Arte y Cultura
Óptica de la dirección de la Revista MEDcomics 19
En la música el director es el que marca la pauta, el ritmo. En algunos casos, hay tantos instrumentos en una orquesta o banda, que el sonido de los demás instrumentos opaca al de un músico en particular. El director guía a este músico, algo preocupado de no seguir al resto, a darle seguridad y guía para que mantenga el ritmo, el tiempo y la energía con que debe tocar su instrumento.
Eso es más o menos lo que he tratado de hacer con esta revista, la mayoría de los artistas que han participado en esta publicación son noveles talentos que esperan ser guiados hasta la impresión final de la revista.
Aunque como administrador de empresas, he trabajado mucho con grupos humanos de diferentes cualidades. Esta experiencia resalta más entre las otras ya que es la primera experiencia de dirigir, en general una publicación y siendo más específico, una revista de historietas.
A mediados de 2022, Martin Espinoza me propuso dirigir el relanzamiento de la revista MEDcomics como tal, a razón de varias conversaciones que de vez en cuando se retomaban después de comentarle “Te quedaste en la 18 ¿Por qué no seguiste publicándola?”
Así que iniciamos la convocatoria abierta a jóvenes que quisieran colaborar contribuyendo con su talento a la publicación de esta revista. La respuesta no se dejó esperar, muchos llenaron el formulario y nos enviaron sus escritos y portafolios, entre escritores y dibujantes, la mayoría con grandes ideas. Así que hicimos una selección llegando a formar el actual equipo.
Hice la formación de equipos, tratando de equilibrar un poco la balanza ya que algunos artistas eran historietistas, es decir que escribían guion y también dibujaban las viñetas, mientras que otros, solo se dedicaban al dibujo o solamente escribían.
Al final todos respondieron muy bien al cronograma, aunque debo admitir que a veces teníamos demoras y nos vimos obligados a aplazar los tiempos. Sin embargo, cumplimos la meta de publicar la revista y estamos ya empezando a trabajar con el siguiente número.
Todo el grupo está actualmente muy animado por los resultados que se han obtenido hasta estos días, hay personajes que se perfilan para tener su propia historieta. Sin embargo, todos los muchachos tienen que ir mejorando sus técnicas tanto de narración como de dibujo, y no hay mejor manera de hacerlo que publicando constantemente.
En MEDcomics deseamos que todos los artistas que publiquen con nosotros sean vistos tanto por los colegas historietistas como por el gran público lector. De esa manera, a través de críticas positivas o negativas, ellos puedan refinar su estilo, su técnica, y ser competitivos tanto en el mercado nacional como internacional. Nuestra labor también incluye que el equipo conozca a los grandes maestros de la historieta peruana y compartan técnicas con ellos y se les aconseje, se les invite a convenciones, a congresos o paneles, que puedan declarar a la prensa en los diferentes medios. Todo ello traerá como consecuencia un ánimo personal de querer superar su obra anterior y desarrollarse como artista.
Nosotros, quienes conformamos el comité editorial de la revista MEDcomics, somos una plataforma de impulso, vemos el potencial, los asesoramos y los exhibimos, pero de ellos depende su desarrollo profesional en este campo de la narrativa gráfica. Hasta ahora, solo podemos decir que hay muchos resultados positivos a lo largo de estos 19 números de publicación y es nuestro deseo continuar con más ediciones.
MEDcomics estará del 20 al 30 de mayo en el II Festival de Historietas: Mundo Joven. Parque Kennedy. Stand 34.
Arte y Cultura
El día que llegué a radio Capital por una papa rellena
Nos habían dejado un proyecto individual a cada estudiante de tercer grado de secundaria. Cada uno de nosotros debíamos iniciar un emprendimiento comercial. Podíamos elegir el producto o servicio de nuestra elección, pero debíamos ser cuidadosos al escogerlo, pues de ello dependía nuestra nota del cuarto bimestre, es decir, nuestra calificación final.
