Pelusa

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Pelusa llegó a mi vida de casualidad. Tenía apenas un mes de nacida cuando un día, de pronto, obligué a mi madre a ingresar a una tienda de mascotas mientras caminábamos rumbo a casa. No recuerdo el nombre de la tienda, pero era muy conocida en aquella época en el Centro Histórico de Trujillo. La tienda ofrecía todo tipo de productos para mascotas y era de las más visitadas en la ciudad. Con mamá, me sentía muy seguro de que ese día se cumpliría mi sueño: tener mi primer perro. Y así fue. Esa mañana, mamá separó con cincuenta soles a un Chow Chow hembra de la que me había enamorado perdidamente. Me impactó su pelaje, su peso y su mirada. Era imposible que no me gustara, pues entre todos los cachorros, ella era la que tenía más energía. Nadie se despegaba de su jaula, pues su lengua morada nos dejaba anonadados. Pero ella ya tenía dueño y ese era yo. Probablemente, ella no lo sabía, pero yo sí y estaba muy contento por ello. Ese día, llegué a casa absolutamente feliz, aunque no del todo satisfecho porque mi plan aún estaba a la mitad. Había conseguido que mamá separara a la cachorra con una inicial, pero no la habíamos llevado a casa del todo todavía.

Ese mismo día, por la tarde, hice una de las actividades más atípicas en mi vida: llamar a papá. Le dije que tenía ganas de verlo, que quería salir. Él asintió rápidamente. Lo que tal vez nunca imaginó fue que lo llevaría a la tienda de mascotas donde la cachorra Chow Chow nos estaba esperando. Ni bien llegamos al comercio, no me despegué de la jaula donde estaba la cachorra. Había que pagar el diferencial. Ya se había pagado cincuenta soles, solo faltaban ciento cincuenta. Papá hizo el pago y por fin, la tranquilidad volvió a mi cuerpo. Oficialmente, tenía a mi primera mascota. Papá pidió el taxi y nos fuimos directo a casa. Llegamos, le agradecí nuevamente y me despedí. La pocas veces que me había visto con papá siempre me dejaba en la puerta y ese día no fue la excepción. Se fue y yo ingresé con mi nueva adquisición en brazos plenamente feliz. A los minutos, decidí darle un nombre. Se llamaría Pelusa. Le puse así porque su cuerpo estaba conformado por pelusas, básicamente. Pelusa era la nueva integrante de la familia.

Su vida no fue fácil. Si bien tuvo las mejores atenciones durante sus primeros años, luego las cosas cambiaron. Continuó comiendo comida casera y croquetas de calidad, pero yo ya no estaba con ella. Mudarme a Lima nos separó radicalmente. Nuestro vínculo se perdió. No sé si me extrañaba, pero yo sí, aunque no me gustaba mostrarlo. Aquí mis días se volvieron solitarios y nunca más regresé a tener una mascota hasta hace cuatro años. La vida volvió a cruzarme con un perro el 2021. Charlie, de raza Jack Russell, aterrizó en octubre de 2021 en mi vida y se convirtió en mi mejor amigo de forma completa hace un par de años. Pelusa falleció dos años después de que me mudé a Lima. Me enteré que mi tía «la hizo descansar» por su estado de salud. Nunca quiso ahondar en el tema. Me pareció correcto, yo aún estaba en la secundaria y no era lo suficientemente solvente como para haber pedido que se respetara alguna decisión que habría podido tomar desde Lima.

Con Pelusa compartí los últimos años de mi infancia. Ella estuvo en ese intervalo: entre mi niñez y el inicio de mi adolescencia. ¿Cómo olvidarla? Nuestras salidas al parque, sus baños en el techo de la casa, nuestros juegos permanentes durante el día, siempre van a perdurar en mis más íntimos recuerdos. Y claramente, hoy que soy un adulto, soy plenamente consciente de lo que implica la tenencia de una mascota. Con Charlie no hay vacuna que me olvide o fecha en la que debamos ir a su control veterinario y no esté puntual. Las cosas han cambiado y me alegra. Charlie, quizás, a veces pienso, podría ser Pelusa reencarnada. Jamás lo sabré, pero hoy día sigo dando todo por él. Hasta pronto, Pelusa. Bienvenido, Charlie.

