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Arte y Cultura

Beca Permanencia 2023: conoce en qué casos se dará mayor puntaje en el concurso que premia tu esfuerzo 

Limaaldia.pe

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  • El concurso del Pronabec ofrece 8000 becas a los estudiantes de universidades públicas de todo el país que vivan en condición de pobreza o pobreza extrema. 

Los estudiantes de universidades públicas que hayan obtenido un buen rendimiento académico podrán postular a Beca Permanencia, convocatoria 2023, del Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (Pronabec) del Ministerio de Educación, que cubrirá los gastos de los ganadores durante su formación profesional.  

Son 8000 becas que se otorgarán en esta convocatoria con el objetivo de garantizar la permanencia en los estudios universitarios hasta su culminación exitosa. El Estado peruano financiará a los universitarios ganadores sus gastos de alimentación, movilidad local y útiles de escritorio. Asimismo, recibirán un acompañamiento socioemocional y de bienestar permanente. 

Los requisitos para participar son: estudiar en universidades públicas del país, haber obtenido el nivel de medio superior como mínimo y acreditar la condición de pobreza o pobreza extrema, según el Sistema de Focalización de Hogares (Sisfoh) del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social. Revisa en esta nota en qué casos se otorgará mayor puntaje técnico frente a los demás participantes del concurso nacional. 

Criterios que dan mayor puntaje 

De acuerdo con las bases de la convocatoria 2023, publicadas en la página web del concurso www.pronabec.gob.pe/beca-permanencia, los criterios de asignación de puntajes técnicos se dividen en cuatro campos. Los tres primeros guardan relación con los requisitos establecidos. 

En el concepto del rendimiento académico, si el postulante obtuvo el primer y segundo puesto, recibirá 50 puntos. Si ocupó el décimo superior, recibirá 45 puntos; si alcanzó el quinto superior, 40; y si llegó al tercio superior, 35. Los de medio superior no recibirán puntaje adicional al ser el mínimo requerido con el que se puede postular al concurso. 

Por otra parte, si la universidad se ubica en una alta posición en el Ranking Excelencia, elaborado por la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu), obtendrá mayor puntaje. Si pertenece al top 1-6, es decir, si se encuentra en las primeras seis posiciones, alcanzará 15 puntos. Si está en el top 7-12, 10 puntos, y si está en el top 13-19, 5 puntos. 

También se dará 10 puntos a aquellos que acrediten pertenecer a un hogar con una clasificación socioeconómica de pobreza extrema. Para conocer tu clasificación socioeconómica, puedes consultar a través del Sistema de Focalización de Hogares (Sisfoh) del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (www.sisfoh.gob.pe/). 

Además, se podrá tener una puntuación adicional si los participantes acreditan tener una condición de vulnerabilidad o situación especial. Una de las condiciones de vulnerabilidad en este concurso es la Tasa de transición a la Educación Superior, indicador que prioriza a las regiones del país que tienen un menor número de estudiantes que tras egresar del colegio acceden a la educación superior. Cuando el postulante termina de registrarse en el módulo de postulación del concurso, en su Ficha de Postulación podrá revisar el quintil al que pertenece, el que estará asociado al departamento o sede de la universidad donde estudia.  

De esta manera, si la casa de estudios se encuentra en el quintil 1, significa que hay menor tránsito inmediato del colegio a la educación superior; en el quintil 2 habrá un mayor tránsito, y así consecutivamente. En base a esta línea, el postulante que tenga el quintil 1 tendrá 10 puntos; si está en el quintil 2, obtendrá 7 puntos-, si es del 3, 5 puntos; y si es del 4, 2 puntos. 

