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CRÍTICA OSCARS 2023: «EL TRIÁNGULO DE LA TRISTEZA»

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EL TRIÁNGULO DE LA TRISTEZA

Director: Ruben Östlund.
Guion: Ruben Östlund.
Intérpretes: Harris DickinsonCharlbi DeanZlatko BuricDolly De LeonWoody Harrelson.

Sinopsis:
Tras la Semana de la moda, Carl y Yaya, pareja de modelos e influencers, son invitados a un yate en un crucero de lujo. Mientras que la tripulación brinda todas las atenciones necesarias a los ricos invitados, el capitán se niega a salir de su cabina, a pesar de la llegada inminente de la célebre cena de gala. Los eventos toman un giro inesperado y el equilibrio de poder se invierte cuando se levanta una tormenta que pone en peligro el confort de los pasajeros.

MI CRÍTICA:

              La primera secuencia me presagiaba que me iba a encantar la película. Un diálogo inteligente, lucido, irónico hasta la ridiculez siempre me inspira una señal de que el director domina el juego que me gusta: hacer humor del drama. Y la película transcurre por esos derroteros en la primera parte. El problema de esta historia es que son dos películas en una, unidas por una escatológica transición que no viene a cuento y que es exagerada al hacernos contemplar atónitos a un sinfín de vómitos y diarreas (literal) consiguiendo que la película pierda toda la gracia. De hecho, siempre digo que, si una secuencia se quita y la película sigue siendo la misma, es que sobraba. Y esa transición sobra, más allá de una secuencia en la que se vea a los pasajeros y tripulantes poniéndose pachuchos. No me apetece ver tantos minutos de comprobar que estaban malos. Ya me había quedado claro en la secuencia del restaurante. Lo demás sobra.

              Pero hablemos de las dos partes por separado. La primera es hilarante, sarcástica y mordaz. Hacía tiempo que no me reía tanto en una sala de cine. Además, como estábamos mi hermano y yo, los dos solos en la sala, pudimos hablar y hacer chiste en medio. Les juro que me divertí. Ridiculizar mundos a los que odio-envidio, siempre es un recurso fácil. Aquí, los personajes ridiculizados son los ricos que no saben qué hacer para divertirse al tener de todo (¿ustedes también lo envidian?) y los influencers que ganan dinero haciéndose fotos con unos espaguetis que no se van a comer. Todo, porque les paguen cosas gratis a cambio de esas fotos (sí, sí, también me da envidia). A mí me han regalado cosas para promocionarlas y les aseguro que mola. Todos en un crucero demostrando los banales que son. El director supo bien empatizar con el público y mostrarnos a unas figuras para los que el dinero y el poder lo es todo en la vida, pero que luego no sabrían hacer una O con un canuto. Esta parte es como una ida de olla, divertida y sorprendente en alguno de los diálogos.

              La segunda parte no hay por dónde pillarla. Lo único que se me ocurre es que quisiera hacer otra ridícula parodia, pero esta vez de los realitys televisivos. La cosa es que no me la creo, nada de nada en cuestión narrativa. Y tiene tales faltas de ritmo, que la película decae hasta el aburrimiento. Y, lo que más me molesta, demasiados fallos de guion de los denominados “pereza del guionista”. No vale que no haya conversión de los personajes a lo largo del tiempo que pasan en la isla. Me niego a creer que gente que ha logrado hacer tanto dinero sean tan torpes que no sean capaces de conseguir comida ni que no hayan salido a investigar a ver cómo es la isla sólo porque oyen un ruido extraño. ¿Prefieren vivir rebajando su dignidad a intentar solucionarla? No, no me lo creo, porque ese tipo de ricachones no aceptan, nunca, nunca; chantajes externos. Y ni decir de las ropas, siempre perfectas; o que contraten a un capitán borracho para un barco tan elitista que cuida todos los detalles entre su tripulación. ¿Y la conversación por la megafonía del barco?, ahí fue cuando empecé a despegarme de la trama, de la película y de las risas.

              Pero quizás “no eres tú, soy yo”. Quizás yo no fuese el público adecuado. Esta película ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes y el Premio a la Mejor Película del Cine Europeo. Pero vamos, que sigo diciendo que la película empezó de 10 y acabó de 4.

