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China extrema sus precauciones por avance de la variante Delta

Limaaldia.pe

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Se dieron 108 casos en las últimas 24 horas hasta ayer

La variante Delta del coronavirus continúa extendiéndose en China, con un récord de 108 contagios por transmisión local notificados ayer, que las autoridades buscan aplacar con confinamientos parciales, restricciones a los viajes y test masivos en diferentes puntos del país.

Estos 108 positivos suponen un leve repunte respecto a los 94 del lunes, los 75 del sábado y los 81 del domingo, según los datos ofrecidos este martes por la Comisión Nacional de Salud del país.

De los casos locales de los que se dio ayer parte, 50 se detectaron en la provincia oriental de Jiangsu, principal origen del rebrote, achacado a la limpieza sin protección adecuada de un avión de Air China procedente de Rusia en el que viajaba un contagiado.

No obstante, son ahora las provincias centrales del país las más afectadas, con 37 nuevos casos en Henan, 15 en Hubei y 16 en Hunan.

Por el momento, los brotes no han dejado fallecidos, pero hay 54 casos graves (seis más que en la víspera) entre los 1.702 contagiados aún activos a lo largo del país.

Preocupa también la situación en la ciudad de Yangzhou, en Jiangsu, que acumula 26 casos graves y 6 críticos, en su mayoría pacientes de avanzada edad que se contagiaron en los frecuentemente abarrotados salones del popular juego de mesa chino del ‘mahjong’, recoge la prensa local.

Las autoridades chinas respondieron a los brotes con múltiples rondas de test masivos y confinamientos parciales en las zonas que considera de riesgo, provocando que la cifra de pacientes en observación haya pasado de los 8.577 registrados el 22 de julio a los 49.980 registrados en el último parte de hoy.

APUNTE: Según los expertos chinos, los brotes estarán “controlados” alrededor del 23 de agosto si se mantienen las actuales medidas de prevención contra el COVID-19.



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PRODUCE intensifica operativos en mar y tierra: más de 38 toneladas de Bonito fueron decomisadas en tres regiones por incumplimiento de veda

Walter Palomino

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El Ministerio de la Producción (PRODUCE), a través de la Dirección General de Supervisión, Fiscalización y Sanción (DGSFS), intensificó sus operativos integrales en Arequipa e Ica para combatir la pesca y el transporte ilegal de bonito (Sarda chiliensis chiliensis) durante la veda reproductiva establecida por la Resolución Ministerial N.° 331-2025-PRODUCE. Como resultado de esta labor, se decomisaron 38 978 kilogramos de recurso extraído y trasladado en contravención a la normativa, iniciándose de inmediato los procedimientos administrativos sancionadores correspondientes.

Las intervenciones se desarrollaron tanto en el mar como en tierra. En el litoral de Islay, en Arequipa, y en coordinación con la DICAPI, personal de PRODUCE abordó una embarcación que transportaba bonito en plena veda, logrando el decomiso de 18 660 kilogramos.

Paralelamente, la DGSFS reforzó la vigilancia en carretera, obteniendo dos intervenciones clave: una en Nasca, Ica, donde se incautaron 4000 kilogramos de bonito ocultos y con información falsa en la guía de remisión, y otra en Arequipa, donde se decomisaron 16 318 kilogramos trasladados sin documentación legal que acreditara su origen.

Cumpliendo con el protocolo de aprovechamiento social, la totalidad del recurso decomisado fue donada de inmediato a poblaciones vulnerables de las zonas intervenidas. Las casi 39 toneladas fueron distribuidas a través de diferentes municipalidades distritales y provinciales de Atico, El Ingenio, Nicolás de Piérola, Mariscal Cáceres, José María Quimper y Camaná, permitiendo que los resultados de la fiscalización se traduzcan también en un beneficio directo para las comunidades.

Con estas acciones, PRODUCE reafirma su compromiso con la sostenibilidad del recurso, el cumplimiento de la ley y la lucha permanente contra la pesca ilegal en el país.

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Un romance en agua con cloro: Tatiana y su profesor de natación

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De lunes a viernes mi madre solía llevar a mi hermana y a mí al Club B en Trujillo. El club era uno de los pocos lugares en la ciudad donde se podía entrenar natación de forma profesional. Mi madre soñaba con hacer de nosotros dos nadadores profesionales. La verdad es que durante los cinco años ininterrumpidos en los que practicamos natación mi hermana llegó a formar parte del equipo del club y yo, llegué solo hasta el pre equipo. Claro, ello ocurrió debido a que me mudé a Lima casi en mi último año de primaria a diferencia de ella que se mantuvo practicando natación por unos años más.

