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“Tercera ola nos golpearía la última semana de septiembre”

Limaaldia.pe

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Ministro de Salud anuncia que implementarán centros de vacunación en farmacias

El ministro de Salud, Hernando Cevallos, señaló que una tercera ola de la COVID-19 sí golpearía al Perú en la última semana de septiembre, por lo que el Gobierno prepara un plan para enfrentar el impacto esta situación en la población.

Sostuvo que el escenario más probable de una tercera ola es registrar de dos millones de casos por COVID-19, esto tras tomar en cuenta el escaso volumen de vacunados y la debilidad que todavía hay en el primer nivel de atención para prevenir los contagios.

“De acuerdo a la previsión que se hace sí habría un escenario con una importante cantidad de más de dos millones de personas contagiadas y alrededor de 19 500 hospitalizaciones en nuestro país. Es decir, la previsión que se hace es que la tercera ola sí nos golpearía en la última semana, sobre todo, de septiembre”, dijo Cevallos a RPP.

Ante esta eventual tercera ola de la COVID-19, el titular del Minsa advirtió que la velocidad en el caso de la prevalencia de la variante delta en relación con otras variantes, como la lambda, se ha dado de manera muy rápido su ascenso en varios países.

FARMACIAS

En otro momento, anunció que se implementarán centros de vacunación contra la COVID-19 en farmacias y boticas para inmunizar a personas mayores de 60 años cuando el país tenga suficiente stock de vacunas.

Cevallos indicó que el lunes se reunió con directivos de la asociación de farmacias y boticas, quienes le expresaron su disposición para contribuir en la vacunación contra la COVID-19.

“Ellos tienen cadena de frío garantizada, tienen un sistema computarizado, eso nos podría ayudar muchísimo, así que con ellos en cuanto tengamos el stock de vacunas suficiente vamos también a implementar centros de vacunación en las farmacias”, afirmó.



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PRODUCE intensifica operativos en mar y tierra: más de 38 toneladas de Bonito fueron decomisadas en tres regiones por incumplimiento de veda

Walter Palomino

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El Ministerio de la Producción (PRODUCE), a través de la Dirección General de Supervisión, Fiscalización y Sanción (DGSFS), intensificó sus operativos integrales en Arequipa e Ica para combatir la pesca y el transporte ilegal de bonito (Sarda chiliensis chiliensis) durante la veda reproductiva establecida por la Resolución Ministerial N.° 331-2025-PRODUCE. Como resultado de esta labor, se decomisaron 38 978 kilogramos de recurso extraído y trasladado en contravención a la normativa, iniciándose de inmediato los procedimientos administrativos sancionadores correspondientes.

Las intervenciones se desarrollaron tanto en el mar como en tierra. En el litoral de Islay, en Arequipa, y en coordinación con la DICAPI, personal de PRODUCE abordó una embarcación que transportaba bonito en plena veda, logrando el decomiso de 18 660 kilogramos.

Paralelamente, la DGSFS reforzó la vigilancia en carretera, obteniendo dos intervenciones clave: una en Nasca, Ica, donde se incautaron 4000 kilogramos de bonito ocultos y con información falsa en la guía de remisión, y otra en Arequipa, donde se decomisaron 16 318 kilogramos trasladados sin documentación legal que acreditara su origen.

Cumpliendo con el protocolo de aprovechamiento social, la totalidad del recurso decomisado fue donada de inmediato a poblaciones vulnerables de las zonas intervenidas. Las casi 39 toneladas fueron distribuidas a través de diferentes municipalidades distritales y provinciales de Atico, El Ingenio, Nicolás de Piérola, Mariscal Cáceres, José María Quimper y Camaná, permitiendo que los resultados de la fiscalización se traduzcan también en un beneficio directo para las comunidades.

Con estas acciones, PRODUCE reafirma su compromiso con la sostenibilidad del recurso, el cumplimiento de la ley y la lucha permanente contra la pesca ilegal en el país.

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Un romance en agua con cloro: Tatiana y su profesor de natación

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De lunes a viernes mi madre solía llevar a mi hermana y a mí al Club B en Trujillo. El club era uno de los pocos lugares en la ciudad donde se podía entrenar natación de forma profesional. Mi madre soñaba con hacer de nosotros dos nadadores profesionales. La verdad es que durante los cinco años ininterrumpidos en los que practicamos natación mi hermana llegó a formar parte del equipo del club y yo, llegué solo hasta el pre equipo. Claro, ello ocurrió debido a que me mudé a Lima casi en mi último año de primaria a diferencia de ella que se mantuvo practicando natación por unos años más.

