Mi primera tarjeta fue una débito BCP. La obtuve a los dieciocho años. Mi madre siempre solía decirme que apenas cumpliera la mayoría de edad debía tener una tarjeta BCP, pues el Banco de Crédito estaba en todo el Perú. No se equivocó. Cuando años más tarde estuve en el interior del país, corroboré ello. Aún recuerdo haber estado en Masisea, a tres horas de la ciudad de Pucallpa, un pueblo bastante alejado de la urbe. Allí se iba la luz a las nueve de la noche y solo había dos entidades bancarias: el Banco de la Nación y el BCP. Quise hacer un retiro de veinte soles apenas llegué, había ido con muy poco efectivo. El BCP estaba ahí. Lo mismo me sucedió cuando viajé a Puno y tomé un bote hacia la isla de Los Uros. Volví a encontrar un BCP, de hecho, era el primer agente flotante del banco en todo el país. Este banco, al cual muchos peruanos hemos criticado por sus tasas altas o por el apoyo de uno de sus accionistas a la campaña de Keiko Fujimori, tiene llegada a nivel nacional, y ello es una verdad aunque a algunos les cueste aceptar. Lo único malo de este banco para mí, aparentemente, fue que las dos veces que intenté tener una tarjeta de crédito con ellos, me la negaron. Me pidieron mis boletas de pago, entre otros documentos para brindarme el producto. Naturalmente, no solicité la tarjeta de la cual tenía expectativas.
Un par de años más tarde, obtuve mi primera tarjeta débito Interbank. La pedí prácticamente por necesidad. En mi trabajo me solicitaban tener esa tarjeta para recibir mis pagos. Una me mencionaron si tendría algún beneficio por parte del banco, así que intuí que no, sin embargo, a los pocos meses, Interbank a diferencia del BCP, me habilitó la posibilidad de tener una tarjeta de crédito. Acepté y empecé a acumular mis millas. Años más tarde hice un canje con mis millas de un vale de cien soles, si no me equivoco. El beneficio no era tan favorable para los clientes, pero igual considero que estuvo bien. Cuando tuve la oportunidad de viajar por primera vez a Alemania, llevé esa tarjeta de crédito solo para usarla en algún caso extremo, pues contaba con efectivo en la moneda extranjera. Hice un par de compras con la American Express de Interbank y al llegar a Perú me arrepentí. El cambio de cada euro era casi cinco soles. Me pareció un abuso, pero, bueno, ya estaba hecho. Esa tarjeta luego la elevé de categoría en dos oportunidades y recién, hace unas semanas, la anulé. ¿La razón? Ya no la estaba usando desde hace más de un año. Lo único que me gustó fue que no me cobraban membresía: solo debía consumir un sol como mínimo al mes y con ello era suficiente.
Hace cuatro años recibí la oferta del Banco Continental, más conocido como BBVA, para tener mi primera tarjeta de crédito con ellos. Por aquel tiempo, el BCP ya me había habilitado la misma oportunidad, pero decliné al recordar que dos veces me negaron la tarjeta. Con el BBVA, mi primera tarjeta de crédito fue una BFree. Ellos utilizan ese término para darle su primera tarjeta a sus clientes nuevos y la línea es de apenas dos mil soles. Me alegró la noticia, pues el BBVA nunca me pidió otro documento que no fuese mi DNI. Aquella tarjeta la tuve menos de seis meses cuando decidieron renovarla por otra a la que yo llamo «tarjeta negra». Lo digo así no solo porque no tiene ningún dato visible del propietario en caso sea extraviada o robada, sino porque es completamente de ese color, salvo las letras de la palabra Signature que están en una de sus caras.
La tarjeta negra me viene acompañando más de tres años y durante ese periodo, confieso que llegué a acostumbrarme a sus dinámicas. A diferencia de las tarjetas de crédito del BCP o Interbank, las cuales solo te hacen ganar millas, la tarjeta negra del BBVA te permite pagar consumos, algo que solo he visto en Scotiabank también, pero el aplicativo de ese banco es un problema para mí. En algún momento tuve una tarjeta débito Scotiabank y cada vez que ingresaba al aplicativo, este se colgaba, así que no fue la mejor experiencia. Además, con la tarjeta negra, podía canjear un sol peruano por cada treinta y tres puntos. A fines de 2024, el número de puntos para canjear un sol se incrementó a treinta y siete, pero igual me continuó pareciendo una opción regular en medio de tantas ofertas financieras peruanas.
Hace apenas un par de semanas, me acerqué por primera vez a BBVA para conocer algunos datos informativos respecto al producto de la tarjeta de crédito que tengo. Caroline, quien me atendió en la sede de San Isidro, me recomendó que solicite mi contrato original vía correo electrónico para que ella pueda ayudarme in situ con dicha información. Lo hice y me sorprendí de mala forma al ver con detenimiento las tasas de interés moratorio que el BBVA maneja. De hecho, en honor a la verdad y desde mi experiencia, debo decir que el BBVA maneja la peor tasa de cambio para dólares y euros entre todos los bancos peruanos. En fin, si en algún momento llegan a ser clientes del Banco Continental, no dejen de aprovechar sus puntos y paguen puntualmente.