Arte y Cultura
Pronabec: en 11 años más de 211 000 estudiantes accedieron a la educación superior
113 209 mujeres y 97 847 hombres de todas las regiones del país obtuvieron becas a centros de educación superior
El Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (Pronabec) del Ministerio de Educación, que cumplió 11 años de creación, benefició a un total de 211 056 estudiantes de escasos recursos económicos que, en mérito a su alto rendimiento académico, accedieron a la educación superior a través de Beca 18, Beca Generación del Bicentenario, Beca Permanencia y Beca Excelencia Académica para Hijos de Docentes.
Así, Beca 18, que está dirigida a estudiantes de quinto de secundaria o egresados del colegio que cuenten con alto rendimiento académico, logró que 81 574 talentos estudien una carrera en una institución de educación superior de calidad del país, con todos los gastos pagados por el Estado.
En el caso de Beca Perú, prestigiosas universidades e institutos del país donan becas parciales o totales para la formación de talentos peruanos hasta la culminación de sus estudios superiores. Más de 2 500 jóvenes han sido beneficiados en las diversas convocatorias de esta beca.
Otros 37 656 estudiantes, con alto rendimiento académico y escasos recursos económicos, han logrado culminar sus estudios superiores en universidades públicas peruanas gracias a la Beca Permanencia. Los ganadores reciben la cobertura de alimentación, movilidad local y útiles de escritorio. La primera convocatoria de este concurso se lanzó en el 2016.
En tanto, la Beca Generación del Bicentenario (anteriormente Beca Presidente de la República), cuya primera convocatoria fue en el año 2013, ha dado la oportunidad a 2 365 profesionales peruanos -con alto rendimiento académico e insuficientes recursos económicos- de cumplir su sueño de estudiar una maestría o un doctorado en las mejores universidades del mundo.
MUJERES DE EXCELENCIA
Del total de beneficiarios, los talentos del sexo femenino representan el mayor porcentaje, con 53.7 % (113 209), mientras que los hombres el 46.3 % (97 847). En cuanto a edades, la mayoría (59.1 %) de jóvenes que fueron beneficiados por alguna beca tuvo entre 18 y 24 años (124 281); mientras que el 25.6 % fueron menores de 18 años.
Lima es la región con más talentos beneficiados (42 777); Cusco está en segundo lugar con 17 280, Junín (15 278), Piura (10 441), Puno (9 920) y La Libertad (9 246). Cada año se reduce el porcentaje de talentos que pierden su beca por diversos motivos. En las convocatorias del 2012, la tasa de pérdida fue de 37.5 %; ahora, en las convocatorias del 2022 se redujo a 0.4 %.
El Pronabec fue creado mediante la Ley N° 29837 el 12 de febrero del 2012. A lo largo de estos 11 años ha ofrecido 38 tipos de becas, con el objetivo de lograr una sociedad más equitativa, promoviendo el acceso, la permanencia y la culminación de una educación superior de calidad a personas talentosas de escasos recursos económicos.
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Arte y Cultura
Pelusa
Pelusa llegó a mi vida de casualidad. Tenía apenas un mes de nacida cuando un día, de pronto, obligué a mi madre a ingresar a una tienda de mascotas mientras caminábamos rumbo a casa. No recuerdo el nombre de la tienda, pero era muy conocida en aquella época en el Centro Histórico de Trujillo. La tienda ofrecía todo tipo de productos para mascotas y era de las más visitadas en la ciudad. Con mamá, me sentía muy seguro de que ese día se cumpliría mi sueño: tener mi primer perro. Y así fue. Esa mañana, mamá separó con cincuenta soles a un Chow Chow hembra de la que me había enamorado perdidamente. Me impactó su pelaje, su peso y su mirada. Era imposible que no me gustara, pues entre todos los cachorros, ella era la que tenía más energía. Nadie se despegaba de su jaula, pues su lengua morada nos dejaba anonadados. Pero ella ya tenía dueño y ese era yo. Probablemente, ella no lo sabía, pero yo sí y estaba muy contento por ello. Ese día, llegué a casa absolutamente feliz, aunque no del todo satisfecho porque mi plan aún estaba a la mitad. Había conseguido que mamá separara a la cachorra con una inicial, pero no la habíamos llevado a casa del todo todavía.