Estudiaba en el colegio Pamer con sede en Lima Sur y mi tutora por aquella época se llamaba Dalila. Era una señorita de contextura delgada, estatura baja y usaba unos anteojos que, en mi opinión, no le daban ninguna armonía a su rostro. A diferencia de los demás docentes y compañeros que usaban los lentes tradicionales, los anteojos de Dalila eran, aparentemente, más grandes. En algún momento pensé que ello se debía a su miopía, pero lo extraño era que las lunas de sus anteojos no eran tan gruesas como las de otras personas que sí tenían graves dificultades de visión. Todo indicaba que ese era su estilo, así como su personalidad bastante apática por ser poco amable con muchos compañeros y conmigo (por supuesto, no había excepción). Dalila no era madre por aquella época y, quizá, esa era la razón de su escasa paciencia cotidiana. El otro posible motivo sería que no tenía vocación de maestra y fungía de nuestra tutora solo por la necesidad de percibir un sueldo cada fin de mes.
Una mañana, Dalila ingresó a nuestro salón como lo hacía regularmente. Escribió en la pizarra algunos apuntes y luego nos pidió mantener silencio con su estilo sarcástico al que ya nos tenía acostumbrados. El salón quedó sin ruido alguno y Dalila comenzó a explicarnos sobre el proyecto que los colegios Pamer tendría a nivel interescolar en toda Lima metropolitana. Pamer era una compañía que tenía distintas sedes bajo el mismo nombre en casi todos los distritos de la capital. Dalila, además, agregó que este proyecto era muy importante, pues la nota que obtendremos era clave para no repetir el año.
Esa tarde llegué a casa y me mantuve en mi habitación pensando cuál podría ser mi proyecto. Mi tía en aquel tiempo tenía una bodega en casa, así que no tuve tiempo de comentarle mucho sobre mi tarea pendiente. Ella estaba con sus clientes en el primer nivel y yo, en el segundo. Al día siguiente, encendí la radio como solía hacerlo casi todos los días y escuché en radio Capital, una emisora de noticias de bastante alcance en Lima, al propietario de la cadena de restaurantes «Señor Papa». Le habían hecho una entrevista al dueño para conocer su negocio y para que explique cómo nació su idea de vender papas rellenas.
Llegó el fin de semana y fui inmediatamente a la sede Real Plaza Centro Cívico del restaurante «Señor Papa». Compré una papa rellena, la probé y después, como ya no tenía para comprar más unidades, le saqué varias fotos a toda su carta. Debajo de cada producto que ellos anunciaban en su carta, se encontraban los ingredientes exactos que estos contenían. Ni bien regresé a casa, ya sabía en qué consistiría mi proyecto: papas rellenas. Aunque yo quería algo que las diferenciara, así que sin pensarlo más, decidí que mis papas rellenas tendrían piña, algo similar a las pizzas hawaianas. Sin embargo, mis papas no tendrían jamón, sino pollo deshilachado. Así creé las papas rellenas de pollo con piña.
Una vez que ya tenía el producto y ya estaban realizadas sendas pruebas pilotos en casa de mi tía, quería ir un paso más allá. Era lunes y nuestra primera presentación del proyecto en clase iba a ser el viernes. Yo soñaba como todo adolescente con lograr que mi emprendimiento fuera conocido por más personas que solo los trabajadores y alumnos del colegio. Al día siguiente, al salir del colegio, fui a casa, freí unas papas rellenas y tomé el bus del Metropolitano con dirección a la estación Aramburú en San Isidro. Bajé y fui a la puerta del Grupo RPP. Sabía que en ese edificio funcionaban distintas emisoras radiales como RPP, Studio 92, Oxígeno, Felicidad y, por supuesto, la emisora que escuchaba siempre: radio Capital. No intenté ingresar previo aviso en vigilancia porque ya intuía que me responderían negativamente, pues nadie me había invitado. Revisé en mi móvil el horario de inicio del próximo programa y me di cuenta que era con el actor Carlos Carlín. Me paré en el ingreso y crucé dedos para que ese día no llegue en auto, sino en taxi y pueda así abordarlo caminando. Lo logré. Carlín bajó de un taxi y fui directamente hacia él para contarle de mi proyecto escolar. Hice todo en treinta segundos. A él le pareció interesante y me hizo pasar. Llegamos juntos al cuarto piso y me avisó que ese día me entrevistaría con el producto que había llevado. Lo probaron y salí al aire. estaban como conductores él y Juan Carlos Tafur. No recuerdo de qué hablé exactamente esa media hora, pero salí satisfecho: había logrado hacer conocida a mi papa rellena a nivel local.
