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JAVIER VALLE-RIESTRA / El viaje traidor de un presidente

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Quisiéramos ocuparnos de las traiciones presidenciales en el Perú, lógicamente, nos referiremos por excelencia al siglo XIX, donde destaca la deserción del presidente Mariano Ignacio Prado, durante la guerra con Chile (1879). Efectivamente, se ausentó del país en pleno conflicto, so pretexto de ir a comprar buques y armas.

Partió, es verdad, con la autorización del Congreso, ejecutada varias semanas después de recibida la licencia parlamentaria. Se llevó consigo varios miles de libras esterlinas, de las que jamás dio cuenta. Por eso, tiene aquí el estigma de traidor. Volvió al Perú en el mismo año 1879 y tuvo que abandonar el cargo por la hostilidad nacional y la sublevación de Piérola.

De todos los presidentes que hemos tenido en el Perú, el único sindicado como traidor es Mariano Ignacio Prado. Murió en Paris (1901), discriminado, afrentado por su cobarde deserción. En el siglo XX no hubo ningún caso análogo. Los jefes de Estado fueron acusados de dictadores, de déspotas, de haberse apropiado fondos públicos. Ninguno fue condenado o tachado de traidor.

Ahí están los nombres de Nicolás de Piérola (1895-1899), Candamo, López de Romaña, Calderón, Benavides, Billinghurst, Leguía, Pardo, con biografías de excesos políticos autocráticos, pero ninguno de tachado de traidor al Perú. Ninguno.

 

Ni siquiera Sánchez Cerro, Prado, Benavides, Bustamante y Rivero, Odría, Belaunde, Alan García. Los otros personajes de ese siglo no tienen ese estigma. Autócratas, pero patriotas. Examinemos las conductas presidenciales del siglo XIX, del siglo XX y del actual. Saldrán limpios. No fueron traidores. En todo caso, fueron malversadores. Analicemos.

II

Lo central del caso de Mariano Ignacio Prado es que se ausentó por largo tiempo dejando al país acéfalo, en una época en la que nos encontrábamos en guerra y en la que era inminente una crisis interna por la oposición liderada por Piérola y por la opinión pública negativa por la situación fiscal y bélica (…). El hecho es que Mariano Ignacio Prado no regresó al país en condiciones insólitamente graves para al Perú.

 

El peligro de entonces no ha tenido muchas similitudes a la lo largo de nuestra historia (Cfr. César Delgado Guembes – Wilo Rodríguez: “Los Viajes del Presidente 1822-1998” A&B S.A. editores, Lima 1998, p. 5). Respecto de aquella ausencia presidencial, Basadre afirma que no puede menos que censurarse el viaje de Prado. La sorpresa ante su partida en 1879 tenía que estallar inevitablemente en expresiones de protesta de donde podían salir la anarquía y la guerra civil ante el enemigo robustecido y envalentonado por sus victorias en mar y tierra.

 

El hecho que en la jefatura del Estado quedase un anciano –su vicepresidente Luis La Puerta— enfermo y casi reblandecido agravaba la situación. Y Markham, citado por Basadre, escribió: “El general Prado vio los desastres inevitables que eran inminentes y concibió la esperanza de evitarlos obteniendo ayuda en dinero o en material o intervención, de Europa o Estados Unidos. No hay razón para suponer que estuvo impulsado por motivos menos valiosos. Pero nada puede excusar esa súbita deserción de su puesto” (Cfr. Basadre, Historia del Perú, tomo V, p. 2401).

III

Nuestras constituciones han limitado al Presidente salir del territorio, incluso si se replegaba a más de ocho leguas de la capital. En las Constituciones de 1826 y 1828, el jefe de Estado no podía ausentarse del territorio de la República, ni de la capital, sin permiso de las Cámaras Legislativas o del Congreso.

 

La de 1834, igual; además, la presidencia se suspendía si se alejaba más de 45km de la ciudad-capital. Las Cartas de 1856 y 1867 también requería autorización del Congreso, incluso durante su juicio de residencia. La de 1933 facultaba al Congreso a fijar el tiempo para ausentarse del territorio y que la presidencia de la República vacaba si no se reincorporaba vencido el permiso de viaje. La de 1979 señalaba que la presidencia quedaba vacante si el presidente salía del territorio sin permiso del Congreso o no se reincorporaba al cargo al término de la autorización. La vigente de 1993, en los artículos 102, 113 y 115, se ocupa de autorizar viajes, encargo del despacho al vicepresidente; pero es vacado si sale sin autorización del Congreso o no retorna al término de su viaje.

 

En resumen: ladrones si, traidores no. Al final, moralmente esos individuos hipócritas y valetudinarios forman parte de la comparsa que aplastó al Perú en los siglos XIX y XX. Los próximos años serán de reivindicación y de reconstrucción moral de nuestra patria.

 

(*) Jurista, exconstituyente, exdiputado, exsenador y excongresista de la República.