Asimismo, si el participante acredita las siguientes condiciones priorizables, podrá sumar 5 puntos más a su puntaje técnico: 

  • Pertenencia comunidad nativa amazónica o campesina o afroperuana 
  • Voluntarios 
  • Bomberos activos e hijos de bomberos  
  • Licenciado de las Fuerzas Armadas  
  • Antecedente de situación de abandono y/o tutelado por el Estado 
  • Personas con discapacidad 
  • Población expuesta a metales pesados y otras sustancias químicas  
  • Población afectada por la deflagración ocurrida el 23/01/2020 en el distrito de Villa el Salvador en Lima 
  • Población beneficiaria de las acciones de la Comisión Multisectorial creada por Resolución Suprema Nº 264-2022- JUS, modificada mediante Resolución Suprema Nº 027 y N° 092-2023-JUS 
  • Víctima de la violencia en los años 1980-2000 
  • Residir en los distritos incorporados al ámbito del Vraem, de acuerdo con la norma específica 
  • Residir en los distritos incorporados al ámbito del Huallaga, de acuerdo con la norma específica 

Cabe señalar que el puntaje máximo alcanzable en este último concepto es de 15 puntos (acumulativo). La postulación será gratuita y virtual, a través de la página web del concurso www.pronabec.gob.pe/beca-permanencia. El plazo culmina a las 5:30 p. m. del lunes 16 de octubre. 

Hasta la fecha, el Pronabec ha otorgado más de 216 000 becas a peruanos y peruanas para que accedan, permanezcan y culminen una educación superior de calidad. De este grupo, Beca Permanencia, en sus siete convocatorias, ha premiado el esfuerzo de más de 37 600 estudiantes de universidades públicas. 

Para conocer más sobre esta beca, los interesados pueden visitar la página web del concurso www.pronabec.gob.pe/beca-permanencia y enterarse de las novedades en las redes sociales del Pronabec. Si tuvieran alguna duda pueden realizar consultas a través del Facebook www.facebook.com/PRONABEC, contactarse a la línea gratuita 080 00 00 18, la central telefónica (01) 612 82 30 o escribir al WhatsApp institucional 966 429 596. 



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Puntos suspensivos

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Tenía trece años cumplidos y una mente absolutamente lúcida que me permitía darme cuenta que esta mudanza no sería temporal, sino para siempre. Todos los días solía decirle a mamá que quería estudiar la universidad en Lima para que planificara mi mudanza en los próximos años, pero jamás imaginé que ello se adelantaría cinco años antes. Mis tíos afirmaban que lo hacían por mi bien, aunque si me quedé a vivir con ellos en la capital fue, prácticamente, por un chantaje.

Había terminado el primer año de secundaria y si bien hasta el sexto de primaria la única niña por la que sentía atracción era Luisa, el año siguiente las cosas cambiaron bastante. Continué estudiando inglés, japonés y portugués. Iba a practicar tenis los fines de semana y nadaba entre semana. El colegio lo llevaba con mucha calma, pues me había cambiado de institución educativa a una donde los docentes no eran tan exigentes como antes. En la segunda mitad del año, mientras culminaba mi primero de secundaria, decidí empezar a estudiar italiano en el centro de idiomas de la Universidad Nacional de Trujillo. El curso duraba dos horas los martes y jueves en la noche; empezaba a las siete y terminaba a las nueve. A cada clase llegaba temprano y esperaba en el primer nivel hasta el inicio del taller. A veces llevaba un libro para leer u otras veces solamente repasaba mi libro de italiano.

Fueron diversas las oportunidades en las que llegaba antes de clase y no era el único, de hecho, recuerdo que había una señora y dos jóvenes más que también tenían esa puntualidad. Uno de los jóvenes, que ya era universitario, un día decidió hablarme. A partir de ese momento, nos volvimos muy cercanos dentro del instituto. No sé si llegamos a ser amigos, pues nunca le confié nada muy personal, pero cada vez que nos veíamos antes de nuestras clases, conversábamos. Él no estudiaba italiano, sino inglés, así que el único momento para conversar era antes del taller. Al salir, bajaba las escaleras tan rápido como podía para tomar el bus a casa, pues en Trujillo el transporte público antes transitaba hasta las nueve de la noche como máximo.