              Otra cosa que rescato de esta película es la interpretación de Woody Warrelson. Es que es uno de mis actores preferidos. Personajes marcados, aunque aquí, por desmesurado; queda ridículo. Eso sí, hasta las ridiculeces las borda. Y mi sorpresa en esta película, más que por la interpretación por la sensualidad que transmite de actriz de los años dorados; es Charlbi Dean. Me sedujo, de verdad. La pena es que no volvamos a verla tras su fallecimiento por una infección hace unos meses (D.E.P.). La hubiera vuelto a ver, seguro. En contra, la interpretación sosa del protagonista Harris Dickinson no sabría decir si es por actuación o porque querer reflejar el mundo de los influencers que parecen mucho y, al final, no son nada más que sosainas, guapos. Me queda duda, pero soso está un rato largo. El único personaje que tiene una transformación es el de la sirvienta filipina Dolly de León, pero, aun así, su parte es tan increíble y ridícula que queda deslucida. Su último plano me parece estremecedor

              Como me suele pasar cuando veo películas que me descolocan, contrasto opiniones y… lo que les digo, a gente le ha parecido una maravilla y a otros un “fake”.

3 NOMINACIONES:
Mejor Película
Mejor Director (Ruben Östlund)
Mejor Guion Original (Ruben Östlund)

LEER LAS DEMÁS CRÍTICAS DE LAS 10 NOMINADAS AL ÓSCAR 2023

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Mi opinión de la semana en FINDE NIUS (año 3 – finde 103)

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Mi opinión sobre las noticias de la semana FINDENIUS (Año 3, Finde 103 – 7/4/2024) – Hablo de: Marlon Brando, la venta de segunda mano, la Calima y mi recomendación videoclip de «Mala ft. Virginia Guantanamera» de TABAIBA

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«Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas», por José Antonio Torres Iriarte

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El comunismo internacional, adscrito a la Tercera Internacional, fue derrotado políticamente cuando cayó el «Muro de Berlín», se disolvió la URSS, se consumó la reunificación alemana y los países de Europa del Este abandonaron la planificación centralizada, optando por la democracia y la economía de mercado. Para un sector de los historiadores del siglo XX, la centuria anterior concluye en 1991, cuando tuvo su punto final la llamada «guerra fría».

Hoy el mundo comprueba cómo un líder autoritario como Vladimir Putin, enarbolando las banderas nacionalistas, decide invadir Ucrania bajo pretexto de defender la seguridad nacional ante el avance de la OTAN y una influencia cada vez mayor de Occidente en los territorios que fueron parte de la URSS o que pertenecieron a la zona de influencia soviética. Lo cierto es que ni la internacionalización de la economía ni la revolución tecnológica en curso han significado el fin de los nacionalismos en el mundo.

La Rusia de los Zares a inicios del siglo XX, posteriormente la Unión Soviética liderando la llamada «revolución bolchevique» en todo el mundo, ni el Ejército Rojo tomando Berlín en 1945, pueden ser negados como hechos relevantes en la historia del último siglo. La Federación Rusa ocupa el asiento que antes tuvo la Unión Soviética en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Si bien es cierto que la economía rusa ha quedado rezagada respecto a las principales economías globales, no puede olvidarse que Rusia sigue siendo una potencia nuclear.

En un escenario internacional cambiante, ha surgido la República Popular China con su enorme fuerza productiva y su cada vez mayor presencia en América Latina y África; así como también la India, con una población ligeramente mayor que China. Rusia no pretende ser actualmente un promotor del comunismo internacional en el mundo; sin embargo, no ha abandonado la cooperación y el asesoramiento militar en América Latina.

Por otro lado, los Estados Unidos desde los años del presidente Clinton pretendieron liderar la expansión de la libertad en el mundo; sin embargo, la Iniciativa de las Américas y el ALCA fracasaron ante el surgimiento en América Latina de gobiernos adscritos al llamado «socialismo del siglo XXI», representados en el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla. El marxismo-leninismo, inspirador del castrismo y dogma para los movimientos guerrilleros de la década de los sesenta, fueron replegándose militarmente o devinieron con el tiempo en brazo armado del narcotráfico, como ocurrió en Colombia.

