A Sebastián lo conocí por intermedio de Sofia. Me lo presentó el 2021, debió haber sido a fines de ese año o tal vez un poco antes. Él es comunicador y desde que lo conocí, siempre ha trabajado para una productora que realiza diferentes conciertos en Lima. De hecho, anteriormente, me invitó dos veces a diferentes shows. El 2021 y el 2022, por ejemplo, recuerdo que él me apoyaba con los contactos de distintos artistas emergentes para que se presentaran en la cafetería que durante esa época yo administraba. Por aquel entonces, Sofia tenía una cafetería en Magdalena del Mar, local que dejó a mi cargo. A ambos, como nos apasiona el arte y la música, decidimos incorporar actividades que permitieran a nuestros clientes disfrutar de distintos talentos locales de forma gratuita cada vez que estuvieran con nosotros. Sebastián nos apoyó en ese camino.
La cafetería continuó con ese tipo de eventos hasta mayo de 2023, luego, me retiré del local y luego de unos meses, me enteré que había cerrado. Dejé de ver a Sebastián hasta que un día nos encontramos en Jesús María. Me contó que había terminado con su novia anterior y estaba saliendo con una nueva chica. Ese día lo pasamos juntos desde la tarde hasta la noche. Lo acompañé a su nuevo departamento, me mostró los ambientes y después, me preguntó si podía acompañarlo a comprar algunas plantas en Acho. Accedí y nos fuimos en taxi directo al mercado mayorista. Regresamos a casa cerca de las diez de la noche, me despedí y quedamos en vernos pronto. Sebastián me había mostrado su tocadiscos junto a sus vinilos, así que habíamos quedado en que llevaría los míos para probarlos.
Nos volvimos a encontrar hace un mes aproximadamente. La madre de Sofia, una persona muy importante en mi vida, partió. Ella se quedó en Hamburgo, Alemania, pero en Lima le organizamos una misa por el mes de su partida. Sebastián nos acompañó en la iglesia y en la reunión familiar posterior. Se fue después de tres horas, cerca de las once de la noche. Y recién hace una semana le volví a escribir. Iba a llegar a Lima una banda que sigo y quiero mucho. Confieso que no soy un fanático pleno de la agrupación musical, pero al mismo tiempo admito que la música que tienen me hace feliz y tenía muchas ganas de conocerlos en vivo. El último marzo esta agrupación se presentó en un festival colombiano en Bogotá, donde estuve, sin embargo, como se presentaban varios artistas en distintos escenarios al mismo tiempo, no pude verlos en vivo.
Ni bien me enteré que la empresa donde trabaja Sebastián estaba haciendo posible que esta agrupación musical llegara a Lima, le escribí a preguntarle si podía asistir. Me respondió afirmativamente. Llegó el día en que el concierto se llevaría a cabo y me respondió pidiéndome mi nombre completo más el número de mi DNI. Supuse que con esa información era evidente que ya estaba en lista y apenas llegué al espacio donde el evento se estaba desarrollando le envié una foto para agradecerle por haberme incluido en su lista de invitados. Grande fue mi sorpresa cuando me dijo que su lista ya se había cerrado. «¿Por qué no me avisó antes?», me pregunté. Ya no le insistí, pues tampoco quería quedar como alguien irrespetuoso o algo similar. Había programado no solo mi día, sino que además había organizado donde dejaría mi bicicleta para estar tranquilo en el show y luego poder recogerla. Justo había quedado con un amigo para que me prestara su estacionamiento, pues vivía a una cuadra del evento. Nada se llevó a cabo. Llegué a la puerta del concierto y me retiré. No había forma de ingresar, las cosas ya estaban hechas.