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Diego García Sayán y la Junta Nacional de Justicia.Por: José Antonio Torres Iriarte

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La Junta Nacional de Justicia sucedánea del Consejo Nacional de la Magistratura ha demostrado desde su creación un claro sesgo político y puesto de manifiesto como sus integrantes no han sido capaces de actuar con independencia y objetividad.La JNJ ha pretendido extralimitarse en sus funciones y mostrarse ante la opinión pública como si fuera un poder del Estado. Sus magistrados no han comprendido que el Congreso en el marco del control político está facultado para investigarlos, removerlos del cargo e incluso inhabilitarlos para el ejercicio de la función pública. Por ello la decisión adoptada por el Congreso no constituye un acto arbitrario o inconstitucional, más aún cuando conforme al Reglamento del Congreso se han cumplido sin prisa todas las etapas establecidas para una acusación constitucional.

No puede olvidarse que a lo largo de varios meses se ha impulsado un proceso constitucional, mientras que los magistrados de la JNJ han desempeñado sus funciones, período en el que decidieron sólo en 5 días suspender por 6 meses a la Fiscal de la Nación Patricia Benavides. En las últimas semanas, la renuncia de un magistrado de la JNJ puso al descubierto la supuesta venalidad con la que actuaba uno de sus magistrados en complicidad con el cuestionado exministro Chero, que se desempeñó como ministro de Justicia durante el gobierno del golpista Pedro Castillo.

Las columnas de opinión o declaraciones del excanciller Diego García Sayán o del exprocurador Ugaz Sánchez-Moreno, han demostrado la manera como para la llamada «costra caviar» la Junta Nacional de Justicia representa una cuota de poder, que deben preservar en sus manos. Si en los tiempos del gobierno de Pedro Castillo, el secretario general de la OEA Luis Almagro (el visitador Almagro) estuvo sucesivas veces en nuestro país para respaldar políticamente al señor Castillo; hoy pretenden valerse de la Comisión o la CIDH, por un lado, no habiendo dudado García-Sayán en solicitar que se active los mecanismos establecidos en la Carta Democrática Interamericana, ante una supuesta abierta violación del estado de Derecho por parte del Congreso.

Durante el gobierno de Martín Vizcarra, el señor García-Sayán guardó silencio y por cierto no cuestionó la disolución inconstitucional del Congreso perpetrada el 30 de setiembre del 2019. Además, fue complaciente con el gobierno de Pedro Castillo. Diego García-Sayán le debe explicaciones al Perú, por haber instrumentado durante el gobierno del presidente Paniagua una legislación laxa para los delitos de terrorismo. Alejandro Toledo presidió un gobierno en el que personalidades como Gustavo Gorriti o Diego García-Sayán fueron montando la «caviarización» del Estado, con programas financiados por la cooperación internacional y utilizando la Comisión de la Verdad, con el claro propósito de resumir la etapa marcada por la violencia terrorista de Sendero Luminoso y el MRTA, como un período de «conflicto armado interno». Sobre la base de un Informe sesgado, redactado por supuestos estudiosos del fenómeno subversivo, se construyó una nueva «narrativa» de la historia nacional.

Desde inicios de este siglo está en marcha en nuestro país una «batalla cultural» financiada desde el exterior por la cooperación internacional, que ha tratado de «humanizar» el accionar de los grupos terroristas, presentando a Abimael Guzmán y su cúpula casi como «luchadores sociales» decididos a poner fin a las injusticias y desigualdades. Sendero Luminoso le declaró la guerra al Perú, precisamente cuando el Perú retornaba a la democracia (1980) luego de una larga dictadura militar.

No nos confundamos García-Sayán y sus allegados no son idealistas, defensores de la libertad y los Derechos Humanos, son tan solo operadores de la cooperación internacional que han abrazado los planes globalistas de las Naciones Unidas. Diego García Sayán es un «cosmopolita» de buen trato y buenas formas, mientras que Gustavo Gorriti es más frontal y agresivo. La confrontación política e ideológica es necesaria en tiempos en los que un globalismo avasallador y nuevas formas de imperialismo pretenden sojuzgarnos. La decisión adoptada por el Congreso no ha sido un acto arbitrario, más aún cuando sólo dos magistrados han sido removidos e inhabilitados por diez años.

Por: José Antonio Torres Iriarte

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Mi opinión de la semana en FINDE NIUS (año 3 – finde 103)

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Mi opinión sobre las noticias de la semana FINDENIUS (Año 3, Finde 103 – 7/4/2024) – Hablo de: Marlon Brando, la venta de segunda mano, la Calima y mi recomendación videoclip de «Mala ft. Virginia Guantanamera» de TABAIBA

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«Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas», por José Antonio Torres Iriarte

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El comunismo internacional, adscrito a la Tercera Internacional, fue derrotado políticamente cuando cayó el «Muro de Berlín», se disolvió la URSS, se consumó la reunificación alemana y los países de Europa del Este abandonaron la planificación centralizada, optando por la democracia y la economía de mercado. Para un sector de los historiadores del siglo XX, la centuria anterior concluye en 1991, cuando tuvo su punto final la llamada «guerra fría».

Hoy el mundo comprueba cómo un líder autoritario como Vladimir Putin, enarbolando las banderas nacionalistas, decide invadir Ucrania bajo pretexto de defender la seguridad nacional ante el avance de la OTAN y una influencia cada vez mayor de Occidente en los territorios que fueron parte de la URSS o que pertenecieron a la zona de influencia soviética. Lo cierto es que ni la internacionalización de la economía ni la revolución tecnológica en curso han significado el fin de los nacionalismos en el mundo.