Cuando ella y yo cursábamos primaria, solíamos llegar con mi madre al club todos los días minutos antes de las seis de la mañana. Mi madre pagaba por aquella época cerca de cien soles al mes por ambos, así que a mi hermana y a mí solo nos quedaba aprovechar la posibilidad de entrenar un deporte con un instructor casi personalizado. Éramos un grupo reducido de cerca de ocho niños los que acudíamos a diario al club y usábamos el mismo carril. Además de nosotros, naturalmente, se encontraban otros niños con mayor destreza y experiencia que estaban a cargo de otros entrenadores. Tanto los niños con mayor expertis como nosotros recibíamos lecciones constantes y una preparación semi profesional previa a nuestro nado del día. Empezábamos cerca de las seis de la mañana y culminábamos a las ocho o, a veces, nueve de la mañana. A la hora que terminábamos era el momento en el que ingresaban los alumnos que recién estaban aprendiendo a nadar por primera vez o que veían al deporte solo como un pasatiempo.

Uno de los niños que se encontraban más avanzados en el deporte era Kelvin Fernández. Era un año mayor que yo y dos años mayor que mi hermana. De hecho, él estudiaba en nuestro mismo colegio. Mientras nadábamos, nunca hablamos con él. Luego de que me mudara a Lima, años más tarde, me enteré que mi hermana se volvió su amiga de alguna forma, pero en lo que a mí respecta, nunca estrechamos conversación alguna. Probablemente la razón principal era debido a que las zonas donde dejábamos nuestras mochilas estaba dividida implícitamente: los niños más avanzados dejaban sus cosas en las bancas cercanas a la piscina y nosotros lo hacíamos detrás de ellos.

Sin embargo, lo que más les llamaba la atención a las madres de los nadadores no eran sus hijos o los amigos de sus hijos (con quienes compartían carril), sino la madre de Kelvin. La señora Tatiana llegaba todos los días al club, pero a diferencia de las demás madres que se sentaban a conversar o compartir alguna comida, ella ingresaba a uno de los carriles de la piscina semi olímpica a nadar; sí, a entrenar como un niño o niña más. Y claro, la señora Tatiana tenía nivel y experiencia. Claramente, no era una nadadora amateur. Eso tampoco significaba que estaba en la línea de quienes iban a las competencias y traían medallas, pero era una nadadora consecuente y que no se rendía. La señora Tatiana era como yo en aquel entonces. Me había percatado que teníamos tiempos similares cuando nadábamos. Para la mayoría de niños, la señora Tatiana y yo éramos lentos, pero la diferencia entre ella y yo era abismal: ella superaba los cuarenta años y yo apenas tenía siete cumplidos.

El docente de Tatiana era el propietario del club. Mientras los demás alumnos teníamos docentes más jóvenes y menos experimentados, Tatiana tenía al docente más importante de la institución que era, además, familiar directo de un ex jugador olímpico. Las mamás siempre comentaban que entre Tatiana y el dueño del club existía una química especial, decían que entre ambos había nacido el amor. Pero nadie hablaba del tema en voz alta por respeto a Kelvin.

Una mañana salíamos del club mi madre, mi hermana y yo. Siempre lo hacíamos con premura para llegar a casa temprano y luego poder alistarnos para ir a la primaria, que era en horario tarde. Sin embargo, aquella mañana, nos demoramos un poco más en cambiarnos y, por consiguiente, mi madre decidió comprarnos un desayuno en la cafetería del club para tomar nuestros alimentos en el horario correspondiente y no afectar nuestra digestión. Nos ubicamos en una de las mesas entrantes de la cafetería y pedimos tres sándwiches: dos para mí y uno para mi hermana. Cuando ya íbamos a retirarnos, vimos a una pareja ingresar y sentarse a nuestro costado. Eran Tatiana y su profesor (o el dueño, mejor dicho). Mientras mi madre pagaba, con mi hermana presenciamos un beso entre ambos y desde ahí, ya no cabían más dudas. En medio de la piscina había nacido el amor.

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