Arte y Cultura
Ingreso frustrado
A Sebastián lo conocí por intermedio de Sofia. Me lo presentó el 2021, debió haber sido a fines de ese año o tal vez un poco antes. Él es comunicador y desde que lo conocí, siempre ha trabajado para una productora que realiza diferentes conciertos en Lima. De hecho, anteriormente, me invitó dos veces a diferentes shows. El 2021 y el 2022, por ejemplo, recuerdo que él me apoyaba con los contactos de distintos artistas emergentes para que se presentaran en la cafetería que durante esa época yo administraba. Por aquel entonces, Sofia tenía una cafetería en Magdalena del Mar, local que dejó a mi cargo. A ambos, como nos apasiona el arte y la música, decidimos incorporar actividades que permitieran a nuestros clientes disfrutar de distintos talentos locales de forma gratuita cada vez que estuvieran con nosotros. Sebastián nos apoyó en ese camino.
La cafetería continuó con ese tipo de eventos hasta mayo de 2023, luego, me retiré del local y luego de unos meses, me enteré que había cerrado. Dejé de ver a Sebastián hasta que un día nos encontramos en Jesús María. Me contó que había terminado con su novia anterior y estaba saliendo con una nueva chica. Ese día lo pasamos juntos desde la tarde hasta la noche. Lo acompañé a su nuevo departamento, me mostró los ambientes y después, me preguntó si podía acompañarlo a comprar algunas plantas en Acho. Accedí y nos fuimos en taxi directo al mercado mayorista. Regresamos a casa cerca de las diez de la noche, me despedí y quedamos en vernos pronto. Sebastián me había mostrado su tocadiscos junto a sus vinilos, así que habíamos quedado en que llevaría los míos para probarlos.
Nos volvimos a encontrar hace un mes aproximadamente. La madre de Sofia, una persona muy importante en mi vida, partió. Ella se quedó en Hamburgo, Alemania, pero en Lima le organizamos una misa por el mes de su partida. Sebastián nos acompañó en la iglesia y en la reunión familiar posterior. Se fue después de tres horas, cerca de las once de la noche. Y recién hace una semana le volví a escribir. Iba a llegar a Lima una banda que sigo y quiero mucho. Confieso que no soy un fanático pleno de la agrupación musical, pero al mismo tiempo admito que la música que tienen me hace feliz y tenía muchas ganas de conocerlos en vivo. El último marzo esta agrupación se presentó en un festival colombiano en Bogotá, donde estuve, sin embargo, como se presentaban varios artistas en distintos escenarios al mismo tiempo, no pude verlos en vivo.
Ni bien me enteré que la empresa donde trabaja Sebastián estaba haciendo posible que esta agrupación musical llegara a Lima, le escribí a preguntarle si podía asistir. Me respondió afirmativamente. Llegó el día en que el concierto se llevaría a cabo y me respondió pidiéndome mi nombre completo más el número de mi DNI. Supuse que con esa información era evidente que ya estaba en lista y apenas llegué al espacio donde el evento se estaba desarrollando le envié una foto para agradecerle por haberme incluido en su lista de invitados. Grande fue mi sorpresa cuando me dijo que su lista ya se había cerrado. «¿Por qué no me avisó antes?», me pregunté. Ya no le insistí, pues tampoco quería quedar como alguien irrespetuoso o algo similar. Había programado no solo mi día, sino que además había organizado donde dejaría mi bicicleta para estar tranquilo en el show y luego poder recogerla. Justo había quedado con un amigo para que me prestara su estacionamiento, pues vivía a una cuadra del evento. Nada se llevó a cabo. Llegué a la puerta del concierto y me retiré. No había forma de ingresar, las cosas ya estaban hechas.
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