La Rusia de los Zares a inicios del siglo XX, posteriormente la Unión Soviética liderando la llamada «revolución bolchevique» en todo el mundo, ni el Ejército Rojo tomando Berlín en 1945, pueden ser negados como hechos relevantes en la historia del último siglo. La Federación Rusa ocupa el asiento que antes tuvo la Unión Soviética en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Si bien es cierto que la economía rusa ha quedado rezagada respecto a las principales economías globales, no puede olvidarse que Rusia sigue siendo una potencia nuclear.

En un escenario internacional cambiante, ha surgido la República Popular China con su enorme fuerza productiva y su cada vez mayor presencia en América Latina y África; así como también la India, con una población ligeramente mayor que China. Rusia no pretende ser actualmente un promotor del comunismo internacional en el mundo; sin embargo, no ha abandonado la cooperación y el asesoramiento militar en América Latina.

Por otro lado, los Estados Unidos desde los años del presidente Clinton pretendieron liderar la expansión de la libertad en el mundo; sin embargo, la Iniciativa de las Américas y el ALCA fracasaron ante el surgimiento en América Latina de gobiernos adscritos al llamado «socialismo del siglo XXI», representados en el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla. El marxismo-leninismo, inspirador del castrismo y dogma para los movimientos guerrilleros de la década de los sesenta, fueron replegándose militarmente o devinieron con el tiempo en brazo armado del narcotráfico, como ocurrió en Colombia.

Fidel Castro hábilmente, en los años noventa, ante el colapso de la economía cubana, apostó por abrir la economía cubana a la inversión hotelera y el sector turismo; pero sobre todo optó por desarrollar otras estrategias políticas, alentando el posicionamiento de líderes sindicales como Lula en Brasil o caudillos militares como Hugo Chávez en Venezuela. Fidel Castro no tuvo reparo en recibir a Juan Pablo II en 1998, como muestra de apertura política y religiosa.

Mientras se desarrollaban reformas económicas en Rusia, en Europa se daban pasos seguros hacia la Unión Europea y el establecimiento del euro como moneda única. La Unión Europea incorporó a países de Europa del Este y amplió el radio de influencia de la OTAN, dejándose atrás el Pacto de Varsovia. La globalización de la economía se impuso en un contexto de conflictos nacionalistas o «guerras de baja intensidad», como la ocurrida en los Balcanes. El terrorismo internacional sorprendió al mundo en el 2001, así como la invasión de Irak marcó una época.

En el plano ideológico, los otrora partidos comunistas dejaron de lado las tesis de la dictadura del proletariado y la lucha de clases. El neomarxismo desde la academia y los organismos no gubernamentales desde la llamada «sociedad civil» ganan espacio político y desarrollan un nuevo discurso que se sintetiza en el derecho al aborto, la ideología de género, el matrimonio igualitario, la eutanasia, el cambio climático, la protección del medio ambiente, los Derechos Humanos y muchos campos más.

En un mundo marcado por el internet y las redes sociales, los multimillonarios o magnates de la globalización han decidido financiar los proyectos de cooperación internacional con una mirada supuestamente progresista. Fundaciones, ONG, gobiernos de Occidente y los organismos internacionales adscritos a la Unión Europea y al Sistema de Naciones Unidas cada vez están más alineados con conceptos ideológicos convertidos en fundamento de las novedosas políticas públicas diseñadas.

Si en el pasado el Fondo Monetario Internacional imponía Ajustes Estructurales en las economías de América Latina, hoy la cooperación internacional pretende virtualmente imponer políticas sesgadas que incluso pueden colisionar con las libertades fundamentales. Lo cierto es que todos aquellos que militaron en partidos y movimientos de izquierda marxista hace unas décadas; hoy son los gestores de organismos no gubernamentales presentes de modo hegemónico en el plano internacional y en la vida nacional de nuestros países.

En el Perú, los otrora integrantes de la Izquierda Unida que en 1985 postuló con poco éxito a Alfonso Barrantes Lingán a la presidencia de la República (frente a Alan García) son actualmente los líderes de la «costra caviar» que deciden la suerte de la política nacional. Diego García Sayán, desde una posición discreta, y Gustavo Gorriti, desde el Instituto de Defensa Legal, junto con decenas de ex militantes de la Izquierda Unida de los años ochenta y cuadros políticos y activistas más jóvenes, son los voceros de un sin número de ONG que pretenden erigirse en autoridad moral y censores de la política nacional.

Si Occidente equivocadamente creyó que los nacionalismos serían superados por el crecimiento económico, la reducción de la pobreza, la revolución tecnológica y el avance de la libertad en el mundo; ocurre lo mismo en el plano ideológico ante el avance de un globalismo avasallador financiado irresponsablemente, sobre todo «por los nuevos ricos» en tiempos de crecimiento del comercio internacional. La agenda de Naciones Unidas esconde una ideología que pretende imponerse por encima de valores fundamentales como la libertad humana y la familia.

El presidente Joe Biden está lejos de ser un líder que defiende la libertad, por ello su gobierno no tuvo reparo en acercarse y llegar a acuerdos con el dictador Nicolás Maduro, levantando parte importante de las sanciones económicas impuestas. Biden confió en que el gobierno venezolano convocaría a elecciones libres y transparentes. Hoy la tiranía de Caracas se mantiene fuerte, impidiendo la postulación de María Corina Machado a la presidencia; del mismo modo, Díaz Canel reprime al pueblo cubano, así como lo hace la pareja Ortega-Murillo en Nicaragua. Las tiranías deben ser depuestas en el mundo. Ni el tirano de Moscú, ni el tirano de Caracas deben prevalecer. Es el momento de defendernos de las tiranías, del globalismo avasallador y de las nuevas formas de imperialismo.

José Antonio Torres Iriarte
Abogado y analista político

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