Su sexto libro, es una obra autobiográfica que acaba de ser incorporada a la plataforma mundial de Amazon Libros.
El galardonado periodista peruano César Augusto Dávila, con más 60 años de trayectoria profesional, acaba de publicar su quinto libro, esta vez en formato digital e-book, y nada menos que en la plataforma internacional de Amazon.
“Perro mundo: Reportaje a la vida”, es una publicación biográfica que inicialmente sería de crónicas memorables que definieron la identidad del Perú, una mezcla de situaciones y personajes entrelazados a lo largo de los años que tendría un reportaje extendido al autor. Sin embargo, al abrir esta suerte de caja de pandora, conversando mucho y recordando más, los editores entendieron que en muchas de las historias, él era testigo de excepción. Así, se decidió cruzar la línea de los relatos para ingresar a los recuerdos más íntimos del escritor.
César Augusto Dávila ha sido soldado de caballería, boxeador, actor de teatro, libretista de programas de TV y director de algunos de los diarios más importantes del Perú. A lo largo de su aventurera vida ha entrevistado a presidentes, líderes revolucionarios, reinas de belleza y avezados delincuentes, entre otros variopintos personajes. Ha recibido múltiples condecoraciones y reconocimientos por su dilatada carrera profesional, así como por su fina pluma.
NACE “PERROMUNDO”
Con una trayectoria periodística que inició en 1964, en el diario “Última Hora”, posteriormente César Augusto Dávila debutaría con éxito como columnista, comentando con gran sentido del humor chismes y comentarios del ambiente social. Así nació la columna que lo lanzaría a la fama, basado en una película documental italiana que presentaba grandezas y miserias del acontecer de la época, generando furor en las salas cinematográficas de Lima y de todo el mundo. Con una carrera periodística en ascenso, abriendo nuevos capítulos y cerrando otros en su vida, siguió siendo –inevitablemente–, “Perro mundo”, para siempre.
Muchos de los personajes que aparecen en esta obra eran verdaderos representantes de la magia del enigma, de los rincones del alma, de la sinrazón razonada, de lo único e irrepetible. Cada uno de ellos, atesoraba una riqueza de vida que los mantiene aquí, aún después de la muerte. El brillo en sus ojos iluminaban sus interminables coloquios en el café bar “Mario”, la alegría de sus voces encendían las noches cantando un vals jaranero al ritmo de cajón en “El Callejón del Buque”. Era todo aquello que se vivía (y bebía) en ésa Lima de los años 60. Un maravilloso viaje que inició en “Última Hora”, primero como practicante, para luego ser ascendido por Bernardo Ortíz de Zevallos a reportero. De allí, lo demás es historia.
En aquellos tiempos, quienes detractaban el azaroso trabajo reporteril y la usanza del periodismo de aquel entonces, lo tachaban como un sub oficio, lleno de personas que habían querido seguir una profesión y, al fallar en su intento, terminaban cogiendo papel y lápiz. Sin embargo, la profesión de periodista es y seguirá siendo el doctorado ideal frente a cualquier carrera elegida, y ante la vida misma. Muchos abogados, psicólogos, profesores y dramaturgos, terminaron sentados frente a una máquina de escribir porque sentían que ése era el complemento que les faltaba antes de ejercer. Y aunque muchos de estos doctorados se prolongaron por años y algunos se quedaron para siempre en ese status, nadie puede negar que los periodistas tienen de abogados, psicólogos, investigadores, dramaturgos, sociólogos y hasta artistas.
Ahora regresa de manera triunfal. No una, sino muchas veces a lo largo de sus más de 60 años de trayectoria periodística. Y es que a sus 85 años sigue activo, lleno de energía como cualquier joven reportero y –como diría en una ocasión Salvador Dalí preguntado sobre su producción artística–, “trabajando como 100 obreros juntos”.
Ese ejemplo de trabajo, valor y coraje, es su mejor legado para sus hijos y en general a todo aquel que haya compartido con él una sala de redacción o que haya coincidido con él en el mismo rumbo de la vida, ésa que contamos con diferentes matices, aunque en el fondo con el mismo mensaje, sea inasible moraleja, o si se quiere revelador refrán. Y es que, frente a esas incongruencias tragicómicas de la vida cotidiana, definitivamente siempre el valor es mejor, nunca la esperanza es vana. Y eso, lo sabe muy bien el autor.