Ese mismo día, por la tarde, hice una de las actividades más atípicas en mi vida: llamar a papá. Le dije que tenía ganas de verlo, que quería salir. Él asintió rápidamente. Lo que tal vez nunca imaginó fue que lo llevaría a la tienda de mascotas donde la cachorra Chow Chow nos estaba esperando. Ni bien llegamos al comercio, no me despegué de la jaula donde estaba la cachorra. Había que pagar el diferencial. Ya se había pagado cincuenta soles, solo faltaban ciento cincuenta. Papá hizo el pago y por fin, la tranquilidad volvió a mi cuerpo. Oficialmente, tenía a mi primera mascota. Papá pidió el taxi y nos fuimos directo a casa. Llegamos, le agradecí nuevamente y me despedí. La pocas veces que me había visto con papá siempre me dejaba en la puerta y ese día no fue la excepción. Se fue y yo ingresé con mi nueva adquisición en brazos plenamente feliz. A los minutos, decidí darle un nombre. Se llamaría Pelusa. Le puse así porque su cuerpo estaba conformado por pelusas, básicamente. Pelusa era la nueva integrante de la familia.
Su vida no fue fácil. Si bien tuvo las mejores atenciones durante sus primeros años, luego las cosas cambiaron. Continuó comiendo comida casera y croquetas de calidad, pero yo ya no estaba con ella. Mudarme a Lima nos separó radicalmente. Nuestro vínculo se perdió. No sé si me extrañaba, pero yo sí, aunque no me gustaba mostrarlo. Aquí mis días se volvieron solitarios y nunca más regresé a tener una mascota hasta hace cuatro años. La vida volvió a cruzarme con un perro el 2021. Charlie, de raza Jack Russell, aterrizó en octubre de 2021 en mi vida y se convirtió en mi mejor amigo de forma completa hace un par de años. Pelusa falleció dos años después de que me mudé a Lima. Me enteré que mi tía «la hizo descansar» por su estado de salud. Nunca quiso ahondar en el tema. Me pareció correcto, yo aún estaba en la secundaria y no era lo suficientemente solvente como para haber pedido que se respetara alguna decisión que habría podido tomar desde Lima.
Con Pelusa compartí los últimos años de mi infancia. Ella estuvo en ese intervalo: entre mi niñez y el inicio de mi adolescencia. ¿Cómo olvidarla? Nuestras salidas al parque, sus baños en el techo de la casa, nuestros juegos permanentes durante el día, siempre van a perdurar en mis más íntimos recuerdos. Y claramente, hoy que soy un adulto, soy plenamente consciente de lo que implica la tenencia de una mascota. Con Charlie no hay vacuna que me olvide o fecha en la que debamos ir a su control veterinario y no esté puntual. Las cosas han cambiado y me alegra. Charlie, quizás, a veces pienso, podría ser Pelusa reencarnada. Jamás lo sabré, pero hoy día sigo dando todo por él. Hasta pronto, Pelusa. Bienvenido, Charlie.
Arte y Cultura
Tresor
Era octubre de 2022, estaba en Berlín y quería ir a un club de techno a bailar un rato. A pesar de no disfrutar ese subgénero de la música electrónica, quería tener la experiencia de estar en un club undeground. Y no era para la foto del recuerdo, pues, de hecho, luego de las dos veces que fui nunca compartí ningún contenido en redes sobre esa experiencia. La única razón por la que quería ir era por curiosidad. Y claro, no quería ir solo.
Unos días antes había conocido en el Museo de Pérgamo a Max, un joven estadounidense radicado en Nueva York, que esos días se encontraba realizando turismo en Berlín. Él era actor y se encontraba de vacaciones. Habíamos intercambiado números y ni bien volvimos a conversar, me propuso ir a un club. Como en la capital alemana, el mayor número de clubs son de techno, no hizo falta preguntar qué tipo de establecimiento era. Estaba emocionado.