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Arte y Cultura

Tresor

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Era octubre de 2022, estaba en Berlín y quería ir a un club de techno a bailar un rato. A pesar de no disfrutar ese subgénero de la música electrónica, quería tener la experiencia de estar en un club undeground. Y no era para la foto del recuerdo, pues, de hecho, luego de las dos veces que fui nunca compartí ningún contenido en redes sobre esa experiencia. La única razón por la que quería ir era por curiosidad. Y claro, no quería ir solo.

Unos días antes había conocido en el Museo de Pérgamo a Max, un joven estadounidense radicado en Nueva York, que esos días se encontraba realizando turismo en Berlín. Él era actor y se encontraba de vacaciones. Habíamos intercambiado números y ni bien volvimos a conversar, me propuso ir a un club. Como en la capital alemana, el mayor número de clubs son de techno, no hizo falta preguntar qué tipo de establecimiento era. Estaba emocionado.

Llegó el sábado y era el día en el que Max y yo nos veríamos para salir a bailar. Me preguntó si ya estaba listo y le respondí que sí. Me pidió que le enviara una foto de la ropa que usaría. Me pareció algo extraño su pedido, pero lo hice. Luego de un par de minutos me dijo que cambie mi ropa y use algo más oscuro. Lo llamé porque no entendía y me dijo que si no usaba ropa negra, sería difícil que me permitieran el ingreso. Tenía un polo negro y zapatillas marrones. No tenía pantalón de ese color, pero sí un short. Me cambié y salí rápido con dirección al club.

El lugar estaba a un par de cuadras del departamento donde me estaba hospedando. Ya tenía el visto bueno de Max, así que no lo volví a llamar hasta que llegué a la puerta. Había una fila de alrededor de veinte personas. Miré con detenimiento los rostros de cada una de ellas y ninguno coincidía con el de Max. Mi celular empezó a vibrar. Revisé el Whatsapp y era Max. Él ya estaba adentro. Me envió la lista de los DJs que tocaban aquella noche y me dijo que me lo memorizara. Me advirtió que podía preguntarme el señor de seguridad alguna información sobre el evento de ese día y era mejor que estuviera informado.

Yo no hablaba nada de alemán. Admito que mi inglés es bueno, pero definitivamente, no es perfecto. En la fila estaba solo mirando la pantalla de mi teléfono mientras veía que la seguridad hacía pasar a la mayoría. Vi que a un par de chicos no los hicieron pasar, me asustó terminar así, pero continué en silencio. Llegó mi turno, el señor de seguridad me habló fuerte para preguntarme si era mi primera vez en Tresor. Asentí. No me había preguntado nada más, pero fiel a mi forma de ser, le dije a quiénes venía a ver ese día. Ni siquiera me prestó atención, solo me hizo pasar.

«Son diez euros, solo cash», me dijo una de las señoritas en el ingreso. Esa era otra de las cosas que me había advertido también Max. Me había explicado con claridad que solo aceptaban efectivo. Max, pese a que era su primera vez en Alemania y Europa en general, estaba lo suficientemente informado sobre las dinámicas del país germánico. Pagué, le pusieron un sticker a mi teléfono en la parte de la cámara y me dejaron entrar. Había un aviso que especificaba que estaban prohibidas las fotos y videos en el interior.

Lo primero que me encontré en el club, casi en la entrada, fue una mesa en la que vendían desodorantes. Después estaba el guardarropa y, finalmente, la barra. Yo seguía con mi teléfono pendiente de cualquier mensaje de Max. Ya le había comunicado que estaba dentro, pero no respondía. Estaba en el medio del pasillo, antes de entrar a uno de los ambientes donde la música explotaba, cuando una chica semidesnuda se cruza delante de mí. La noche en Tresor recién empezaba.

Estuve cerca de tres horas rodeado de techno en una sala oscura. Había cuerpos de todo tipo a mi alrededor. La mayoría de ellos sin polo, debido al calor excesivo que había. Por mi parte, miraba con atención al público. En realidad, trataba de verlo, pues la atmósfera me impedía hacerlo debido a que la luz era prácticamente nula. A los DJs nunca los vi, estaban en la parte de adelante y yo estaba casi en la puerta de la salida.

A Max lo encontré casi cuando la fiesta iba a culminar. Había estado con otras personas divirtiéndose y eso no significaba necesariamente que había estado bailando. Max estaba feliz, yo estaba satisfecho. Salimos juntos. A la salida, un grupo de chicos quiso tomarse una foto a escasos metros del club, la seguridad no lo permitió. Max y yo nos despedimos y quedamos en seguir recorriendo la ciudad al día siguiente. La noche en Tresor había culminado.

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