Luego de un par de meses de estudiar italiano, dejé el curso y comencé a estudiar alemán. Me inscribí en otro instituto muy cercano al anterior. Dejé de ver por unas semanas a mi compañero del otro instituto con quien compartía algunos momentos de ocio antes de nuestras clases. Sin embargo, como habíamos intercambiado números, un día recibí su mensaje. Desde allí, nunca dejamos de hablar. Nuestros diálogos eran infinitos en el messenger de Windows Live. Nos volvimos a ver un par de veces más cuando vino a recogerme de mi curso de alemán, pero luego ello dejó de suceder. Él tenía dieciocho o diecinueve años; yo tenía doce. Admito que mi madurez era como la de algún joven que había acabado el colegio, pues con él conversaba de temas vinculados a la política local y nacional. Él sí estaba inmerso en ese contexto, ya que estudiaba una carrera de humanidades. Durante las pocas veces que nos vimos, nunca le dije nada y él tampoco lo hizo. Ello ocurriría meses después, y fue por llamadas y mensajes de texto.

El año terminó y llegó el verano. Ya era costumbre viajar a Lima a visitar a la hermana de mi madre, mi tía. En Lima ella vivía con su esposo y sus hijas, mis primas. Le pedí a mamá que me comprara un pasaje para la primera semana de febrero, pues era la semana de cumpleaños de una de mis primas. Quería darle una sorpresa. Estaba emocionado por salir un momento de Trujillo. Había sido un año ligeramente pesado, a pesar de que ya estaba en otro colegio. Es verdad que ya no había el bullying con el que conviví durante mis seis años de primaria en el Perpetuo Socorro. Pero igual aún tenía algunos fantasmas que me acompañaban. Mi madre compró ese boleto de viaje y sin siquiera saberlo ella ni yo, había comprado un boleto que nos separaría para siempre. No volvía a vivir más en Trujillo. Luego de dos años en casa de mis tíos mi madre llegó a vivir con nosotros por su cáncer en etapa final. Esa ni siquiera era una convivencia. Era una atmósfera rara a la que no quería mirar. Nunca regresé a mi ciudad natal porque mis tíos encontraron mis mensajes con mi ex compañero de idiomas de Trujillo. Los leyeron y consideraron que necesitaba terapia psicológica. Me prometieron no contarle nada a mamá si me quedaba a terminar el colegio en Lima. No tuve otra opción. Mi adolescencia, antes de empezar, ya estaba rota.

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Arte y Cultura

Un cumpleaños, una denuncia y un robo en Pucallpa

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Siempre he detestado celebrar mi cumpleaños. Desconozco en qué momento de mi vida me convencí de que cumplir un año más no era motivo de celebración alguna. Pero estoy seguro que ello ocurrió en la primaria. Por ello, desde que acabé el colegio, siempre traté de pasar esos días en cualquier lugar menos en Lima. Naturalmente, al ser de Trujillo, solía viajar para allá. Allá solo tenía a mi familia, no había amigos, pues ellos estaban en Lima, la ciudad que me vio crecer. A Trujillo lo dejé cuando era niño, así que no tenía mayores lazos con nadie más que con mi familia materna.

El 2019, cuando ya estaba terminando octubre, al percatarme que faltaban menos de dos meses para mi cumpleaños, ni bien recibí mi sueldo fui directo a la página de vuelos para destinos en el interior del país. Quería comprar uno para diciembre. Sentía que lo mejor sería pasar mi cumpleaños, esta vez, no en Trujillo, sino en alguna otra ciudad que mi presupuesto me lo permita. Los destinos que se acoplaban al importe que tenía y que al mismo tiempo aún no había visitado fueron dos: Iquitos y Pucallpa. En ese instante, recordé que hace tiempo dos amigos de las mencionadas ciudades me habían ofrecido hospedaje. Antes de escribirles, entré a mi laptop para revisar algunos lugares turísticos, entre otros espacios que podría visitar una vez que llegue. Les mandé después un mensaje a ambos y a los pocos minutos, recibí una llamada de Hans, mi amigo de Pucallpa. Me preguntó cuándo llegaba para que me habilitara un espacio para dormir. Le volví a preguntar si hablaba en serio y sin dejarme terminar mi interrogante agregó que esperaba con mucha expectativa mi llegada.