Cuando ella y yo cursábamos primaria, solíamos llegar con mi madre al club todos los días minutos antes de las seis de la mañana. Mi madre pagaba por aquella época cerca de cien soles al mes por ambos, así que a mi hermana y a mí solo nos quedaba aprovechar la posibilidad de entrenar un deporte con un instructor casi personalizado. Éramos un grupo reducido de cerca de ocho niños los que acudíamos a diario al club y usábamos el mismo carril. Además de nosotros, naturalmente, se encontraban otros niños con mayor destreza y experiencia que estaban a cargo de otros entrenadores. Tanto los niños con mayor expertis como nosotros recibíamos lecciones constantes y una preparación semi profesional previa a nuestro nado del día. Empezábamos cerca de las seis de la mañana y culminábamos a las ocho o, a veces, nueve de la mañana. A la hora que terminábamos era el momento en el que ingresaban los alumnos que recién estaban aprendiendo a nadar por primera vez o que veían al deporte solo como un pasatiempo.

Uno de los niños que se encontraban más avanzados en el deporte era Kelvin Fernández. Era un año mayor que yo y dos años mayor que mi hermana. De hecho, él estudiaba en nuestro mismo colegio. Mientras nadábamos, nunca hablamos con él. Luego de que me mudara a Lima, años más tarde, me enteré que mi hermana se volvió su amiga de alguna forma, pero en lo que a mí respecta, nunca estrechamos conversación alguna. Probablemente la razón principal era debido a que las zonas donde dejábamos nuestras mochilas estaba dividida implícitamente: los niños más avanzados dejaban sus cosas en las bancas cercanas a la piscina y nosotros lo hacíamos detrás de ellos.

Sin embargo, lo que más les llamaba la atención a las madres de los nadadores no eran sus hijos o los amigos de sus hijos (con quienes compartían carril), sino la madre de Kelvin. La señora Tatiana llegaba todos los días al club, pero a diferencia de las demás madres que se sentaban a conversar o compartir alguna comida, ella ingresaba a uno de los carriles de la piscina semi olímpica a nadar; sí, a entrenar como un niño o niña más. Y claro, la señora Tatiana tenía nivel y experiencia. Claramente, no era una nadadora amateur. Eso tampoco significaba que estaba en la línea de quienes iban a las competencias y traían medallas, pero era una nadadora consecuente y que no se rendía. La señora Tatiana era como yo en aquel entonces. Me había percatado que teníamos tiempos similares cuando nadábamos. Para la mayoría de niños, la señora Tatiana y yo éramos lentos, pero la diferencia entre ella y yo era abismal: ella superaba los cuarenta años y yo apenas tenía siete cumplidos.

El docente de Tatiana era el propietario del club. Mientras los demás alumnos teníamos docentes más jóvenes y menos experimentados, Tatiana tenía al docente más importante de la institución que era, además, familiar directo de un ex jugador olímpico. Las mamás siempre comentaban que entre Tatiana y el dueño del club existía una química especial, decían que entre ambos había nacido el amor. Pero nadie hablaba del tema en voz alta por respeto a Kelvin.

Una mañana salíamos del club mi madre, mi hermana y yo. Siempre lo hacíamos con premura para llegar a casa temprano y luego poder alistarnos para ir a la primaria, que era en horario tarde. Sin embargo, aquella mañana, nos demoramos un poco más en cambiarnos y, por consiguiente, mi madre decidió comprarnos un desayuno en la cafetería del club para tomar nuestros alimentos en el horario correspondiente y no afectar nuestra digestión. Nos ubicamos en una de las mesas entrantes de la cafetería y pedimos tres sándwiches: dos para mí y uno para mi hermana. Cuando ya íbamos a retirarnos, vimos a una pareja ingresar y sentarse a nuestro costado. Eran Tatiana y su profesor (o el dueño, mejor dicho). Mientras mi madre pagaba, con mi hermana presenciamos un beso entre ambos y desde ahí, ya no cabían más dudas. En medio de la piscina había nacido el amor.

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