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Impulsan el sueño vitivinícola de una familia moqueguana

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En la provincia de Mariscal Nieto, la bodega familiar “El Mocho” ha logrado convertir más de tres décadas de tradición en un caso de éxito regional gracias al respaldo del Ministerio de la Producción (PRODUCE), a través del CITEagroindustrial Moquegua del Instituto Tecnológico de la Producción (ITP).

La historia de El Mocho nace del esfuerzo de don Tomás Salas y doña Susana, quienes hace más de 35 años apostaron por la tierra y la vid. Su hijo, José Salas, hoy gerente general de la bodega, recuerda sus inicios:

“Mi padre transformó nuestra casa en una bodega sin saber cómo hacerlo. No teníamos equipos ni conocimientos técnicos, solo la convicción de que con esfuerzo podíamos sacar adelante algo propio, hecho con cariño y tradición”, señaló.

Como todo nuevo negocio, el inicio no fue fácil, no tenían conocimientos técnicos ni un espacio adecuado, tampoco cumplían con los estándares de inocuidad. Fue entonces donde conocieron el trabajo que realiza el CITEagroindustrial Moquegua, quienes les brindaron asesoramiento para la creación de un área adecuada de producción y conocimientos en buenas prácticas de manufacturas con el objetivo de proyectarse a nuevos mercados.

“Aprendimos a cumplir con los más altos estándares de calidad y nos proyectamos a nuevos mercados. Pero lo más valioso fue el acompañamiento humano. Nos trataron como familia”, afirma José Salas.

Hoy, “El Mocho” elabora vinos secos y semisecos, piscos y macerados de alta calidad, que no solo se distribuyen a nivel local, sino que ya tienen presencia en ferias nacionales e internacionales. Cada botella no solo contiene sabor, sino historia, esfuerzo y profesionalismo.

Por su parte, el ministro de la Producción, Sergio González Guerrero, resaltó que el caso de “El Mocho”, es un testimonio inspirador del verdadero propósito de PRODUCE, que es acompañar a las Mypes desde sus raíces hasta su consolidación.

“No solo brindamos tecnología, brindamos oportunidades. Aquí vemos cómo una familia moqueguana pudo transformar su legado en desarrollo, empleo y orgullo para su región”, afirmó, el titular de la cartera de Produce.

Hoy, la bodega El Mocho continúa creciendo con orgullo moqueguano, llevando su producto a ferias locales, nacionales e internacionales. Y con ello, lleva también una historia de esfuerzo, herencia y trabajo articulado entre el Estado y el pequeño productor.

Como se sabe, a través del CITEagroindustrial Moquegua, se brinda servicios tecnológicos como: ensayos de laboratorio, soporte productivo, asistencia técnica, capacitación, diseño y desarrollo de productos, I+D+i, entre otros. Solo de enero a junio del 2025, el mencionado CITE realizó más de 430 servicios especializados a más de 90 clientes. 

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Más de mil operadores de pesca y acuicultura formalizados sanitariamente en el primer semestre de 2025

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Durante el primer semestre del 2025, el Ministerio de la Producción (Produce), a través de la Autoridad Nacional de Sanidad e Inocuidad en Pesca y Acuicultura (Sanipes), otorgó un total de 1090 habilitaciones sanitarias a operadores de la pesca y la acuicultura en 20 regiones del país, lo que representa un crecimiento del 53.09% respecto al mismo periodo del año anterior.

Este avance permite que más pescadores y acuicultores cuenten con condiciones óptimas para desarrollar sus actividades de extracción, transporte y procesamiento de recursos hidrobiológicos, garantizando la inocuidad de los productos y contribuyendo a elevar la calidad de vida de 7630 familias y a más de 109 mil potenciales consumidores.

“El esfuerzo por brindar condiciones sanitarias adecuadas a los actores del sector es una decisión de este Gobierno. La salud pública y la calidad de nuestros productos marinos van de la mano con la formalización y el fortalecimiento de la pesca y acuicultura nacional”, destacó el viceministro de Pesca y Acuicultura, Jesús Barrientos.

Del total de habilitaciones otorgadas entre enero y junio, 718 correspondieron a embarcaciones artesanales, 290 a vehículos de transporte, y el resto a plantas de procesamiento, desembarcaderos, almacenes, centros acuícolas, acuarios y otras embarcaciones. Las regiones con mayor número de habilitaciones fueron Piura (311), Lima (151), Arequipa (137), Moquegua (128) y Lambayeque (116).

“El mensaje es claro: la pesca y acuicultura del Perú solo serán sostenibles si son seguras, responsables y formales. Por eso, seguiremos promoviendo el acceso a estas habilitaciones en todo el país”, añadió Barrientos.

Sanipes proyecta entregar 1058 habilitaciones sanitarias adicionales en el segundo semestre del año, con lo cual se alcanzaría un total de 2148 habilitaciones al cierre de 2025. Desde su creación, la entidad ha otorgado 21 892 títulos habilitantes, de los cuales 15 063 permanecen vigentes.Imprimir

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