Llegué el 10 de diciembre alrededor de las ocho de la noche a Pucallpa. Tomé un «motocarro», como los lugareños suelen llamar a las mototaxis en la zona, con dirección al centro de trabajo de Hans. Lo esperé en la recepción de la institución del estado donde trabajaba. A los minutos, apareció, nos estrechamos la mano y nos subimos a otro motocarro para ir a su casa. Hans vivía con su madre, su hermano, su cuñada y sus sobrinos. Eran una familia numerosa y bastante unida. De lunes a viernes, mientras Hans se iba a trabajar, yo me quedaba con su madre a apoyarla en la cocina y conversábamos todo lo que podíamos. La señora, pese a ser adulta mayor, lideraba su hogar de una forma admirable. Nunca dejaba de aconsejar a sus hijos, a pesar que por aquel momento, los dos ya eran mayores de treinta años.

El día que llegué, luego de dejar mi mochila y maleta en casa de Hans, él decidió llevarme cerca del lago. Allí estaban dos de sus amigos esperándonos. Tenían agua y cervezas. Preferí tomar agua al principio y aunque no soy alguien que tome y disfrute la cerveza, terminé aceptándoles la bebida, pues quería estar inmerso en su forma de diversión alrededor de tanta naturaleza. La laguna Yarinacocha estaba a escasos metros de nosotros, por ello, no podía permitirme no disfrutarla como se debía. Me tomé tres botellas grandes de cerveza, compartimos anécdotas y después, Hans me llevó a la plaza principal de la ciudad. Allí ingresamos los dos solos a un bar y compartimos otro momento más, pues hacía más de dos años que no nos veíamos. Hans era un joven muy divertido y con mucho carisma, por ello, siempre me sorprendía verlo a veces triste y apagado.

Durante una de las mañanas en las que la madre de Hans y yo nos quedamos en casa, la señora me confió un secreto de mi amigo: tenía una denuncia policial. Pero ¿de qué trataba la denuncia? Era algo grave. Lo estaban acusando de un delito donde se le sindicaba de haber vulnerado derechos humanos. La señora se quebró. Le di un abrazo y le prometí que ese tema no saldría en ningún momento del comedor donde estábamos los dos. Hans nunca me había comentado nada y tampoco tenía por qué hacerlo. Entendía también que su madre no era la persona idónea que debió haberme transmitido dicha información, sino él mismo. Traté de hablar sobre el tema con Hans a través de anécdotas o ejemplos para que él mismo me contara lo que había sucedido. Siempre fue esquivo.

Las semanas transcurrieron y yo decidí irme unos días a Masisea, pueblo ubicado a tres horas de Pucallpa. Para llegar allí debía cruzar el río Ucayali. Lo hice emocionado y con mucha expectativa. A mí regreso, Hans y yo salimos a bailar. No hubo tiempo para darle la confianza nuevamente de que podía contarme sobre su delicado caso. Tomamos tanto con sus amigos que al día siguiente regresamos a casa sin algunas pertenencias. Por suerte, había dejado mi celular en su casa, así que no me robaron el móvil. A Hans sí le robaron. No recordábamos qué había pasado exactamente. Luego de dormir más de doce horas, despertamos. le pregunté si haríamos alguna denuncia, pero me dijo que lo dejemos ahí. Hans prefería no ir a la comisaría.

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