Fidel Castro hábilmente, en los años noventa, ante el colapso de la economía cubana, apostó por abrir la economía cubana a la inversión hotelera y el sector turismo; pero sobre todo optó por desarrollar otras estrategias políticas, alentando el posicionamiento de líderes sindicales como Lula en Brasil o caudillos militares como Hugo Chávez en Venezuela. Fidel Castro no tuvo reparo en recibir a Juan Pablo II en 1998, como muestra de apertura política y religiosa.

Mientras se desarrollaban reformas económicas en Rusia, en Europa se daban pasos seguros hacia la Unión Europea y el establecimiento del euro como moneda única. La Unión Europea incorporó a países de Europa del Este y amplió el radio de influencia de la OTAN, dejándose atrás el Pacto de Varsovia. La globalización de la economía se impuso en un contexto de conflictos nacionalistas o «guerras de baja intensidad», como la ocurrida en los Balcanes. El terrorismo internacional sorprendió al mundo en el 2001, así como la invasión de Irak marcó una época.

En el plano ideológico, los otrora partidos comunistas dejaron de lado las tesis de la dictadura del proletariado y la lucha de clases. El neomarxismo desde la academia y los organismos no gubernamentales desde la llamada «sociedad civil» ganan espacio político y desarrollan un nuevo discurso que se sintetiza en el derecho al aborto, la ideología de género, el matrimonio igualitario, la eutanasia, el cambio climático, la protección del medio ambiente, los Derechos Humanos y muchos campos más.

En un mundo marcado por el internet y las redes sociales, los multimillonarios o magnates de la globalización han decidido financiar los proyectos de cooperación internacional con una mirada supuestamente progresista. Fundaciones, ONG, gobiernos de Occidente y los organismos internacionales adscritos a la Unión Europea y al Sistema de Naciones Unidas cada vez están más alineados con conceptos ideológicos convertidos en fundamento de las novedosas políticas públicas diseñadas.

Si en el pasado el Fondo Monetario Internacional imponía Ajustes Estructurales en las economías de América Latina, hoy la cooperación internacional pretende virtualmente imponer políticas sesgadas que incluso pueden colisionar con las libertades fundamentales. Lo cierto es que todos aquellos que militaron en partidos y movimientos de izquierda marxista hace unas décadas; hoy son los gestores de organismos no gubernamentales presentes de modo hegemónico en el plano internacional y en la vida nacional de nuestros países.

En el Perú, los otrora integrantes de la Izquierda Unida que en 1985 postuló con poco éxito a Alfonso Barrantes Lingán a la presidencia de la República (frente a Alan García) son actualmente los líderes de la «costra caviar» que deciden la suerte de la política nacional. Diego García Sayán, desde una posición discreta, y Gustavo Gorriti, desde el Instituto de Defensa Legal, junto con decenas de ex militantes de la Izquierda Unida de los años ochenta y cuadros políticos y activistas más jóvenes, son los voceros de un sin número de ONG que pretenden erigirse en autoridad moral y censores de la política nacional.

Si Occidente equivocadamente creyó que los nacionalismos serían superados por el crecimiento económico, la reducción de la pobreza, la revolución tecnológica y el avance de la libertad en el mundo; ocurre lo mismo en el plano ideológico ante el avance de un globalismo avasallador financiado irresponsablemente, sobre todo «por los nuevos ricos» en tiempos de crecimiento del comercio internacional. La agenda de Naciones Unidas esconde una ideología que pretende imponerse por encima de valores fundamentales como la libertad humana y la familia.

El presidente Joe Biden está lejos de ser un líder que defiende la libertad, por ello su gobierno no tuvo reparo en acercarse y llegar a acuerdos con el dictador Nicolás Maduro, levantando parte importante de las sanciones económicas impuestas. Biden confió en que el gobierno venezolano convocaría a elecciones libres y transparentes. Hoy la tiranía de Caracas se mantiene fuerte, impidiendo la postulación de María Corina Machado a la presidencia; del mismo modo, Díaz Canel reprime al pueblo cubano, así como lo hace la pareja Ortega-Murillo en Nicaragua. Las tiranías deben ser depuestas en el mundo. Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas deben prevalecer. Es el momento de defendernos de las tiranías, del globalismo avasallador y de las nuevas formas de imperialismo.

José Antonio Torres Iriarte
Abogado y analista político

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