Llegó el sábado y era el día en el que Max y yo nos veríamos para salir a bailar. Me preguntó si ya estaba listo y le respondí que sí. Me pidió que le enviara una foto de la ropa que usaría. Me pareció algo extraño su pedido, pero lo hice. Luego de un par de minutos me dijo que cambie mi ropa y use algo más oscuro. Lo llamé porque no entendía y me dijo que si no usaba ropa negra, sería difícil que me permitieran el ingreso. Tenía un polo negro y zapatillas marrones. No tenía pantalón de ese color, pero sí un short. Me cambié y salí rápido con dirección al club.
El lugar estaba a un par de cuadras del departamento donde me estaba hospedando. Ya tenía el visto bueno de Max, así que no lo volví a llamar hasta que llegué a la puerta. Había una fila de alrededor de veinte personas. Miré con detenimiento los rostros de cada una de ellas y ninguno coincidía con el de Max. Mi celular empezó a vibrar. Revisé el Whatsapp y era Max. Él ya estaba adentro. Me envió la lista de los DJs que tocaban aquella noche y me dijo que me lo memorizara. Me advirtió que podía preguntarme el señor de seguridad alguna información sobre el evento de ese día y era mejor que estuviera informado.
Yo no hablaba nada de alemán. Admito que mi inglés es bueno, pero definitivamente, no es perfecto. En la fila estaba solo mirando la pantalla de mi teléfono mientras veía que la seguridad hacía pasar a la mayoría. Vi que a un par de chicos no los hicieron pasar, me asustó terminar así, pero continué en silencio. Llegó mi turno, el señor de seguridad me habló fuerte para preguntarme si era mi primera vez en Tresor. Asentí. No me había preguntado nada más, pero fiel a mi forma de ser, le dije a quiénes venía a ver ese día. Ni siquiera me prestó atención, solo me hizo pasar.
«Son diez euros, solo cash», me dijo una de las señoritas en el ingreso. Esa era otra de las cosas que me había advertido también Max. Me había explicado con claridad que solo aceptaban efectivo. Max, pese a que era su primera vez en Alemania y Europa en general, estaba lo suficientemente informado sobre las dinámicas del país germánico. Pagué, le pusieron un sticker a mi teléfono en la parte de la cámara y me dejaron entrar. Había un aviso que especificaba que estaban prohibidas las fotos y videos en el interior.
Lo primero que me encontré en el club, casi en la entrada, fue una mesa en la que vendían desodorantes. Después estaba el guardarropa y, finalmente, la barra. Yo seguía con mi teléfono pendiente de cualquier mensaje de Max. Ya le había comunicado que estaba dentro, pero no respondía. Estaba en el medio del pasillo, antes de entrar a uno de los ambientes donde la música explotaba, cuando una chica semidesnuda se cruza delante de mí. La noche en Tresor recién empezaba.
Estuve cerca de tres horas rodeado de techno en una sala oscura. Había cuerpos de todo tipo a mi alrededor. La mayoría de ellos sin polo, debido al calor excesivo que había. Por mi parte, miraba con atención al público. En realidad, trataba de verlo, pues la atmósfera me impedía hacerlo debido a que la luz era prácticamente nula. A los DJs nunca los vi, estaban en la parte de adelante y yo estaba casi en la puerta de la salida.
A Max lo encontré casi cuando la fiesta iba a culminar. Había estado con otras personas divirtiéndose y eso no significaba necesariamente que había estado bailando. Max estaba feliz, yo estaba satisfecho. Salimos juntos. A la salida, un grupo de chicos quiso tomarse una foto a escasos metros del club, la seguridad no lo permitió. Max y yo nos despedimos y quedamos en seguir recorriendo la ciudad al día siguiente. La noche en Tresor había culminado.
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